El mundo puede respirar mejor con la reelección este mes del Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, para un segundo mandato en el cargo. En un mundo xxx la unidad mundial resulta particularmente vital. Durante los cinco últimos años, Ban Ki-moon ha encarnado esa unidad, tanto con su excepcional diplomacia personal como en su papel de jefe de esa indispensable organización mundial.
Conseguir la reelección para dirigir las NN.UU. no es asunto fácil. Como jefe de una organización de 192 Estados miembros, el Secretario General nota inevitablemente xxx de las divisiones mundiales. En relación con cualquier asunto, el Secretario General se encontrará casi con seguridad entre grupos de países enfrentados. Sin embargo, Ban ha inspirado confianza mundial en su dirección hasta el punto de lograr un segundo mandato indisputado y unánime.
El consenso a favor de la reelección de Ban resulta tanto más asombroso cuanto que forman parte de él los llamados P-5, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las NN.UU.: los Estados Unidos, el Reino Unido, China, Francia y Rusia. Esos cinco poderosos países deben su preeminencia en las NN.UU. xxx la segunda guerra mundial, cuando fueron aliados en la victoria. Conforme a la Carta de las NN.UU., los cinco deben apoyar la elección de todos los Secretarios Generales. Ban Ki-moon ha conservado el firme respaldo de los cinco miembros permanentes,
Yo tengo el honor de prestar servicio como Asesor Especial del Secretario General sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Como tal, veo al Secretario General en acción en todas las partes del mundo. Es una experiencia grata, que me infunde una gran esperanza en un éxito final en la resolución de problemas mundiales como, por ejemplo, la pobreza, las amenazas medioambientales y los conflictos violentos.
Los numerosos problemas del mundo llegan hasta el despacho del Secretario General día y noche. Ya se trate de guerra y paz, revoluciones y golpes de Estado, desastres naturales, epidemias, elecciones discutidas o los insufribles problemas del hambre, la pobreza, el cambio climático y las migraciones en masa, las crisis inevitablemente requieren la atención del Secretario General. Es una cantidad de trabajo inconcebible y requiere el compromiso del Secretario General y su equipo durante las 24 horas del día.
Durante un reciente viaje con Ban a Egipto y Túnez, lo contemplé, impresionado, respaldar con destreza los cambios democráticos que están en marcha en esos dos países, al tiempo que abordaba muchos otros levantamientos habidos en la región. Ban ofreció su apoyo generoso y estimulante a los valientes dirigentes juveniles de los dos países que están en la vanguardia de los cambios políticos puestos en marcha este año.
Desde sus primeros días en el cargo, Ban insistió en que muchos de los mayores problemas –o la mayoría de ellos– se reducen a una realidad simple, pero brutal: ahora somos una sociedad mundial, interconectada y superpoblada, con siete mil millones de personas luchando para encontrar un punto de apoyo en un planeta muy vulnerable. Los imperativos de alimentar al mundo, mantenerlo a salvo de epidemias, como, por ejemplo, el paludismo y el SIDA, y combinar el progreso económico con la seguridad medioambiental local y mundial son los que caracterizan nuestro tiempo. Con frecuencia las causas subyacentes de la guerra y la violencia son el hambre, la pobreza y la degradación medioambiental, como, por ejemplo, el cambio climático inducido por el hombre.
En una palabra, estamos en una era mundial, que podemos denominar la “era del desarrollo sostenible”, en la que nuestra seguridad e incluso nuestra supervivencia dependerán de que el mundo entero forje un triple compromiso: acabar con la pobreza extrema, garantizar los derechos humanos a todos y proteger el medio ambiente natural contra las crisis, inducidas por el hombre, del cambio climático, la destrucción de la diversidad biológica y el agotamiento de las reservas de agua dulce y otro recursos vitales. Ban ha insistido incansablemente en la necesidad de colocar el desarrollo sostenible en el centro de nuestro pensamiento.
Los problemas de la pobreza, el agotamiento de los recursos, el cambio climático y los derechos humanos predominarán en el segundo mandato de Ban y en la labor de quienes lo sucedan como Secretario General. En 2012, los gobiernos del mundo se reunirán en Río de Janeiro, veinte años después de la histórica conferencia en la que firmaron el tratado amplio para luchar contra el cambio climático inducido por el hombre. Desde entonces se ha logrado demasiado poco y, entre bastidores, Ban trabaja incansablemente para deshacer los xxx y evitar el desastre climático.
Al comienzo del tercer milenio, el predecesor de Ban, Kofi Annan, reunió a los dirigentes del mundo para que aprobaran los objetivos de desarrollo del Milenio, con las ambiciosas metas que se debían alcanzar en la lucha contra la pobreza, el hambre y las enfermedades en 2015. Ban ha sido un adalid incansable de dichos objetivos y ha organizado viarias campañas muy creativas para aumentar el compromiso con ellos a escala mundial.
El año pasado, por ejemplo, Ban lanzó una nueva y audaz iniciativa mundial, “Todas las madres, todos los hijos”, para mejorar la atención de salud de las madres y los hijos. Ha abanderado la lucha contra el VIH/SIDA, la tuberculosis y el paludismo y se ha ganado a muchos dirigentes y figuras públicas mundiales para la causa. Bajo la dirección de Ban, se están logrando avances notables, aunque, como ha subrayado, son posibles y necesarios unos avances más rápidos. En 2015, el Secretario General contribuirá a guiar el mundo hacia compromisos aún más audaces en la lucha para acabar con la pobreza extrema y la privación en dos próximos decenios.
La historia de Ban se caracteriza por una gran satisfacción personal, que infunde esperanza a todos. Cuando Ban viaja a las regiones empobrecidas de África, se mezcla con los habitantes de las aldeas y cuenta que él mismo creció en la pobreza y la privación de la Corea del decenio de 1950 y que, comprometiéndose con el trabajo denodado, la educación, la ciencia moderna y los valores compartidos, Corea del Sur llegó a ser uno de los países más ricos y logrados del mundo.
El ascenso de Ban desde la pobreza a la dirección mundial es paralelo de la trayectoria de su país. Es una historia de decencia, compromiso y generosidad que le ha granjeado la confianza mundial y puede contribuir a guiar el mundo en un momento de riesgos sin precedentes y oportunidades excepcionales.
Jeffrey D. Sachs, profesor de Economía y director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. También es Asesor Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Traducido del inglés por Carlos Manzano.