'Bietan Jarrai', el lema al que ETA nunca ha dejado de ser fiel

Es y ha sido el lema de ETA a lo largo de toda su historia: Bietan Jarrai -seguir en las dos-, continuar en ambas luchas, en la militar y en la política. Un lema simbolizado por el hacha -la violencia y el terror- y la serpiente -la idea que la banda se hace de la política como táctica para engañar al enemigo-. Es conveniente recordar de vez en cuando este lema, porque su recuerdo nos acerca a la realidad que tenemos enfrente: una organización que no renuncia, que no ha renunciado nunca a este modo de lucha.

En el anuncio de ruptura del alto el fuego, ETA se refería a su vuelta a actuar en todos los frentes, y más de uno se preguntó si esta referencia poseía carácter geográfico, si incluía también Cataluña. En la terminología clásica de ETA, la referencia a los frentes incluye el frente militar -la violencia y el terror- y los otros tres frentes: el político, el obrero y el cultural. Alguien que haya seguido la trayectoria de la banda terrorista y de la llamada izquierda abertzale en su sentido más amplio podrá poner nombres y apellidos a estos frentes que, con el militar, completan la forma de actuar de ETA. Es lo que en su día quiso abarcar el juez Garzón con sus sumarios del entorno etarra.

No han sido pocas las veces en las que la banda ha puesto de manifiesto sus reflexiones sobre el valor táctico de la tregua, sobre el engarce de ésta como elemento táctico en la línea estratégica de la lucha definida por el lema Bietan Jarrai. Si alguna vez quiere dar muestras de su voluntad de cesar en el uso de la violencia lo puede hacer de manera clara renunciando a su lema, aceptando que en democracia no puede caber llevar a cabo la lucha por un proyecto político usando medios que no sean exclusivamente políticos.

Algunos creímos que en el anuncio de la tregua permanente se atisbaba su disposición a superar definitivamente todo lo que implica el lema. En dicho anuncio se podía leer que ETA no renunciaba a seguir luchando por sus fines políticos, que no renunciaba a ninguno de ellos, pero que su consecución no era la condición para abandonar la violencia. Al menos eso entendimos no pocos. A ese entendimiento apuntaba una posible interpretación de la propuesta de Batasuna en Anoeta: ETA sólo puede negociar con el Gobierno lo referido a los presos y a la entrega de armas. En ningún caso puede negociar el futuro político de la sociedad vasca. De esto deben encargarse los partidos políticos vascos, incluída la propia Batasuna.

Algunos mantuvimos la esperanza, a pesar de que en el mismo acto en el que Batasuna formulaba su propuesta hubo una segunda parte sin presencia de los medios de comunicación en la que varios encapuchados repartieron los Zutabes, que son el mecanismo interno de información de ETA, lo que implica el seguimiento estricto del lema de seguir luchando en ambos frentes, de que las llamadas dos mesas se mantendrían suficientemente separadas para que nadie tuviera la tentación de hacer depender el resultado de la mesa de diálogo Gobierno-ETA -circunscrita a presos y desarme- del resultado de la mesa de partidos políticos. Una separación cuyo mayor y mejor defensor ha sido el presidente del PNV, Josu Jon Imaz.

Pero estábamos equivocados. A los pocos días del anuncio de tregua permanente pudimos percibir con claridad, participando en debates con representantes de la izquierda nacionalista, que la lectura que se hacía de la resolución aprobada en el Congreso -el Estado no puede, ni debe, ni va a pagar precio político por la desparición de ETA; la política puede ayudar al final de la violencia- era la de establecer una vinculación entre ambas mesas: ETA no va a cobrar precio alguno por su desaparición. El Estado puede así salvar la cara. Pero el precio lo cobra Batasuna en la mesa de partidos políticos vascos, con la ayuda clara del PNV y de EA (la función de EB/IU en todo esto no pasa de ser la de hoja de parra que tapa las vergüenzas de no se sabe quién) y con la aquiescencia del PSE. Con lo que ETA salva su historia.

Si en algún momento ETA tuvo la voluntad de desaparecer sólo a cambio de una solución para sus presos, esta posible vinculación entre el resultado de las dos mesas ha tenido que despertar en su seno la esperanza de que podía conseguir algo más, que su lema de seguir con la lucha en ambos frentes -el de las armas y el de la política- seguía siendo válido.

En la útlima carta de la que hemos tenido conocimiento se expresa con meridiana claridad: ETA entiende que ése es el núcleo esencial que debe posibilitar el desbloqueo de la situación actual y abrir la posibilidad de emprender una nueva dinámica en el proceso de resolución del conflicto, acordando una estrategia común para el desarrollo y la consecución de los objetivos políticos que garanticen la superación del conflicto. Se trata, en definitiva, de otorgar una solución estructural a un conflicto político e histórico. La situación se desbloqueará -ETA está dispuesta a desaparecer- sólo si se admite un nuevo marco jurídico-político para Euskadi que haga posible la Euskal Herria de ETA, superando el compromiso entre diferentes que implica el pacto estatutario. (Por cierto: lo que ETA dice en esta carta es tan propagandístico como el texto en el que anunciaba la tregua permanente.)

La banda sigue planteando la lucha en ambos terrenos. Quienes creímos atisbar su disposición a hacerlo sólo en el terreno político nos equivocamos. Yo entre ellos. ETA sigue empeñada en su lema, en mantener la lucha violenta mientras no consiga sus fines políticos. Sólo desaparecerá cuando se rompa la vinculación entre los dos elementos que componen su lema.

Es preciso recordar que la lucha antiterrorista acordada por el Gobierno de Aznar, por el Partido Popular y por el Partido Socialista Obrero Español liderado por el hoy presidente del Ejecutivo, tenía su clave precisamente en forzar esa desvinculación. La clave del pacto antiterrorista radicaba en decirle a ETA: «Si quieres seguir jugando en el terreno de la violencia, sólo lo podrás hacer en ese terreno, pero no en el de la política, porque Batasuna va a ser ilegal. Si quieres jugar en el terreno de la política, la condición es que dejes de jugar en el terreno de la violencia, que desaparezcas como organización armada».

Algunos han llegado a pensar que se fuerza mejor la desvinculación ofreciendo a Batasuna -sin exigir la desparición definitiva de ETA- el caramelo de la participación en la política. ETA acaba de decirles que lo considera un caramelo envenenado, porque lo que quiere no es sólo jugar por jugar en el terreno de la política, sino con garantías de que va a ganar el partido. Y esa garantía la quiere por escrito y por adelantado. Y ante eso no hay caramelos que valgan.

Es comprensible el enfado de ETA con el Gobierno: pensó que si éste asumía su lenguaje, también asumía los significados que los terroristas vinculaban a ese lenguaje. Y se han dado cuenta de que no es así. Lo explicado en los párrafos anteriores también explica el odio que ponen de manifiesto frente al PNV y frente a su presidente, Josu Jon Imaz, porque éste se niega a poner como condición para la desparición de la banda la garantía de que el juego político tendrá el resultado que ésta quiere. Y con ello rompe el espinazo al lema de ETA.

Es preciso, ciertamente, mirar al futuro. Pero la única manera posible de hacerlo es recordando el lema de ETA, porque ellos no lo olvidan. Y recordando que no podemos acelerar su desaparición usando su propio lenguaje. Porque eso le da cuerda. Y porque es necesario que el Estado mantenga su propio lenguaje siempre en vigor, porque es el lenguaje de la democracia y del derecho.

Joseba Arregi, ex diputado del PNV y autor de numerosos ensayos sobre el País Vasco, como Ser Nacionalista y La nación vasca posible.