Benidorm, destino familiar

En 1956, el poeta inglés Ted Hughes y la escritora norteamericana Sylvia Plath celebraron su luna de miel en Benidorm, tras visitar París y Madrid. El entonces alcalde, Pedro Zaragoza, había empezado a diseñar la transformación radical de aquel pueblo de pescadores en 1953. El 18 de abril de 1956 se aprobaba el Plan General de Ordenación Urbana de Benidorm, el primero de España para todo un término municipal. Ajenos a todo ello, Ted Hughes y Sylvia Plath buscaban en aquella población de la Marina valenciana la tranquilidad que exigen el amor y la creación literaria. «Tan pronto como divisé aquel pueblecito después de una hora de viajar en autobús a través de montes desiertos de arena roja, huertos de olivos y matorrales, todo tan típico, y vi aquel mar azul centelleante, la limpia curva de sus playas, sus inmaculadas casas y calles, sentí instintivamente, igual que Ted, que ese era nuestro lugar», escribe Plath a su madre.

Y, ciertamente, Benidorm –como Calp, Xàbia, Dénia o La Vila Joiosa-- era la viva estampa de un Mediterráneo tradicional que para ciertas almas ilustradas ofrecía sosiego y silencio, pero para otros abría infinitas posibilidades de negocio. La visión futurista de Pedro Zaragoza sentenció el bancal de olivos y algarrobos y dio paso al Benidorm moderno, un enjambre de avenidas y rascacielos que lanzó aquel bucólico enclave a una metamorfosis socieconómica y urbanística absoluta. En cincuenta y pocos años, los 2.787 habitantes de 1956 crecieron hasta los 100.000 residentes, que reciben a más de cinco millones de turistas anuales. Con aquel plan, Benidorm ponía todos los huevos en las cestas de la sobreexplotación turística y la construcción intensiva, un binomio demoníaco, pero muy productivo, alrededor del cual afloraron poderosos e influyentes grupos de interés que han determinado listas electorales y mayorías en el consistorio.
La transición llevó a los socialistas a la alcaldía de Benidorm, que gobernaron de acuerdo con los intereses de un puñado de familias enriquecidas que, desde entonces, se reparten la ciudad, como en el Manhattan original, por barrios y áreas de negocio. A este menester se han dedicado hasta ahora los Barceló, los Pérez-Devesa, los Pajín-Iraola y demás linajes del lugar, que han alternado sus influencias ante los partidos, con sus lógicas promiscuidades, según las conveniencias y oportunidades. En este contexto, nació a la vida política como concejal el yerno de los Barceló, Eduardo Zaplana, que en 1991 consiguió el bastón de mando municipal gracias al apoyo de una tránsfuga del PSOE, al parecer muy bien remunerada hasta hoy mismo. Como amor con amor se paga, ya como presidente de la Generalitat Valenciana, Zaplana accedió a que la ciudad modificara su plan general, lo que permitió exceder la edificabilidad de ciertas construcciones hasta en un 40%. El diseño de Terra Mítica fue su apuesta para completar la oferta turística del municipio, con los consiguientes negocios paralelos, hoy en el juzgado, y la hipoteca a largo plazo de Bancaja y la CAM, las dos cajas de ahorros más o menos valencianas.

Desde 1991, los populares han gobernado la ciudad con mayorías absolutas. Ahora, los 12 concejales elegidos en las listas socialistas, comandados por los padres de Leire Pajín y con la ayuda del tránsfuga José Bañuls, llevarán a la alcaldía a Agustín Navarro. Durante estos años, el modelo Benidorm se ha multiplicado hasta la metástasis entre sus vecinos Calp, Dénia o La Vila Joiosa, ayuntamientos que, por cierto, también han sufrido en esta legislatura mociones de censura pero de signo contrario a la que ahora se discute en Benidorm. Entre todas ellas destaca la de Dénia, donde la coalición entre el PSPV y el Bloc Nacionalista había bloqueado la construcción de 20.000 casas e iniciado la revisión del plan general. Gracias a la correspondiente tránsfuga socialista, la popular Ana Kringe es alcaldesa desde julio del 2008. Por su parte, el pequeño pueblo donde Ted Hughes y Sylvia Plath fueron felices tiene varios proyectos pendientes: la elaboración de otro plan general, distintos planes de actuación integral, la finalización del paseo marítimo de Poniente --tan importante para el gremio de los hoteleros-- y algunas permutas y recalificaciones de suelo como las que benefician a la misma Terra Mítica o a la presidencia del Benidorm CF. Además, el consistorio de Benidorm acumula más de 1.500 infracciones urbanísticas sin resolver, sin contar la ocupación de espacio público por parte de más del 70% de sus locales comerciales.

La pequeña casa en la que instalaron el nido de amor Hughes y Plath ya no existe. Pero aquel plan de 1956 que concebía el municipio como una «ciudad jardín» marcó unas líneas estratégicas muy vigentes. La volumetría y la ordenación territorial son hoy como entonces el campo de consenso o de enfrentamiento de las familias de Benidorm, un territorio de intereses cruzados donde la política adquiere tintes localistas extremos porque se trata de una ciudad que, como la Sicilia de Leonardo Sciascia, no es su país sino «su mundo». Hasta hoy, con el PP en el poder municipal, desde mañana, con unos concejales que han renunciado a la militancia socialista para no sonrojar a Leire Pajín. Había que escoger y, claro, como aprendimos de John Huston en El honor de los Prizzi, «si te vas de la familia, nunca serás nada».

Toni Mollà, periodista.