Bolivia: un túnel en el Altiplano

Por Jesús López-Medel, diputado por Madrid (PP), vocal de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso y relator de Derechos Humanos, Democracia y Ayuda Humanitaria de la OSCE (EL MUNDO, 12/09/06):

En algún caso, el infierno está también cerca del cielo. Un país con túneles en un subsuelo rico en gas y minería, que también tiene zonas del altiplano a 4.000 metros de altura con gran indigencia (es significativa, pese a su diferente raíz etimológica, la similitud de este vocablo con el de indígena), refleja que Bolivia es un mosaico muy variado no sólo ad caelus et ad infernos, sino que también tiene grandes contrastes en otras dimensiones. La gran diversidad entre la parte occidental del país y la oriental (la próspera), la multiplicidad étnica (con 22 razas) y la extrema diferencia de nivel de vida entre los que más tienen y los que sobreviven en extrema pobreza tienen reflejo en una gran fractura respecto al enfoque del modelo de sociedad y la articulación del Estado.

La contundente victoria de Evo Morales en las elecciones presidenciales y parlamentarias del pasado 16 de diciembre abrió paso a un elenco entrelazado de retos e incertidumbres. La tan temida inestabilidad que ha caracterizado a esta nación andina (cuatro presidentes en los últimos tres años y casi 200 golpes militares, contragolpes y revoluciones fallidas en los 180 años de su Historia) parecía dejar paso a un periodo complejo pero de previsible certidumbre, con un respaldo popular muy hegemónico a su nueva dirigencia y generando amplias expectativas en varios sectores sociales durante mucho tiempo olvidados.

No obstante, las elecciones a la Asamblea Constituyente celebradas el pasado julio y los acontecimientos más recientes han abierto paso a nuevos interrogantes. La opción de Morales confirmó la mayoría absoluta de hace unos meses, pero los resultados fueron algo inferiores pese a que toda la acción del Gobierno en estos meses había sido dirigida con gran populismo a conseguir un respaldo hegemónico. No fue así y el Movimiento al Socialismo (MAS) quedó muy alejado de la mayoría de dos tercios necesarios para aprobar la nueva Constitución que habría de elaborarse.

Hace escasos días, la Asamblea inició en Sucre sus trabajos, que han de concluir en un año para ser sometidos después a referéndum. La composición de los constituyentes electos hizo que la pretensión del MAS de refundar el país quedara en el aire. Desaparecidos los partidos tradicionales por su inoperancia y alejamiento del pueblo, Morales iba a tener que hacer algo que no estaba en sus planes: dialogar y hacerlo no sólo con las 11 agrupaciones ciudadanas que obtuvieron 36 representantes sino también con el principal partido de la oposición: Podemos, de Tuto Quiroga, el MNR y U. Nacional.

Por ello, resulta muy grave para la credibilidad del sistema democrático alterar las reglas iniciales, pero en este sentido, precisamente, estuvo la primera decisión tomada por la Asamblea, modificando la exigencia que había hasta ahora de que las medidas tuvieran que ser aprobadas por dos tercios de los votos de los constituyentes (de los que no dispone Morales) por una mayoría más rebajada, dotándo así a la Asamblea de poderes absolutos en unos momentos en los cuales el líder boliviano goza de su nivel de popularidad más bajo desde que llegó al poder. A ello se suma un ambiente creciente de franca oposición social en varios sectores sociales, entre ellos, del educativo.

Ciertamente, el pueblo reafirmó en julio su apoyo a Morales, pero el resultado insuficiente trasladaba un mandato (parece que no entendido por el dirigente) de que había de establecer una política de pactos permanentes y no ser excluyente, pues hay un segmento social y territorial de Bolivia que también forma país. La aspiración del MAS de concentrar todo el poder quedaba aparente e inicialmente impedida. Ya en las exitosas elecciones de diciembre hubo también comicios a prefecto (cargo equiparable a nuestros antiguos gobernadores), ganando para sí sólo tres de los nueve departamentos. Más recientemente, en el referéndum que se realizó en julio sobre autonomía, en cuatro de las circunscripciones ganó con claridad el sí, opción ésta que era rechazada por el MAS.

El hecho de que esto se produjera en las zonas con más prosperidad del país (la llamada media luna), especialmente en Santa Cruz y Tarija, obliga a que los constituyentes valoren las legítimas aspiraciones de estos departamentos que quieren tener participación en lo que les afecte y también a articular mecanismos de solidaridad con el resto. En otro caso, la integridad territorial estará en grave riesgo.

Morales ha de considerar que tener un alto grado de respaldo no equivale a un aval para concentrar y totalizar todo el poder. A la espera de la anunciada Ley de Prensa, especialmente es reseñable la batalla que tiene por controlar un estamento por esencia controlador del poder político: el judicial. En los últimos meses han dimitido cinco de los 12 miembros de la Corte Suprema y varios magistrados del Tribunal Constitucional (entre ellos el prestigioso profesor Wilmar Durán). Incluso en la Cumbre Unión Europea-Iberoamérica de Viena el pasado mayo, el presidente boliviano llegó a calificar al poder judicial de su nación como «la representación del poder colonial» (sic).

El legítimo Gobierno boliviano tiene que abordar el principal reto: reducir la extrema pobreza -tras Haití, es Bolivia el país más pobre de América Latina-. Morales tiene el derecho y el deber de aplicarse al máximo en ello y conseguir una mejor redistribución de los recursos, haciendo que, sobre todo, reviertan las riquezas naturales en los propios bolivianos. Sin embargo, no debe olvidar que antes fracasaron tanto las políticas neoliberales de las élites como las revoluciones frustradas que ya aplicaron políticas de izquierdas y nacionalizadoras. En todo caso, no es lo mismo actuar como un populista, que gestionar con eficiencia y respeto a las leyes los recursos e incluso atraer inversiones sin las cuales no hay aprovechamiento ni optimización adecuada de aquéllos.

En esta lucha contra la miseria, España y Europa entera han de respaldar y redoblar el compromiso con el pueblo boliviano, apoyando los planes de su Gobierno para la reducción de la pobreza. Sólo desde esa implicación social estaremos legitimados -pero también obligados- para trasladar nuestras inquietudes crecientes -y avaladas por los hechos- sobre la seguridad jurídica, el Estado de Derecho y el funcionamiento de un Estado plural y democrático, lecciones éstas que su mentor, el creador y exportador de la revolución bolivariana, Hugo Chávez (ahora también amigo del dictador bielorruso Lukashenko o el iraní Ahmadineyad), las quiere sepultar en un foso. Ello supondría que pese a estar más cerca del cielo, Bolivia se hundiese más en el túnel pues sin democracia no existe desarrollo. Que los apus (dioses de las montañas en lengua quechua) guíen a los constituyentes.