Barcelona hotel

Tres edificios emblemáticos de Barcelona cambian su uso, de oficinas a hoteles. Son las sedes de Deutsche Bank España, de Aguas de Barcelona y de Henkel Ibérica. Tienen su pequeña-gran historia: el primero está en el cruce del Paseo de Gracia con la Diagonal, y es uno de los rascacielos veteranos de la ciudad. El segundo es media manzana del Ensanche, de planta y fachada modestas, fruto de la adquisición en 1960 de la fábrica local de jabones Gota de Ámbar, conocida también por las marcas Conejo, Mistol, La Toja o Perlan. El tercer edificio, el rascacielos Agbar, es el diseño más provocador de Jean Nouvel, en el distrito post-olímpico 22@.

Haciendo números, estas empresas habrán decidido que es mejor vender ahora. Parece que a Barcelona le queda poco recorrido como sede de corporaciones. Vale decir que las últimas industrias salieron de Barcelona en los años 70 y 80 del siglo pasado. Encontraron nuevo espacio en el área metropolitana y en el resto de España y del mundo. Fue normal, el uso industrial se sustituyó por residencial y oficinas; cuellos azules por cuellos blancos. Pero el cambio actual, de oficinas a turismo, de cuellos blancos por personal de hostelería y por turistas, es más problemático. El cierre de edificios corporativos y su sustitución por hoteles es menos normal.

Barcelona es una ciudad turística desde los Juegos Olímpicos de 1992, por dos motivos: una profunda renovación urbana y la visibilidad de su marca. Como ciudad de la Unión Europea, acceder a Barcelona es sencillo para 500 millones de europeos y es fácil para otros 500 millones de ciudadanos de América y varios centenares de millones más del resto del mundo.

Dícese que Barcelona es el cuarto destino turístico entre las ciudades del mundo, tras Nueva York, Londres y París. Pero entre estas urbes hay diferencias de alcance. Barcelona es bastante más chica que las otras, y en ella la concentración de empresas y de edificios corporativos es muchísimo menor. En Barcelona escasean los palacios y el museo más concurrido es el del Barça. De modo que, propiamente, Barcelona debe compararse no con capitales que son líderes globales sino con… Las Vegas. A diferencia de aquellas ciudades, el turismo tipo de Barcelona no es de negocios –salvo para algún congreso masivo, como ocurre también en Las Vegas– sino de parejas, a lo sumo de familias y para estancias de dos días, preferiblemente en fin de semana, así como con precios muy competitivos y con pocas compras y gastos adicionales.

Como capital económica que fuera de España, Barcelona hospedó las oficinas centrales de numerosas sociedades cuyo mercado es la Península Ibérica, a veces incluso de subsidiarias de multinacionales para el sur de Europa y el Mediterráneo. Durante las cuatro últimas décadas de desarrollo espectacular de España, los centros de gravedad de la economía española se han alterado mucho. La actividad se difundió en el territorio nacional, y el Estado se descentralizó. Madrid perdió peso relativo como administración y lo ganó como centro de negocios. Por ello, y por las diferentes políticas de los gobiernos regionales de Cataluña (secesionista e intervencionista) y de Madrid (integradora y liberal), las inversiones que hoy salen de Barcelona se las lleva, las «roba»… ¡Madrid!

El cambio económico, político y tecnológico, la globalización, la integración europea, la informatización e internet, han trastocado la dinámica de las ciudades. En la actual econonía global del conocimiento, las urbes tienen un papel clave en la competitividad de las regiones y de los países. Estabilidad, calidad de la regulación y administración smart son esenciales para la competencia global de las ciudades-región. Pues bien, aunque la marca Barcelona aupó a la ciudad –especialmente en su faceta turística–, Cataluña está hoy en la posición 142 en el ranking de competitividad de las regiones de la Unión Europea mientras que Madrid se halla en el lugar 57.

Desde 2006 la inestabilidad política de la región es creciente, como es sabido, por la presión secesionista del gobierno de la Generalitat de Cataluña. Por momentos hubo nubarrones, que algunos se afanaron en pintar negrísimos, como el 9-N. ¿Qué queda de aquella Barcelona abierta al mundo, qué hay de su creatividad y capacidad emprendedora, dónde está la competitividad de Cataluña? En el puesto 142, por ahora.

Ferrán Brunet, profesor de Economía Europea de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *