El martes 24 de mayo el diario francés Le Parisien publicó que Leo Messi se había comprado un apartamento en París por 8,3 millones de euros. La información aportaba todos los detalles: 350 metros cuadrados en la villa de Montmorency del rico distrito 16º de París (donde viven Carla Bruni y Nicolas Sarkozy, por cierto), seis habitaciones, terraza de 45 metros cuadrados, gimnasio y cine privado. La transacción se habría hecho con el empresario inmobiliario italiano Alessandro Proto. Solo faltaba un detalle: la información era falsa.
Inmediatamente, la mayoría de los medios franceses replicaron la noticia, desde L'Express a la cadena de televisión TF-1 pasando por L'Equipe, Radio Montecarlo, Le Huffington Post, la emisora Europe 1, L'Obs y Direct Matin, entre otros. Lo mismo pasó en España y en otros países. La bola de nieve empezó a rodar. Todo cuadraba: el apartamento daba pie a especular sobre si Messi estaba en tratos con el Paris Saint-Germain para dejar el Barça, etcétera, etcétera. En Francia, sin embargo, hubo al menos una excepción, Le Figaro, que no publicó nada y al día siguiente explicó el intríngulis de la falsa información.
Antes de que saliera a la luz la exclusiva, una supuesta jefa de prensa del grupo Proto había contactado por teléfono con Le Figaro ofreciendo la noticia, con los mismos datos y las mismas fotos que difundió Le Parisien, pero el diario conservador decidió no publicarla porque el comunicado de prensa contenía sospechas de amateurismo en el modus operandi y la Redacción prefirió contrastar la información con el entorno del jugador, que negó absolutamente los hechos. Pero Le Figaro fue más lejos e investigó los antecedentes del grupo Proto, que ha resultado ser una mina de fabricación de falsas noticias por intereses comerciales.
El grupo Proto es el mismo que ya había explicado al diario As en febrero pasado que Messi se había comprado un Ferrari 335 S Spider Scaglietti por 32 millones de euros, bulo que el jugador desmintió a su manera publicando en Instagram una foto con un Ferrari en miniatura entre los dedos y asegurando que ese era el coche que supuestamente había adquirido. Asimismo, Alessandro Proto se había hecho pasar en octubre del 2015 por accionista minoritario del Mónaco y había conseguido colar a la publicación francesa Sport que Mourinho estaba en negociaciones para entrenar al equipo del Principado, información que el club calificó de «extravagante» e «infundada». Proto también se había jactado de que iba a comprar el Parma, pretensión desmentida por el club italiano.
Pero aún hay más. Proto estuvo en el origen de la falsa noticia de que Cristiano Ronaldo se había comprado un apartamento de 230 metros cuadrados en la torre Trump de Manhattan, como publicó el New York Post y repitieron muchos medios, y difundió la información también errónea de que el astro portugués había adquirido un hotel en Montecarlo. Cristiano es uno de los señuelos favoritos de Alessandro Proto, quien hizo correr asimismo que el jugador del Real Madrid había sido excluido del casting de un filme que Martin Scorsese iba a rodar inspirado en la vida del avispado empresario. Pero Cristiano no podía ser rechazado por la sencilla razón de que no había ni película ni intención alguna de rodarla. Proto, en fin, ha pretendido hacer creer incluso que el protagonista de la novela 50 sombras de Grey está inspirado en él, superchería que la autora, E. L. James, ha desmentido a Le Figaro.
¿Cómo es posible que semejante falsario haya podido engañar tantas veces y a tantos medios de comunicación? El método siempre es el mismo: se envía un comunicado a un medio prestigioso, que lo publica sin demora para apuntarse la exclusiva, y de inmediato es reproducido por otros. Algo estaremos haciendo mal los periodistas para que cosas así sucedan, porque, aunque el caso de Proto sea excesivo, errores parecidos son moneda común en el mundo de la comunicación, y no solo en noticias deportivas.
Buena parte de culpa la tiene la tiranía del instante, ese exceso de adrenalina que lleva a los medios -ahora digitales- a soltar la noticia muchas veces sin comprobar lo suficiente solo para ser los primeros. En la prensa digital prolifera también otro defecto, el uso del titular anzuelo, pensado no para dar la noticia, como siempre había sido preceptivo, sino para incitar a que el lector haga clic para conocer la incógnita que no se desvela, con el único objetivo de aumentar el tráfico de visitas.
Entre prisas, noticias sin contrastar, titulares anzuelo y noticias espectáculo -esas conexiones constantes con los pobres periodistas desplazados a un sitio que no saben qué decir porque no hay nada que contar- estamos cayendo cada vez más en uno de los peores defectos del periodismo: la banalización de la información. Es decir, presentar como importante lo que es irrelevante. Si todo es importante, nada es importante.
José A. Sorolla, periodista.