Banqueros con fronteras

Cuando Mervyn King sea reemplazado por Mark Carney como gobernador del Banco de Inglaterra en julio de 2013, el mundo se verá privado de sus ingeniosas declaraciones en público. Mi favorita es la que profirió mientras comentaba los datos sobre las sólidas ventas minoristas navideñas y puso en duda su relevancia para evaluar la situación de la economía. «El verdadero significado de la historia navideña» entonó solemnemente «no nos será revelado hasta la Pascua, o incluso mucho después». Seguramente hay aquí vocación para una nueva carrera sobre el escenario o el púlpito.

La frase más citada de King es «las instituciones bancarias mundiales son globales en vida y nacionales en su muerte». Comercian en todo el mundo, a través de fronteras porosas y sin preocuparse demasiado por la ubicación geográfica del capital y la liquidez. Pero, cuando la música se detiene, son el regulador local y el Banco Central local quienes deben pagar la cuenta, incluso si las pérdidas se generaron en otro sitio. De igual manera, la caída de un banco puede generar problemas en otros países, problemas de los que las autoridades correspondientes a su casa matriz pueden desentenderse.

Los bancos islandeses, por ejemplo, captaron depósitos en el Reino Unido y los Países Bajos y los enviaron a Reikiavik, dejando a los países anfitriones sin efectivo. De igual manera, el colapso de Lehman Brothers expuso más a los acreedores europeos que a los estadounidenses, cuyo fondos habían sido devueltos a casa, en Nueva York, el viernes previo al desplome.

Desde hace años los reguladores luchan con estos problemas, sin resultados evidentes. A mediados de diciembre, el Banco de Inglaterra (BoE) y la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC) estadounidense anunciaron lo que pareció un gran avance, al menos respecto de los bancos principales con sede en EE. UU. o el RU –esto es, 12 de las 28 instituciones consideradas globalmente sistémicas por la Junta para la Estabilidad Financiera. En su caso, una autoridad de resolución en Londres o Washington tomaría el control de la empresa matriz, desplazaría a la dirección y distribuiría las pérdidas entre los accionistas y los acreedores no asegurados.

Parecía plausible. Los funcionarios del BoE declararon enfáticamente que estaban preparados para confiar sus contrapartes estadounidenses y que no intervendrían para apropiarse de las filiales ni los activos en el RU. «Este es un viaje que requiere confianza», afirmó el subgobernador del BoE, Paul Tucker. Pero el enamoramiento angloestadounidense se agrió rápidamente cuando se pidió al presidente de la FDIC que asegurase idéntica confianza en las autoridades británicas. Según el Financial Times, «se rehusó, riendo».

De hecho, mientras la FDIC y el BoE trabajaban en su plan, la Reserva Federal estadounidense desarrollaba propuestas que expondrán a los bancos extranjeros en EE. UU. a un conjunto de controles mucho mayor y una supervisión más estricta que los actuales. La Fed busca obligar a los bancos extranjeros a crear una empresa controlante para sus filiales con capital separado, que en la práctica le permitiría supervisar directamente sus negocios. También deberán mantener posiciones más sólidas de capital y liquidez en EE. UU.

La justificación que ofrecen para estas nuevas obligaciones es que los bancos extranjeros han incorporado a su tradicional actividad crediticia la participación en considerables y a menudo complejas operaciones en los mercados de capitales. «La crisis reveló los riesgos resultantes para la estabilidad financiera estadounidense», comentó el gobernador de la Fed, Daniel Tarullo. La Autoridad de Servicios Financieros del RU ha recurrido a la misma lógica para exigir a los bancos extranjeros que establezcan filiales locales en vez de captar depósitos o efectuar préstamos a través de una sucursal del banco matriz.

A primera vista estas acciones parecen estar bien justificadas, dado el caos que crearon los bancos escasamente regulados en los principales centros financieros. Pero debemos poner en claro que estos cambios no son meros retoques. Implican dar marcha atrás en políticas implementadas durante décadas por los reguladores estadounidenses y británicos.

Ernest Patrikis, un exsupervisor de la Fed, resalta que claramente en EE. UU. los bancos locales tendrán importantes ventajas respecto de los extranjeros. Más dramáticamente, afirma que «la filialización será el fin de la banca internacional».

Larry Fink, director ejecutivo de la empresa de gestión de inversiones multinacionales BlackRock, opina algo semejante: «Realmente se cuestiona [la] entera globalización de estas empresas», con «cada país por su [cuenta]». Agrega: «No lo llamaría una guerra comercial, pero ciertamente diría que es un alto nivel de proteccionismo». Una deliciosa ironía en Europa es que los bancos chinos están desafiando el requisito de establecer filiales en Londres precisamente con esos argumentos.

Por ahora, las preocupaciones extremas sobre el proteccionismo probablemente sean exageradas. Y es difícil negar que la Fed debería seguir de cerca las estrategias de financiamiento de los bancos extranjeros que operan en EE. UU. Otro gobernador de la Fed, Jeremy Stein, señaló que los bancos extranjeros tienen pasivos en dólares por aproximadamente $8 billones, en gran parte para el financiamiento de corto plazo de ventas mayoristas.

Pero existe el riesgo de que esas intervenciones sean el extremo de una peligrosa cuña. La filialización obligatoria atrapa al capital y la liquidez en entidades legales locales, algo que reduce la eficacia con la que se usa ese capital. En una era de escaso capital bancario, este impedimento conlleva costos económicos significativos.

Además, herramientas que pueden ser utilizadas bien y sabiamente por instituciones con perspectivas globales, como la Fed y el Banco de Inglaterra, podrían asumir una forma diferente en países donde el compromiso con la apertura y el libre mercado no puede asegurarse. Debemos esperar entonces que las autoridades estadounidenses y británicas sean cautas y no utilicen sus nuevos poderes para eliminar a la competencia extranjera. «Cuidado con lo que deseas» es un consejo tan sabio en general como para el mundo regulatorio.

Howard Davies, a professor at Sciences Po in Paris, was the first chairman of the United Kingdom’s Financial Services Authority (1997-2003). He was Director of the London School of Economics (2003-11) and served as Deputy Governor of the Bank of England and Director-General of the Confederation of British Industry. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *