Bendito «acuerdo de diciembre» en Suecia

Mis cuatro felices años como embajador de España en Suecia me han convertido en privilegiado observador del buen funcionamiento de las estructuras democráticas de este histórico Reino. Por ello, me pude animar a escribir, en esta misma Tribuna, sobre las características que garantizan la viabilidad de este Estado de bienestar tan reputado. En otros medios comenté la evolución de la generosa política sueca en lo que tiene que ver con el refugio y el asilo, y las necesarias adaptaciones al excesivo flujo de inmigrantes.

A punto de cesar en este destino, pues en breve el esperado nuevo Gobierno nombrará a mi sucesor, no querría dejar en el tintero uno de los sucesos políticos que más admiré, y que recuerdo en el título de estas reflexiones. Las últimas elecciones generales de septiembre de 2014 arrojaron unos resultados muy ajustados. El principal partido entonces en el Gobierno, los Moderados, perdió 23 escaños, y el principal partido de la oposición, los Socialdemócratas, ganó 1. Afortunadamente, ello fue suficiente para que toda la clase política y la opinión pública considerasen que el líder socialdemócrata, Stefan Löfven, era el llamado a constituir un nuevo Gobierno. Era cierto que las sumas de los escaños de los cuatro partidos del centro-derecha, que hasta entonces gobernaban, 141, nunca hubiese logrado imponerse a los 138 resultantes de los dos partidos citados, Socialdemócratas y Verdes, pues estos contarían con otros eventuales apoyos extra gubernamentales. Quedaban fuera, en un extremo y en otro, los populistas Demócratas de Suecia (49 escaños), y los ex comunistas, el Partido de la Izquierda (21 escaños), pues hoy por hoy, y por su radicalidad ideológica, no se les considera «integrables» en ningún Ejecutivo.

Las negociaciones, con tan apretadas cifras, no resultaron fáciles. Al término de las mismas, el día 3 de diciembre, el candidato a PM anunció que sería necesario repetir las elecciones, algo que sólo había sucedido una vez en la larga historia de la democracia en Suecia. Afortunadamente, estos textos constitucionales dan un margen de unas semanas para que el citado anuncio se haga efectivo y se proceda a la disolución del Parlamento. Stefan Löfven, con fama de gran negociador lograda en su larga trayectoria sindicalista,

según se ha sabido con posterioridad, empezó ese mismo día a hablar con unos y otros líderes políticos para evitar unos comicios que, según las encuestas, arrojarían resultados muy similares. Pactaron actuar con absoluta discreción, y estos medios de opinión no pudieron filtrar ninguno de los momentos negociadores, buenos o malos, ni conocer el fondo de los planteamientos.

Para sorpresa y satisfacción de todos, Stefan Löfven anunció el 27 de diciembre, dos días antes del vencimiento del plazo citado, que se había llegado a un acuerdo entre los partidos de centro-derecha y de centro-izquierda, que permitía evitar las nuevas elecciones. La esencia del mismo era el compromiso de uno y otro bloque para que los partidos considerados ganadores contasen con la abstención de los partidos perdedores para poder sacar adelante los futuros presupuestos durante las dos legislaturas siguientes, lo que garantizaría la viabilidad política a los, cada vez más inevitables, gobiernos en minoría.

El acuerdo lo firmaron sólo los dos partidos de centro-izquierda mencionados y los cuatro partidos de centroderecha que formaban la «Alianza» (Moderados, Liberales, Centro y Cristianodemócratas). Quedaban fuera el Partido de la Izquierda, con cuya abstención, sin embargo, se podría siempre contar para sacar adelante la coalición «roji-verde», y los Demócratas de Suecia, aquí considerados como herederos de planteamientos de inspiración nazi.

No puedo ocultar que el exitoso «Acuerdo de Diciembre», tras cumplir con su objetivo principal de evitar la repetición de las elecciones, ha ido perdiendo pujanza en la vida parlamentaria, y se considera hoy superado. Los partidos de centro-derecha se han visto llamados a ejercer una oposición cada vez más firme en sede parlamentaria, y han sido muy frecuentes las derrotas del Gobierno –Socialdemócratas y Verdes– en distintas votaciones, incluidos aspectos concretos de los sucesivos presupuestos.

En cualquier caso, el principal partido de la oposición, con la nueva líder moderada Anna Kinberg Batra, es muy consciente del nivel de exigencia del electorado sueco, y sabe que no podrá ganar las próximas elecciones sin permitir que el actual Gobierno siga intentando llevar a cabo importantes reformas anunciadas en campaña. Dejará, pues, gobernar al Gobierno en minoría el máximo tiempo posible, y acumulará fuerzas para lograr el poder en las elecciones previstas para 2018.

Reconozco mi admiración por estos planteamientos tan pragmáticos, que buscan verdaderamente servir al ciudadano en su aspiración máxima, por todos compartida: «que Suecia siga creciendo económicamente, generando más puestos de trabajo, y potenciando su desarrollo económico e industrial dentro de esquemas cada vez más igualitarios».

Javier Jiménez-Ugarte, embajador de España.

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