Blair nos ha puesto a todos en plena línea de fuego

Faisal Bodi es editor del servicio de noticias del Islam Channel (EL MUNDO, 10/07/05)

Entre todas las razones que los expertos puedan aportar a la hora de establecer si la organización terrorista Al Qaeda tiene o no alguna relación con los atentados contra los trenes del metro ocurridos el pasado jueves, no se debe olvidar que el sangriento rastro de la culpa de este atentado conduce, directamente, hasta el número 10 de Downing Street.

La rápida vuelta a Westminster del primer ministro fue la respuesta adecuada a la terrible carnicería que se había desencadenado en la capital británica. Y fue, también, su única muestra de responsabilidad personal por haber involucrado al país en una guerra que tan sólo ha servido para convertir a británicos inocentes en objetivo de los terroristas.

La furia generada por aquella decisión tomada por Tony Blair de seguir dócilmente los pasos de George W. Bush y entrar en lo que nadie que no esté completamente ciego puede aún seguir calificando de guerra justificada, nos ha situado a todos los británicos en plena línea de fuego. Quienes logran profundizar en la cadena causal normalmente se ven obligados a escapar de la censura que se produce por la ola de reacciones resultante.

Así pues, no es ninguna sorpresa para nadie contemplar a Blair sacar a relucir, nuevamente, la misma y oxidada yuxtaposición existente entre nuestra civilización y su barbarismo. Quienes quiera que sean los responsables de los atentados no sienten el menor respeto por las vidas humanas, ha dicho Blair. En unos momentos como éstos, en que la emoción es tan intensa, acaso podríamos perdonarle por haber perdido el sentido de la perspectiva.A Blair le podría ser muy útil recordar nuestra propia conducta en el curso de un conflicto armado iniciado y continuado sin prestar la menor atención a las reglas ni al sentido de la piedad.

Las protestas contra la Guerra de Irak se han visto detenidas ante ese cul de sac que es Downing Street. La de Irak es ya una guerra olvidada para todos los medios de comunicación nacionales.Además, dicha guerra ya ha adquirido su propia dinámica y se ha derramado demasiada sangre por ambas partes como para que se pueda llegar a concertar una tregua clara.

Quizás las bombas del jueves no fueran sino un intento de recordarnos que, por muchos esfuerzos que hagamos para intentar apartar el dato de nuestras mentes, la guerra de Bush y Blair continúa.

Tampoco deberíamos olvidar que quienes perpetraron los atentados son lugartenientes de Bin Laden, a pesar de las reivindicaciones aparecidas en Internet en las que grupos vinculados a Al Qaeda se atribuían la autoría de los atentados. En 1995, París sufrió, también, una serie de atentados con bombas en estaciones de metro que se supuso que habían llevado a cabo islamistas argelinos, como castigo a los franceses por su apoyo al Gobierno de Argelia.Pero evidencias posteriores, obtenidas tras los testimonios bajo solemne juramento de antiguos miembros del Ejército argelino que habían estado infiltrados en las filas del GIA, señalaron a los servicios secretos argelinos como los autores.

Independientemente de quiénes puedan haber sido los autores de la abominación del pasado jueves, es muy probable que sus consecuencias vayan a suponer un serio impacto sobre todos los musulmanes británicos.Organizaciones pertenecientes a la comunidad musulmana ya han recibido informes en los que se les comunica que se están produciendo ataques verbales contra todos los musulmanes y que éstos se sienten seriamente atemorizados por tener que salir a la calle.

En esta falsa guerra contra el terror, las víctimas somos todos, aunque algunos de nosotros lo somos más que otros.