Bases del acuerdo entre Batasuna y EA

Pocas cosas nuevas encontrará en la primera parte de las Bases del acuerdo estratégico todo aquel lector acostumbrado a leer los manifiestos nacionalistas-soberanistas-independentistas vascos sobre Euskal Herria, la Constitución española, el Amejoramiento del Fuero, el Estatuto de Guernica, el conflicto político vasco o la democracia española.

Esta vez lo más original es la doble versión que dan separadamente EA y Batasuna del propio Estatuto y su historia posterior. Pero lo que importa sobre todo es el «objetivo estratégico» de la constitución del Estado Vasco, que es lo que les une en esta ocasión.

Ya algunos dirigentes del PNV han entendido el acuerdo como el intento de EA de sobrevivir, aunque sea para poco tiempo, en la vida política vasca, y el conato de Batasuna por volver a una vida política plena, constatado el fracaso de la vía terrorista, y antes de que sea demasiado tarde, como afirmaba hace días en Baracaldo Tasio Erkizia, y Aralar se convierta en la única referencia independentista.

De todos modos, es patente la intención de una y otra fuerzas políticas por formar el polo de la izquierda vasca independentista frente al PNV. Éste pasaría a constituir, junto con Hamaikabat (escisión de EA) la mayoritaria derecha vasca, con el triple estrato autonomista, soberanista e independentista, que corresponde, más o menos, al triple estrato político vital de su fundador Sabino Arana Goiri, primero carlista foralista, luego independentista extremoso y, al final de su vida, autonomista-vasquista, fundador de la Liga de Vascos Españolista.

La independencia de Euskal Herria lo explica y lo justifica aquí todo, pero tropieza pronto con la tenaz realidad tan diferente de los distintos territorios que, según la doctrina sabiniana, la componen y que merecen aquí un rápido y parcial comentario. Como siempre, los nombres fungen un simbolismo capital. Navarra siempre se escribe, incluso en la versión castellana, como Nafarroa Garaia (Alta Navarra), en contraste con la llamada Baja Navarra, cuya denominación clásica fue Ultrapuertos o Tierra de Vascos.

Y ya entrados en el soñado solar de la independencia, se enumeran algunos principios tópicos del futuro modelo de sociedad de las dos fuerzas independentistas, que quieren una Euskal Herria «progresista y de izquierda». Algunos objetivos, en diferentes tiempos, son «el cambio de la LTH», o Ley de Territorios Históricos, seguramente en versión unitaria, como siempre fue el proyecto de EA; una universidad pública «para el conjunto de Euskal Herria», y sobre todo, en un alarde contradictorio, «una Euskal Herria euskaldun, formada por una ciudadanía pluricultural y multilingüe», con la oficialidad plena del euskara en todo el nuevo Estado.

El lector que va recorriendo los diferentes tiempos de la nueva creación política -que se supone cómodamente insertable en la Unión Europea- lee una y otra vez que uno de los derechos que desde el primer momento del proceso de negociación se exigen es, naturalmente, el célebre «derecho a decidir», pero «sin injerencias de nadie ni de ningún tipo», y ya sabemos bien lo que esto significa. Este derecho hace posible, como ya nos repitió el ex lehendakari Ibarretxe, la opción «por la independencia u otra fórmula de relación con los estados español y francés» (con letra minúscula, por cierto). Pero de esa «otra fórmula» no se dice una palabra. Lo que prueba que aquí se cita a título de inventario, y que el único nombre que cuadra a ese «derecho a decidir», o autodeterminación, es la independencia.

Pero creo que, tal y como están las cosas en Euskadi y en toda Europa, y tal como se presentan Batasuna-ETA y ETA-Batasuna (que no se nombran siquiera, como si fueran la bicha), el problema que parece interesar a todos es el que algunos siguen llamando «violencia» y que la realidad nos obliga a llamarlo terror/terrorismo. El apartado 4.2, apartado B (Resolución del conflicto político), es su lugar en el documento de las Bases.

Me adelanto a subrayar que en el párrafo décimo de ese apartado se dice algo capital sobre la «violencia»: «Hemos empezado a dar pasos para que la violencia consecuencia del conflicto político, desde el inicio del proceso quede definitivamente atrás».

No sé si quedará atrás, pero, con esta prosa lo que queda es cuasi legitimada y, por lo menos, absuelta.

Y algo similar puede decirse de las «vías pacíficas y democráticas», que se unen a «las vías políticas». Como es bien sabido, en los innumerables testimonios escritos de Batasuna «paz» y «democracia» significan en última instancia autodeterminación y, más aún, independencia. Ese bello lema que luce en muchas fachadas consistoriales, pakea behar dugu (necesitamos la paz), no es, para muchos al menos, tan bíblico, tan humanista y tan virtuoso, como algunos utopistas o ingenuos quisieran.

En el párrafo tercero del susodicho apartado se habla de «superar cuanto antes una realidad de múltiples violencias» y seguidamente de la «superación de toda violencia». No cabe la menor duda de que aquí, como en otros papeles históricos, entran las violencias del Estado (Constitución, Fuerzas Armadas, Fuerzas de Seguridad…). Algo se aclara en el siguiente párrafo, que añade el «compromiso de renunciar al uso de la fuerza y al (sic) rechazo a todo intento por otros al uso de la fuerza, o la amenaza de usarla, para intentar influir en el curso o el resultado de las negociaciones multipartitas». Se derogará la ley de Partidos (párrafo quinto) y los derechos de manifestación como el de libertad de expresión «no deberán ser reprimidos».

Más significativas aún, en párrafos inmediatos, son la mención de los pasos hacia la «excarcelación de todos y todas las presas políticas» (sic); la supresión de «cadenas perpetuas» y otras fechorías en las cárceles españolas, así como de «procesos judiciales contrarios a los derechos civiles y políticos y a la libre actividad política».

Y todo esto y mucho más, como puntos de la primera negociación para llegar al ansiado «acuerdo político», que exigen también los llamados «mediadores» internacionales, desde una sala del Parlamento Europeo o de San Sebastián, tras interiorizar el espejismo de que Euskadi es hoy como era en aquellos tiempos la provincia del Ulster o la Sudáfrica en época del apartheid.

Ni que decir tiene que a lo largo de las páginas de las Bases no aparecen los nombres de Batasuna o Herri Batasuna, sino siempre la Izquierda Abertzale [Patriótica], sintagma perfecto para decir en las dos lenguas, respectivamente, lo más sublime de las dos. Ni se llaman «radicales» ni tampoco «nacionalistas», como casi todos los califican. Los firmantes de las Bases se llaman a todas horas, porque lo son, «independentistas» vascos.

Víctor Manuel Arbeloa, escritor, ex presidente del Parlamento de Navarra y ex senador.