Bancarrota del nacionalismo vasco

Es evidente que en Euskadi primero fue el nacionalismo y luego llegó el terrorismo, sin que sea posible establecer una vinculación histórica entre ambos. El año 1898 nace el Partido Nacionalista Vasco, un partido que no recurre nunca al terrorismo. Este nace de la mano de ETA en la década de los 60 del siglo pasado. Y ETA nace como crítica radical al nacionalismo aburguesado de sus padres, en ruptura con él y con ánimo de sustituirlo. Se podría decir que el verdadero enemigo de ETA y de su terrorismo es el PNV.

Ello hace más grave, si cabe, el hecho de que este partido, especialmente en su deriva de los últimos y demasiado largos años, no encuentre el camino para distanciarse radicalmente del terrorismo. Distanciarse radicalmente del terrorismo no consiste, no puede consistir, en condenar los asesinatos. No puede consistir en exigir a ETA que deje de matar. Tampoco basta con plantear a Batasuna y todos sus sustitutos que se distancien de ETA. Hace falta algo más. Es preciso constatar cuáles son las consecuencias que la presencia de la violencia terrorista de ETA tiene en la política vasca. La entrada de una forma de hacer política como es practicarla usando el terrorismo tiende a destrozar el espacio mismo de la democracia. Por eso es necesario pensar seriamente en las consecuencias de la presencia del terrorismo en la política vasca.

Una de las formas de hacerlo es tomar como referente el significado político de las víctimas. Un significado que no radica en lo que piensan las familias de las víctimas. Un significado que no radica en lo que pensaron en vida las víctimas asesinadas. Un significado que nace y está inexorablemente vinculado a la intención de los verdugos. A una intención política. A un proyecto político.

Lo que el lendakari Juan José Ibarretxe debería tener en cuenta, más allá de los homenajes a las víctimas, a la hora de pensar en el futuro político de la sociedad vasca, a la hora de formular sus planes y sus hojas de ruta, es hasta qué punto todo ello resulta compatible con la memoria y el respeto al significado político de las víctimas. Lo que Ibarretxe tenía que haber pensado es hasta qué punto el futuro político de la sociedad vasca puede basarse en que la razón que sirvió para asesinar a las víctimas sea la razón sobre la que se funde ese futuro político.

La presencia del terrorismo en una sociedad busca destrozar el espacio de la política democrática. Y la única manera que existe de proteger ese espacio de política democrática es trazar una clara lí- nea de demarcación frente a todo lo que representa esa destrucción de la política. El nacionalismo vasco, sin embargo, ha creído todos estos últimos años que es precisamente la negación de esa línea de separación lo que permitiría matar dos pájaros de un tiro: conseguir la paz (la desaparición de ETA) y alcanzar los fines nacionalistas. El nacionalismo vasco ha creído que es posible preservar el espacio de la política democrática colocándose en el intersticio que lo separa de la política terrorista.

Y la consecuencia es que el nacionalismo vasco está siendo arrastrado, cada vez con más fuerza, hacia el espacio de la política controlada por el terrorismo. La consecuencia es que el nacionalismo vasco está siendo arrastrado fuera del espacio de la política democrática, hacia la vorá- gine del terrorismo que engulle todo lo que se le acerca.

Las preguntas formuladas por el lendakari Ibarretxe lo ponen claramente de manifiesto. No hay condena de ETA. Pero existe una insinuación de que la respuesta afirmativa a la segunda pregunta, la que se refiere a la negociación para alcanzar el derecho de decisión de los vascos, tiene algo que ver con el supuesto incluido en la primera: la desaparición de ETA. Ibarretxe vuelve a mezclar, esta vez ni tan siquiera sibilinamente, la consecución del derecho de autodeterminación con el fin de ETA. Y con ello se coloca en manos de los terroristas.

El proyecto de ley del lendakari no puede salir adelante en el Parlamento vasco sin el voto del Partido Comunista de las Tierras Vascas (EHAK/PCTV). Y el voto de este partido lo decidirá ETA. Ibarretxe no puede ganar ningún referendo sin los votos de ETA y su entorno; probablemente, ni así. ETA tiene la llave del futuro dell plan soberanista del lendakari. En esta tesitura, el representante máximo de una institución democrática --el Gobierno vasco, surgido del Parlamento vasco, ambos legitimados por el Estatuto y la Constitución-- se pone en manos de ETA. Culmina el destrozo del espacio público de la política democrática haciendo a la violencia terrorista árbitro del futuro político de los vascos.

El lendakari Ibarretxe está conduciendo, ha conducido, al nacionalismo vasco, al PNV, a una posición antisistema. El lendakari Ibarretxe está dejando fuera de curso la tradición del PNV, la de ser un partido de orden. Le está empujado a quedar fuera del sistema democrático. Y además está anulando toda la tradición de equilibrio de poder dentro del PNV: lo que en su día pretendió Garaikoetxea --que el presidente del Gobierno fuera al mismo tiempo presidente del partido, contra la tradición del PNV-- lo está ejecutando ahora Ibarretxe, desautorizando al presidente del partido, Iñigo Urkullu. Está llevando al PNV al abismo, al suicidio.

Joseba Arregi, presidente de la asociación cultural Aldaketa.