¿Beneficios, estabilidad económica o aumento de empleo?

¿Beneficios, estabilidad económica o aumento de empleo?

La motivación del empresario a la hora de crear su empresa ha sido objeto de multitud de consideraciones, de libros, de artículos, de debates, de estadísticas. Lo más común es afirmar que el emprendedor lo que persigue es el beneficio. No faltan, sin embargo, quienes afirman que los que crean empresas lo que buscan es vivir de manera libre e independiente y crear un patrimonio que les permita hacer lo mismo a las generaciones que los sigan. Libertad, herencia, estabilidad económica y beneficio parecen tener manifestaciones de interés en las empresas de nuestros días.

Las estadísticas acerca del número y tipo de las empresas, en cualquier país, parecen ser concluyentes en asignar la mayor abundancia a las Pequeñas y Medianas Empresas (pymes) y a las empresas familiares, aunque muchas de ellas pertenecen a ambas clases. Así, en Europa, Estados Unidos y Japón, el 70 por ciento-80 por ciento de las empresas son familiares, para España la cifra se sitúa en alrededor del 89 por ciento. La de pymes es, en la mayoría de los países, superior al 98 por ciento. En el sector industrial alemán tiene enorme importancia el «Mittelstand», compuesto, en su mayoría, por pymes familiares.

Un 20 por ciento de las 500 mayores compañías del mundo son familiares. Un porcentaje similar puede encontrarse entre las 100 mayores empresas españolas por facturación. Entidades como Walmart, Ford, Amazon, Microsoft, Banco de Santander, INITEX parece deben considerarse como empresas familiares.

La mayoría de los países tienen una definición clara de lo que debe entenderse por pyme. En el caso de la Unión Europea son pymes las empresas con menos de 250 trabajadores, ventas anuales de 50 millones de euros o menos y activos totales de 43 millones de euros o menos. La empresa familiar suele recibir una definición más difusa, pero, frecuentemente, hay acuerdo, en que han de concurrir tres elementos: familia; propiedad o posesión por la familia de una parte significativa del capital del negocio; y control o participación determinante de la familia en la dirección estratégica de la empresa.

La economía es una ciencia del comportamiento. Las políticas económicas y los modelos de gestión han de formularse en base a hipótesis sobre el comportamiento esperable de los propietarios, de los empresarios, de todos los denominados partícipes, esto es, de aquellas personas o grupos que afectan o que se ven afectados por la vida de las organizaciones. Las hipótesis, en nuestros días, habrán de referirse, si pretenden ajustarse a la realidad, al comportamiento de un universo empresarial compuesto, en su mayoría, por empresas que son familiares o pymes, o ambas cosas a la vez.

Está muy difundida la creencia de que las empresas familiares son organizaciones enrevesadamente complicadas y con una operación difícilmente inteligible. La aseveración de que las crea el abuelo, las mantiene el hijo y las vende o cierra el nieto, se ha venido a convertir en un proverbio. Lo curioso es que, si de verdad dicha afirmación fuera cierta, habría que aceptar que, posiblemente, como media, la empresa familiar es más longeva que la que no lo es. La afirmación puede apoyarse en que tres generaciones ocupan el espacio, aproximado, de 50 a 100 años. Este periodo puede compararse con el hecho de que, en una economía de mercado, desaparecen, al cabo de tres años, el 50 por ciento o más de las empresas que se habían creado, por causa de la competencia. Añádase que, con frecuencia, la empresa familiar no busca la maximización del beneficio, sino la permanencia a lo largo del tiempo, para asegurar la estabilidad económica de la familia y el formar parte de la herencia de la próxima generación. Suelen ser un ejemplo de que, al contrario de lo que se dice en muchos libros, no es el beneficio el primer objetivo del empresario.

Todas las investigaciones apuntan a que no existe una gestión, ni comportamiento similar en todas las empresas familiares. La cultura o conjunto de valores compartidos no es la misma en todas ellas. Difieren de unas a otras y pueden identificarse tipos distintos. No obstante, suele indicarse, como propio de la empresa familiar, el que sus instituciones se extienden a la familia, su búsqueda de la estabilidad a largo plazo más que el beneficio a corto, su transmisión de un patrimonio entre generaciones, su adopción de culturas basadas en la búsqueda de la calidad y la colaboración, orgullo de pertenencia, modelo de gobierno corporativo basado en la confianza, prudencia en la reinversión de los beneficios, compromiso social, agilidad y flexibilidad.

El mayor número de decisiones empresariales de un país parece, hoy, tomarse dentro del ámbito de la empresa familiar. Si esto es así, hay que cuestionar la validez de aquellos modelos de empresa en los que se postula que el motivo primero del empresario es el beneficio y en los que el mercado viene regulado por los resultados de que cada ciudadano se guíe por su propio interés.

Kate Raworth, en su libro La economía de la rosquilla, expone, de modo muy acertado, que este comportamiento egoísta puede no corresponderse con la realidad. La autora plantea hasta qué punto puede afirmarse que la enseñanza de que el empresario busca siempre el máximo beneficio induce este comportamiento en las personas, en los estudiantes, a los que se les enseña. La autora recoge estadísticas que comparan el comportamiento de jóvenes que han recibido formación en Economía en base a estos modelos y jóvenes que no, y que demuestran que los segundos tienen un comportamiento más colaborador, más «humano» que los primeros, a los que parece que las enseñanzas que han recibido los vuelven más egoístas y desenfocan sus decisiones.

La familia, la empresa familiar parece que debe considerarse como un importante pilar de la estabilidad económica, hecho que contrasta con los ataques que, en el estado del bienestar, está sufriendo esta institución.

Andrés Muñoz Machado es doctor ingeniero industrial.

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