Barbarie y muerte

Por Rosa Regás es escritora (EL MUNDO, 12/03/04):

De todos los actos aberrantes que suceden en este mundo de horrores, ninguno tan execrable como la masacre con la que ayer comenzó el día en Madrid. Tras el espanto y la profunda indignación con que todos hemos reaccionado, tras las lágrimas de tristeza e impotencia que brotan para sustituir unas palabras de condena que no nos bastan, asoma el estupor y la incomprensión ante un acto vandálico que escapa a la inteligencia porque carece de sentido y porque ha segado la vida de hombres, mujeres y niños, todos inocentes, todos ajenos a las macabras intenciones de los asesinos.

¿Qué habrá en la cabeza de los asesinos, de estos chicos y chicas, hombres o mujeres que han dejado las bolsas de explosivos en los vagones o en las estaciones a sabiendas de que habrían de crear tanta muerte y desolación? ¿No es lícito pensar que sus cerebros ya no les pertenecen porque han pasado a ser instrumentos al servicio de una voluntad diabólica que no tiene más objetivo que crear el terror y la destrucción? ¿Cómo es posible que tamañas monstruosidades las cometan individuos que caminan y piensan, que se mueven entre nosotros, que tendrán sus apetencias y sus memorias, que les someterá un día el dolor y otro reirán y otro llorarán la muerte de uno de los suyos? Han matado a los más humildes, a los que iban a su trabajo como cada mañana, a los que viven en los barrios más necesitados. Ellos han sido los elegidos por el terror. ¿Por qué? Si han sido los unos, no vale decir que están en guerra porque no lo están. No vale decir que son resistentes porque no lo son. Y si son los otros, ¿qué culpa tienen estos ciudadanos de lo que ocurre en un mundo que muchos de ellos sólo conocen por los telediarios? Han elegido Madrid.¿Por qué Madrid, la ciudad abierta que acoge a todos los que llegan, la ciudad donde, vengamos de donde vengamos, nos sentimos todos plenos ciudadanos?

Es imposible responder a tantas preguntas porque no hay respuesta, ellos no la tienen. Son asesinos simplemente, asesinos a sangre fría sin más ideología que la sangre y la muerte. ¿Por qué? ¿Cuál es su discurso? ¿Entra en él la dignidad de las personas, su seguridad, su igualdad y el derecho de todo ser humano a participar en el destino de la nación en la que ha nacido, pensando lo que quiera y luchando pacíficamente por lo que desea? ¿O todo se reduce a la destrucción? ¿A quién beneficia esta destrucción? Se diría que el único objetivo de los asesinos es permanecer.De lo contrario, ¿qué harían?

Tienen para siempre las manos manchadas de sangre, pero también el alma y el corazón. Y han conseguido sembrar la desolación en todas las personas de buena voluntad que, votemos a quien votemos, somos la mayoría en este país. Nos han dejado con un insoportable dolor en lo más profundo de nuestras ideas, de nuestras convicciones y de nuestros sentimientos, y con la esperanza cada vez más arraigada de que ellos y sus discursos acaben en el ámbito único, en el lugar donde merecen permanecer: la justicia.

Ha llegado el momento de terminar con estas masacres, sea como sea, buscando con inteligencia una solución a un conflicto que de ningún modo está controlado ni desactivado. Ha llegado el momento de detener estas matanzas, de que no mueran más ciudadanos inocentes. Con ellos y con sus familias está nuestro dolor y nuestras lágrimas, que no cesan.