Blair y la paz en Oriente Medio

El ánimo y el estilo que han convertido a Tony Blair en una celebridad política le serán más que necesarios en su nuevo trabajo como representante internacional para Israel-Palestina del Cuarteto. Si fracasa, ese británico chic será recordado como el Paris Hilton de la política de Oriente Medio: mucho oropel y ningún logro. Como destacado dirigente occidental, su reputación ya ha quedado empañada a causa de algunas decisiones políticas temerarias.

Tras lanzarse a la guerra de Iraq en el 2002 y postergar un alto el fuego en Líbano el año pasado, el primer ministro británico pasó a ser conocido en Oriente Medio como el lacayo de Washington en la región. Por eso son aquí muchos los escépticos que piensan que Blair usará su nueva posición para realizar los deseos estadounidenses en Palestina. Y es que no está claro cómo en su nuevo cargo podrá ejercer una presión sobre el Gobierno de Estados Unidos o Israel, cuando no pudo o no quiso ejercerla mientras fue primer ministro. Para demostrar lo contrario, el diligente Blair tendría que moverse cauta e independientemente, y hacerlo de acuerdo con las necesidades de la paz en Palestina, no con las de la guerra contra el terrorismo de Estados Unidos.

Para tener éxito en esa solución de los dos estados de la que tanto ha hablado, Blair tiene que abordar el derecho de los palestinos a liberarse de la ocupación en paralelo a las exigencias israelíes de seguridad y reconocimiento. Si quiere tener éxito, son indispensables cuatro pasos nada fáciles de dar. Primero, tiene que colaborar en la reconstrucción y el fortalecimiento de la Autoridad Palestina, paralizada tras la grave destrucción de ministerios e instituciones llevada a cabo por Israel como consecuencia del estallido de la segunda intifada palestina en septiembre del 2000 y como resultado de 18 meses de fricciones y luchas internas palestinas. Para ello, necesita trabajar en favor de la reconciliación, no de una mayor división entre las dos principales facciones palestinas, Al Fatah y Hamas.

De modo más importante, tiene que aliviar a los palestinos de las gravosas políticas de ocupación israelí para asegurar la máxima libertad de movimientos y capitales en Cisjordania y la franja de Gaza, así como entre ambos territorios. Para ello podría recurrir a la ayuda de otros miembros del Cuarteto, a saber, la UE, la ONU y Rusia, así como de Egipto y otras partes árabes implicadas. Y esto nos lleva al segundo paso: convocar una conferencia internacional para apuntalar el respaldo a un acuerdo final entre israelíes y palestinos.

Tras 14 años de política gradual negociando siete acuerdos provisionales por etapas y aplicándolos por fases, Blair tiene que darse prisa a la hora de crear un Estado palestino viable y vivible. La única forma de empezar es desmantelando la ocupación militar y civil israelí de los territorios palestinos. De todos modos, la creación de una entidad palestina separada y, en paralelo, la constante expansión de la red de asentamientos y carreteras de circunvalación acabarían por conducir en Palestina a una nueva forma de apartheid a la que ningún político sensato querría ver vinculado su nombre. La política de mejorar las condiciones de vida bajo control israelí se ha intentado desde hace tiempo y ha quedado desacreditada. Que le pregunte Blair a su predecesor, James Wolfenson, por su imposibilidad de reconciliar los derechos palestinos con la ocupación israelí cuando rogaba a diario a los israelíes que permitieran el paso de la ayuda humanitaria por cualquiera de las 400 barreras colocadas en las carreteras de Cisjordania.

Si Blair decide establecer sus despachos aquí, en Jerusalén Este (como hizo su predecesor, en el hotel American Colony), se dará cuenta de que no hay solución posible, ni provisional ni definitiva, sin abordar la cuestión de esta ciudad santa y a la vez enfurecida.

Una quinta parte de la población cisjordana vive aquí, en Al Quds, como llaman los palestinos a su parte de la ciudad; pero esta parte de la ciudad ha quedado cercenada del resto del territorio palestino por un espantoso muro y muchos puestos de control. Esto tiene que cambiar, y mejor temprano que tarde... Durante los últimos años, Blair ha figurado como falso testigo de las desastrosas políticas estadounidenses que daban por supuesto que el camino a la paz en Jerusalén pasaba por llegar hasta Bagdad. Ahora que ha quedado claro que la guerra de Iraq es un fracaso completo, Blair parece pensar que el camino de vuelta a las mentes y los corazones árabes y musulmanes tiene que pasar primero por Jerusalén.

Y esto nos lleva al tercer punto. Las habilidades negociadoras que ha demostrado en Irlanda del Norte resultan indispensables para enseñar de qué forma pueden las dos comunidades de Jerusalén convivir en armonía en una ciudad abierta, capital de dos estados: Israel y Palestina. Por eso, con la misma visión de apertura y cooperación en Jerusalén, un estratégico Blair necesita mostrar que la seguridad global se consigue mejor ocupando la paz en lugar de ocupando la tierra, y que la paz será duradera sólo cuando sea completa y regional. La tarea de Blair se ha visto facilitada por la disposición del mundo árabe (Siria incluida) a la paz y la normalización con Israel a cambio de la retirada de tierras árabes ocupadas y de un acuerdo negociado y justo sobre la cuestión de los refugiados, tal como se expresó en la iniciativa árabe de paz del 2002 y se ha reafirmado este mismo año. Y así llegamos al último punto: extender la desocupación de Palestina a los territorios sirios y libaneses ocupados, preparando así el camino para una verdadera paz completa, y quién sabe, quizá un efecto dominó se deje sentir también en Iraq y más allá.

Marwan Bishara, analista político del canal en inglés de Al Yazira. Traducción: Juan Gabriel López Guix.