Berlusconi, contra la libertad de prensa

Más de 100.000 personas (los organizadores hablan de 300.000) tomaron las calles de Roma el sábado pasado, llegados de todas partes de Italia, para manifestar su apoyo a la libertad de prensa. ¿Cómo puede surgir un problema de libertad de información en el centro de Europa y en pleno 2009? Intentemos entenderlo.

Hace casi seis meses que el primer ministro del Gobierno italiano, Silvio Berlusconi, está librando una batalla contra el periódico La Repubblica, que publica cada día 10 preguntas (siempre las mismas) para el premier, sin haber obtenido jamás una respuesta. El caso se inició el 26 de abril, cuando el presidente del Consejo de Ministros participó en la fiesta del 18° cumpleaños de una joven y la primera dama –Veronica LarioSEnD denunció públicamente el «basurero político» que creaba el primer ministro al confundir las candidaturas políticas con los favores de jóvenes muchachas. «Mi marido frecuenta a menores –denunció la esposa de BerlusconiSEnD y lo hace porque está enfermo; tanto, que le he pedido a su médico que le ayude».

Sobre esta cuestión (de la que Berlusconi se ha defendido en la televisión, en un programa de debate político, y de la que una señorita de compañía ha entregado al fiscal general de la República unas cintas grabadas durante una noche que pasó en el domicilio privado del primer ministro), La Repubblica detectó ciertas contradicciones y algunas mentiras en la exposición del presidente del Consejo de Ministros. Las transformó en 10 preguntas y solicitó una entrevista oficial con el primer ministro para obtener sus respuestas, que habrían podido aclararlo todo: se había acordado un plazo de cuatro días. Transcurridos esos cuatro días, y al no haber recibido respuesta, publicamos las preguntas.
A partir de ese momento, en lugar de dar explicaciones a la opinión pública, el presidente del Consejo de Ministros pasó al ataque: primero definió como «delincuentes» a nuestros periodistas cuando le realizaron una pregunta sobre esta cuestión en conferencia de prensa; luego dijo por televisión a los italianos que no debían leer los periódicos; después explicó que la buena información solo se daba en televisión (él controla los tres canales privados como propietario y los tres públicos por la vía política); más tarde, desde la tribuna de un congreso de la Confederación General de la Industria, invitó a los empresarios a que no hicieran publicidad en los periódicos catastrofistas, y finalmente denunció ante los tribunales las 10 preguntas de La Repubblica: primer caso en el mundo de un líder que teme las preguntas a las que no puede responder, hasta el extremo de pedirle al juez que las acalle.

Finalmente, el episodio más grave: el periódico de propiedad directa de la familia Berlusconi atacó en portada al director del periódico de los obispos italianos publicando un informe anónimo, redactado en el lenguaje de los servicios secretos, que le acusaba de homosexualidad, solo porque se había atrevido a criticar –tímidamente– a Berlusconi.
La misma suerte le tocó a otro crítico, el presidente de la Cámara de Diputados, a quien el periódico berlusconiano nada menos que amenazó preventivamente con publicar noticias escandalosas con trasfondo sexual.
He aquí por lo que podemos preguntarnos con grandes titulares cuál es hoy la calidad de la libertad de prensa en Italia, con estos comportamientos del primer ministro que constituyen un abuso de poder. En la democracia en la que vivimos, dicha libertad está empobrecida, así como el derecho fundamental de los ciudadanos a saber y a comprender, con el que se corresponde el deber de los periódicos de informar.

Ezio Mauro, director de La Repubblica. Traducción Xavier Nerín.