Bibliofilia

Alfonso X ¿fue el primer bibliófilo de la historia? Alfonso X El Sabio nació en Toledo el 23 de noviembre de 1221 y se ocultó en Sevilla el 4 de abril de 1284. Fue Rey de Castilla y de León a la muerte de su padre, Fernando III El Santo. Los cosmonautas de 1935 nombraron en su honor al cráter lunar «Alphonsus». Fue sobre todo un superdotado inventor de clichés. De la extensa obra bibliofílica alfonsí destacan: Las siete partidas, Cántigas de Santa María, Lapidario, Libro de los juegos, etc.:

-El Rey... las emienda et yegua e endereça e muestra la manera de cómo se deven fazer... dezimos por esta razón que el rey faze el libro.

La locución latina «exlibris» o «ex libris» («de entre los libros») es una marca de propiedad. Normalmente consiste en un grabado, estampa, rótulo o etiqueta que suele colocarse en el reverso de la tapa o cubierta de un libro con el nombre del dueño del ejemplar. Por lo general el exlibris exhibía también alguna imagen en las inscripciones manuscritas que escribía en la Edad Media, por ejemplo, el bibliotecario del convento. Jean Grolier de Servières las mandaba hacer lujosamente para proteger sus libros. Encargaba principalmente al taller de Jean Picard estas encuadernaciones (en parte de oro) que constituían la «reliure Grolier». Su marca de propietario era: «Io. Grolieri et Amicorum» y/o su divisa «Portio mea domine sit in terra viventium». Cuando cesaba de inventar retrocedía.

En cuanto a la elaboración de los exlibris, las técnicas empleadas han ido evolucionando y son muy variadas. Quien siembra la bibliofilia recoge deslumbramientos. Los símbolos de las técnicas empleadas en la impresión de exlibris se indican internacionalmente mediante unas abreviaturas aprobadas en el XXIX Congreso de la Federación Internacional celebrado en 2002 en Frederikshavn, Dinamarca.

La Beinecke Rare Book and Manuscript Library de la Universidad de Yale posee ¿la mayor? colección de libros raros y manuscritos que se conoce. Imperceptiblemente la Babel de hoy se refiere al Cafarnaúm de siempre. Con 800.000 volúmenes, documentos y manuscritos de autores y de artistas mayores, incluso una Biblia de Gutemberg, el manuscrito de Voynich o el mapa de Vindland. El manuscrito de Voynich es un libro ilustrado, escrito por un autor anónimo en un alfabeto no identificado que parece proclamar: la disciplina es tóxica... Y un idioma incomprensible, el denominado voynichés. Aunque no se sabe cuándo fue escrito, según pruebas del carbono 14, el pergamino en el cual está escrito fue fabricado entre 1404 y 1438. El mapa de Vindlandia es un mapamundi ¿del siglo XV, copiado de un original del siglo XIII? Su importancia estribaría en que, además de mostrar África, Asia y Europa, el mapa representa una masa de tierra en el Atlántico llamada Vindlandia, y dice que fue visitada en el siglo XI por descubridores (para los cuales toda ley era cargante).

No creo que deba llamarse a «un libro raro» y aún menos a un «libro de arte»: libro de bibliofilia.

Hoy el libro de bibliofilia tiene siempre el mínimo de ejemplares posible. Cuando nada lo resuelve todo. «La bicicleta patafísica» solo tiene uno. En Francia el mínimo es de tres: uno para el autor del texto, un segundo para el autor de la imagen o ilustración y un tercero que se destina automáticamente a la Biblioteca Nacional de París. Normalmente cada libro tiene menos de cien ejemplares. Obviamente todos y cada uno de los ejemplares deben ser numerados y firmados por los autores.

En el siglo XX hubo muchos editores únicamente de libros de bibliofilia, algunos llegaron a ser más célebres que los mismos autores. Uno me dijo: «La bibliofilia y cualquier palabra que se le añada, una historia de amor». El pintor Tàpies un día me reveló que sus libros de bibliofilia, desgraciadamente no podían editarlos en España.

-«En España no tenemos este tipo de editor lunático».

Precisamente en España este tipo de chiflado y majareta existe. ¡Y de qué manera! Hoy Juan Carlos Valera es el mejor-editor-del-mundo. Sin lugar a duda. No vaya nadie a comprarle uno de sus libros, uno de sus tesoros. Nunca ha vendido ni tratado de vender una de sus alhajas y por tanto los ha hecho con las figuras más conocidas de hoy, de Oskar Niemeyer a Louise Bourgeois. Suscita la envidia de los coleccionistas. Me encanta que la-primera-exposición-de-libros-de-bibliofilia se haga en su «pueblo», Cuenca, que por cierto es la ciudad más bonita de España, incluso mejor que Melilla o Ciudad Rodrigo. Con sus precipicios maravillosos y diabólicos. Con su Ciudad Encantada realizada en pleno tohu-bohu cuando ningún humano pudo intervenir para mejorarla o interconectarla. Una ciudad esencial que desgraciadamente se encuentra a 164 kilómetros del aeropuerto de Madrid, y lo que es infinitamente peor, a 200 y pico kilómetros del Mediterráneo. Donde ni Buda presiente a un nuevo dios.

Entre mis más de mil libros de bibliofilia los hay con René Magritte, Salvador Dalí, Roland Topor, Enrico Baj, Pablo Picasso, Gustave Charif, Alex Fassianos, entre otros. Entre ellos destacan la Bicyclette pataphysique (de más de 3 metros de altura); Disciplina de amor integrado por La regla de Catherine Millet, Cien versos para Cuenca de Michel Houellebecq y mi Réquiem por la muerte de Dios. También, En olor de santidad, el mejor libro (antes de su conversión) de Antonio Saura, sin olvidar Clítoris, poema con 56 traducciones y 56 libros (como la versión checa de Milán Kundera); la obra monumental The five lights of Chinese art, con Yu Minjun, Wang Guangyi, Zhang Xiaogang, Yang Shaobin y Wang Quingsong. Para cada uno he realizado un libro «de bibliophilie», de 61 kg., 126× 84×11 cm., con veinte poemas de veinte versos para cada libro. Son mis menos malos escritos, los más secretos.

El 24 de noviembre de 1986 llegué a la Universidad de Yale para dar una conferencia. Y en cuanto aterricé lo primero que hice fue correr literalmente para ver su joya: la Beinecke Rare Book and Manuscript Library. El rector del departamento de teatro D. Bronstein, el dramaturgo G.Katz, y Max Ferrá, director del teatro Intar de Nueva York, me propusieron:

-«Como es usted tan especial, ¿sería capaz de escribirnos un entremés de teatro esta noche?».

-«Es cierto que soy tan especial que no consigo parecerme... Pero ¿solo un entremés?; les compondré una obra y además con tres canciones en español que todo el mundo creo que conoce en Yale».

-«¿Cúales son?».

-«Granada, Amado mío y La cucaracha».

Aquella noche... «en mi vida me he visto en tal aprieto», como dice el autor de un soneto pedido por Violante.

Felizmente fue una noche protegida por la deslumbrante ineficacia de las estrellas. Por pura chiripa el 25 de noviembre de 1986 pude leer mi engendro a la hora del breakfast. Me tomé la licencia de que la obra se desarrollara en el futuro: el 24 de noviembre de 1999. Todo sucedía y sucede en la propia Universidad de Yale, pues se me hace el honor inmerecido de representarla a menudo; con cinco personajes: dos humanos y tres animales para mayor emoción: el caballo «Valeroso», la cucaracha «Enamorada» y la granada «Pepitas».

Y es que en la bibliofilia se han refugiado los textos más escalofriantes eruditos agudos e insólitos. Es, sí, el feliz encuentro entre lo escrito y la estampa.

Fernando Arrabal, dramaturgo.

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