Bienvenido Mr. átomo

La energía nuclear ha demostrado su inmensa potencialidad devastadora. También tiene usos pacíficos alternativos. Pueden ser una fuente de energía, motor indispensable para el funcionamiento y desarrollo de una sociedad industrializada. Incluso los isótopos radiactivos tienen una gran utilidad en la medicina, proporcionando la posibilidad de realizar diagnósticos y tratamientos de vanguardia. La cara negativa radica en los residuos radiactivos que generan tan beneficiosas actividades.

La basura nuclear no puede almacenarse en vertederos convencionales. La solución pasa por construir refugios herméticamente blindados, para evitar la tragedia que originaría la expansión libre de su carga radiactiva.
Los cementerios nucleares son una consecuencia ineludible de la puesta en marcha de su utilización energética. No se puede dejar la muerte a la intemperie, y algún lugar debe albergar los residuos. La técnica, después de muchos debates y conflictos sociales, parece que se ha decantado por la construcción de un sólido e impenetrable mausoleo que, adaptándose al paisaje o integrándose en él, reciba toda la carga que producen las centrales nucleares en funcionamiento. Su incomodidad y molestia es tan evidente que los gobiernos de todos los países ofrecen compensaciones económicas de muy diversa índole a los pueblos que acceden a que se ubique en su término municipal.

La construcción de lo que se ha denominado un almacén temporal centralizado es la solución que ha adoptado el Gobierno español para sustituir el riesgo generalizado que se deriva de la existencia de varios depósitos en cada una de las centrales nucleares en funcionamiento o ya extinguidas. La oferta para albergarlo es tentadora, 700 millones de inversión y seis millones de euros, además de un número indeterminado de puestos de trabajo.
El anuncio del plan ha movilizado a varios ayuntamientos que han iniciado la carrera para hacerse con el maná, ofreciéndolo a los vecinos como la fuente de prosperidad y bonanza. Las iniciativas municipales impregnadas de oportunismo a corto plazo me recuerdan las secuencias de la célebre película española Bienvenido Mr. Marshall, de Luis Berlanga. Los americanos son los átomos y los miles de dólares se han sustituido por millones de euros e infinidad de puestos de trabajo. El discurso no puede ser más simple. Los partidarios sostienen que con el cementerio llegará la vida. Afirman que todos los trabajadores del mausoleo se quedarán a vivir en tan idílico paraje. Las subvenciones permitirán sobrevivir a los mayores y los jóvenes se colocarán todos en el mausoleo. Los cálculos no salen. Nadie ha cuantificado el número de puestos de trabajo ni su cualificación técnica. No basta con estar empadronado en el pueblo para acceder a un puesto que exige una especialización.
Por el contrario, los sectores que aportan en este momento algo a la economía del pueblo, agricultores, ganaderos y, en menor medida, gente dedicada a la hostelería, saben y advierten de que la nuclear arruinará sus expectativas dejando las posibilidades de desarrollo en manos exclusivas del cementerio y de las subvenciones.
El alcalde de la película, cuando se asomó al balcón del ayuntamiento prometió a los vecinos, entre otras mejoras, la instalación de una fuente con chorritos. Los actuales regidores primero tienen que convencer a los habitantes que lo nuclear es el futuro y que sus potenciales peligros son una fábula difundida por peligrosos ecologistas y, por qué no decirlo, extremistas de izquierda que odian el progreso.
Ha pasado más de medio siglo desde que se filmó la película, pero las cosas no parecen haber cambiado demasiado. Los intereses creados se confrontan de forma demagógica con los análisis realistas de la situación. El disparate, puede calar en sectores incluso mayoritarios de la población. La alternativa es tramposa: o cementerio nuclear o desaparición. Afortunadamente, muchos ya han comprendido que hay alternativas más racionales. La letra de la mítica canción de la película se puede adaptar al presente: «Los átomos han venido, olé salero, con mil regalos, os recibimos con alegría». Es verdad, y quizá mucho más de lo que se imaginan. La seguridad nuclear exige medidas de control policial o incluso militar. Los vecinos al llegar a las cercanías serán detenidos por una barrera de seguridad, pero se volverán contentos al pueblo.
Es necesario y obligatorio por razones de seguridad nacional e internacional construir un almacén temporal centralizado. No parece lo más acertado convocar un concurso de disparates o provocar las tensiones que hemos visto en los plenos municipales. Hace falta un alcalde como el de Bienvenido Mr. Marshall que se asome al balcón e, imitando al genial Groucho Marx (el guión es de Mihura y Bardem), diga a sus convecinos: «Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación y esa explicación os la voy a dar porque os la debo». No existe otra: el cementerio no es pan para hoy y os garantiza la desolación para el mañana.

José Antonio Martín Pallín, magistrado. Comisionado del Comité Internacional de Juristas.