Benedicto XVI, discípulo humilde de Jesucristo

La figura del Papa Benedicto emerge con fuerza, ahora que el Señor ha querido llevárselo al Reino de la luz y de la paz, después de noventa y cinco años de una fecunda vida, iniciada en un pequeño pueblo de Baviera el 16 de abril de 1927 y concluida en el pequeño monasterio donde residía, dentro de la Ciudad del Vaticano, el 31 de diciembre de 2022.

El Papa ha querido morir en casa, no en el hospital, cerca de la tumba del apóstol Pedro, acompañado de las personas queridas que le han cuidado hasta el final de sus días. Ha muerto en paz, con la lucidez de quien se pone en manos de Jesucristo, el eje de su existencia. Es hora de dar gracias a Dios por su persona y por su pontificado y hacer memoria de un hombre que ha servido a la Iglesia con solicitud y amor.

Benedicto XVI, discípulo humilde de JesucristoQuisiera destacar en primer lugar la solidez de su magisterio, un magisterio que se encuentra en continuidad con el de sus predecesores y que él desarrolló de múltiples formas, en sus discursos, homilías y alocuciones; y sobre todo en las encíclicas que escribió, dedicadas a las tres virtudes teologales, caridad, esperanza y fe: Deus caritas est (2005), Spe salvi (2007), Caritas in veritate (2009) y Lumen fidei -esta última, culminada y firmada por el Papa Francisco (29 de junio de 2013), tras la renuncia de Benedicto XVI al pontificado-.

Pero también es necesario tener muy en cuenta sus tres libros sobre Jesús, que son una reflexión bíblica y teológica sobre su vida: la infancia (vol. 3, 2012), la primera parte del ministerio de Jesús hasta la transfiguración (vol. 1, 2007) y la segunda parte de su ministerio hasta la pasión, muerte y resurrección (vol. 2, 2011).

Los dieciséis volúmenes de la Opera omnia de Benedicto XVI-Joseph Ratzinger dan fe de la gran aportación teológica y espiritual que ha hecho al pensamiento cristiano, incluyendo sus diálogos con la filosofía actual. La solidez teológica del magisterio del Papa Benedicto y la maestría del profesor Joseph Ratzinger son un tesoro para la Teología y para toda la Iglesia.

En segundo lugar, Benedicto XVI ha sido un servidor infatigable de la Iglesia en unos tiempos complejos, iniciados en 2001 con el ataque terrorista a las Torres Gemelas y que continuaron con las guerras en Siria e Irak y la guerra de Libia. En medio, la crisis económica de 2008 contribuyó a hundir a muchas personas en la pobreza. El Papa Benedicto ha sido una voz a favor de la paz, la esperanza y la concordia en un mundo rasgado por conflictos múltiples y por un terrorismo pertinaz, que ha sacudido a los países y sociedades mundiales. El Papa no se ha evadido de los problemas del mundo, sino que ha hablado con sensatez y delicadeza de todo lo que podía destruir a la humanidad.

Este amor a la Iglesia le llevó a tomar unas decisiones encomiables y valientes en el tema de los abusos y de las prácticas perversas de algunos miembros del cuerpo eclesial, que han desfigurado el rostro de la Esposa de Cristo, la santa madre Iglesia. El Papa Benedicto, conocedor de unos hechos terribles y graves no tembló a la hora de impulsar una investigación a fondo sobre un problema que había provocado una multitud de víctimas. Benedicto XVI, hombre de gran sensibilidad espiritual, tuvo que cargar sobre sus espaldas el drama de los abusos, que hería el cuerpo eclesial, y lo hizo con coraje y decisión. Igualmente, el Papa emérito, hombre bueno y humilde, tuvo que enfrentarse a actos irregulares de su entorno más cercano, y lo hizo con una serenidad envidiable.

El Papa Benedicto ha sido, a todos los efectos, un Papa del Concilio Vaticano II. Participó como experto cuando sólo tenía treinta y cinco años y lo comentó exhaustivamente, como dan fe los volúmenes de sus obras completas dedicados a grandes temas conciliares: la liturgia, la revelación divina, la Palabra de Dios, la Iglesia. En este sentido, como profesor de Teología, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como Papa, fue siempre un seguidor del magisterio conciliar y lo propuso con convencimiento y fidelidad, tanto a la letra como al espíritu, ayudando a hacer una hermenéutica correcta y fundamentada. En este sentido, su línea no se apartó del camino marcado por el Papa san Juan Pablo II, él también un Papa del Concilio, del que el cardenal Ratzinger fue un gran colaborador.

Joseph Ratzinger ha sido un hombre de cultura. Sus discursos eran cincelados por una pluma exquisita y una admirable inteligencia. Era europeo y europeísta, creía en la Europa de san Benito -el nombre que escogió como Pontífice lo expresa bastante bien- y de los santos Cirilo y Metodio.

Abogaba por la Europa cristiana, no puesta al margen de la razón filosófica, sino en diálogo con ella. Así lo puso de manifiesto con sus escritos, particularmente en los diálogos con el filósofo Habermas, cuando era cardenal, y en su discurso en el Colegio de los Bernardinos en París, ya de Papa (2008). Para él, la cultura y el humanismo eran elementos indisolubles de la identidad europea, y el nudo de la cultura europea no podía ser otro que, como dijo en París, «la búsqueda de Dios y la disponibilidad a encontrarlo».

Este fue el Papa Benedicto, un gran creyente, un Papa humilde, un hombre de Iglesia, que hizo todo lo que pudo para difundir con amor el mensaje del Evangelio por toda la tierra.

Descanse en paz quien se dejó modelar y guiar a lo largo de la vida por Jesús, el Hijo de Dios, que se definió a sí mismo como el humilde trabajador en la viña del Señor.

Juan José Omella Omella es cardenal de la Iglesia católica, presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Barcelona

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *