Balance final de la campaña electoral

Desconozco, a la hora de escribir este Cedazo, el resultado electoral de Madrid. Me propongo comentar algunos aspectos de la campaña electoral que me parecen relevantes y que quizás han tenido un cierto efecto en el cómputo final de participación y votos.

Un rasgo común de todas las candidaturas ha sido el mensaje emotivo más que el reflexivo. La ausencia de debates y el exceso de homilías mitineras han favorecido la simplicidad y el sentimentalismo al gusto de todas las candidaturas.

En la izquierda, las absurdas apelaciones al peligro del fascismo forman parte del imaginario podemita. Imaginario que, incluso, ha arrastrado al candidato del PSOE y a ministros implicados en la campaña.

En la derecha se ha producido una adhesión personal a la candidata del PP por cuanto, sin duda, la presidenta Isabel Díaz Ayuso ha gestionado la crisis de Covid-19 de un modo mucho más razonable que el Gobierno de la Nación y el resto de gobiernos regionales.

La izquierda lleva 30 años fuera del gobierno de Madrid porque es una región del siglo XXI mientras ellos están anclados en mitad del siglo XX. No tienen remedio, salvo que se actualicen.

A su vez, la derecha desperdicia la oportunidad de ser un referente reformista para el conjunto de la Nación.

Voy a poner un ejemplo.

Madrid reúne una Asamblea regional de 136 diputados (que ganan unos salarios casi similares a los de los diputados del Congreso) para una población de seis millones y medio de habitantes y una extensión de 8.000 km2.

El estado de Texas mide casi 700.000 km2 (un tercio más que España) y tiene 150 representantes (que no viven de la política) elegidos por distritos. Esos representantes ganan 7.000 dólares al año, más unas reducidas dietas por sesión del pleno del Congreso del Estado. Las cifras comparativas de Texas con la provincia de Madrid asustan, tanto en diputados como en sueldos, extensión y número de habitantes.

Está pendiente un proyecto reformista que recupere el protagonismo de la sociedad civil (como lo vivimos y propuso el PP durante los años 90 del pasado siglo) y la consecuente disminución del peso del Estado.

El partido Podemos, abducido por el PCE, ha entrado en barrena. No les funciona la casta, el IBEX ha desaparecido y se han inventado lo del fascismo por la ausencia de cualquier referente. Todo ello agravado por el delirio de género de la señora Montero con lo de niño, niña, niñe

Más Madrid se beneficia del descenso de Podemos, aunque su candidata es una médico muy rara cuyo proyecto es derribar un hospital nuevo en plena pandemia.

El candidato del PSOE ha dado numerosos bandazos. Comenzó negando la subida de impuestos mientras sus compañeros socialistas del Gobierno no paran de diseñar nuevos tributos y exacciones. Ángel Gabilondo renegó de la alianza con “este Iglesias” para, a los pocos días, pasar a pedir su apoyo: “Pablo, nos quedan doce días”. Es evidente que su director de campaña es un desastre.

Ciudadanos lucha desde el declive, que es una posición harto difícil. Los errores de Albert Rivera y la operación Murcia de Inés Arrimadas han dejado al partido al borde del precipicio. Por lo demás, Ciudadanos carece de propuestas reformistas, más allá de su reivindicación del centro geográfico.

Al PP le ha bastado con continuar en la cresta de la ola. Acertó al eliminar la palabra comunismo o socialismo de su cartel electoral, pero tampoco enumera media docena de medidas de cambio sobre lo que padecemos. La costosa carta de petición domiciliaria del voto para el PP es sólo una foto de Ayuso. Parece un recordatorio, casi una estampa. Deberían leer un poco sobre posibles reformas para que el PP sea algo más que un voto refugio frente al intervencionismo y la voracidad de impuestos de la izquierda.

Vox ha hecho, fundamentalmente, una campaña reactiva, salvo por su propuesta de reducción a la mitad de miembros de la Asamblea de Madrid. Vox propone evitar que el PP haga seguidismo de las políticas de la izquierda, lo cual es muy loable, e insiste en señalar los peligros de la inmigración ilegal y la inseguridad.

En resumen. Salvo por el creciente peso de las redes sociales, el parecido de esta campaña electoral con las anteriores sugiere que los defectos de la gestión pública van a continuar salvo que, de una vez, los principales partidos aborden una agenda reformista.

De momento, no emerge nada parecido.

Guillermo Gortázar. Historiador. Su último libro es Romanones: La transición fallida a la democracia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *