Bolsas y flores

A los hijos de Isaías Carrasco

LA pregunta es: ¿Qué hacían a la puerta de la cárcel de Logroño tantos medios de comunicación el pasado día 29 de febrero? ¿Cuáles eran las urgencias informativas de la población española como para que tanto periodista y tanta cámara de televisión estuvieran desde tempranas horas de la mañana esperando la salida de un preso que había ingresado en prisión por su pertenencia a una banda armada? ¿Qué esperaban que dijera semejante personaje? ¿Qué tiene de noticiable que alguien salga de prisión después de haber cumplido condena por haber sido de ETA? Tanta gente de la prensa fue la excusa que le sirvió a Otegi para afirmar que a los demás presos no se les dispensa tal tratamiento informativo; que si estaba allí tanta cámara de TV, por algo sería. Y ese algo para él –y para los que piensan y mataban y secuestraban como él– es que él no era un preso que había sido encarcelado por haber delinquido, sino por haber pensado políticamente de manera diferente a como piensa el resto de ciudadanos. Que él era un preso político. Tanta cámara animó también a Pablo Iglesias a proclamar, a los pocos minutos de la puesta en libertad de Otegi, que su puesta en libertad era una buena noticia para los demócratas y que nadie debería ir a la cárcel por sus ideas.

Ya se sabe que Pablo Iglesias es el secretario general de Podemos, partido que, junto con sus confluencias, obtuvo 69 diputados en las elecciones generales del pasado 20-D y que según el propio Pablo Iglesias representa la nueva forma de hacer política y el espíritu del movimiento 15-M. Ese movimiento fue el que apostó por el modelo de liderazgo abierto o de socialización del protagonismo político, y por la apertura a liderazgos y portavocías espontáneos y cambiantes que hacían innecesarios los liderazgos propios de los antiguos partidos, cosa que, como se ve en el caso de Podemos, no se corresponde para nada con la práctica leninista que practican esos malos herederos de la dirigencia de Podemos. ¿Dónde quedan los círculos de Podemos, encargados de opinar y decidir sobre la política y las decisiones que tome la organización? ¿Dónde se esconden los diputados de Podemos que no forman parte de los grupos independentistas? ¿Por qué no sabemos nada de lo que piensan de las declaraciones de Otegi y de Iglesias los diputados nacionales David Bravo Bueno, Noelia Vera Ruíz-Herrera, Juan Antonio Delgado Ramos, Marta Domínguez Álvarez, Ana Belén Terrónl, Isabel Franco Carmona, Alberto Montero Soler, María Isabel Medina Suárez, Sergio Pascual, María Auxiliadora Honorato, de Andalucía; Jorge Luis Bail, Pedro Arrojo Agudo, de Aragón; Sofía Fernández Castañón, Segundo González García, de Asturias; Rosa Ana Alonso Clusa, de Cantabria; María Gloria Elizo Serrano, de Castilla-La Mancha; Miguel Vila Gómez, Ana Marcello Santo, Juan Manuel del Olmo Ibáñez, de Castilla y León; Amparo Botejara Sanz, de Extremadura; Javier Sánchez Serna, de Murcia, o Sara Carreño, de La Rioja? Visto su silencio, ¿se podría pensar que esos diputados, tan silenciosos ellos, celebraban con champán la muerte, la extorsión, el asesinato, el secuestro o el atentado de mano de los amigos de Otegi? ¿O no se alegraban y no están de acuerdo con lo que acaba de decir su jefe de filas, pero no se atreven a manifestar sus discrepancias con semejante barbaridad? Ya ha debido de ser un atraco a mano armada el tener que tragarse eso de que España es un Estado multinacional como para que ahora tengan que comulgar con la afirmación de que en España existen presos políticos, siendo Otegi el máximo exponente de esa «pobre gente» a la que se encarcela por sus ideas.

No me imagino a los de Podemos de Extremadura o de Andalucía tratando de convencer a extremeños y a andaluces de que hay que pelear para que se reconozca a Cataluña, o a Galicia, o a País Vasco como naciones, o que Otegi y los presos de ETA son presos políticos. ¿Por qué no lo cuentan para ver si les creemos?

Otegi fue recibido en su pueblo como héroe nacional. Y como tal se le instaló un escenario para que, subido a su tribuna, pudiera transmitir a los allí reunidos los pensamientos profundos que había ido atesorando a lo largo de los seis años y medio de cautiverio, o de más tiempo, porque ese hombre no ha parado de estar en el agujero, ya haya sido de carcelero o de preso. En su pueblo le afloraron sus recuerdos más sentidos y queridos, y entre ellos el de la congratulación por el hecho «de que mucha gente que vivía con escolta y acosada, según decían ellos, hoy puedan vivir en paz y en libertad». «Y me alegro sinceramente por ellos, pero hoy lo que llevo en el corazón es a esas madres y a esos padres y a esos compañeros que llevan treinta años haciendo la bolsa para la visita a las cárceles», ha afirmado, para señalar que ellos se merecen «un homenaje».

Otegi es uno de los que puede contarnos cómo de acosados se sentían los que tenían que llevar escolta por miedo a ser matados o secuestrados por él o por su pandilla de pistoleros. Cualquiera puede comprender el sufrimiento de las madres que él lleva en el corazón, porque «tienen que hacer la bolsa para visitar a sus familiares en las cárceles de España». Esos familiares presos son los que mataron a ciudadanos que también tenían madres, padres, hijos y hermanos. Y sus madres hace tiempo que no preparan bolsas para visitarlos. Preparan flores para honrarlos y recordarlos. Muchas no tienen que hacer tantos kilómetros como recorren las madres de los asesinos de sus hijos. Apenas unos metros separan sus casas de los cementerios donde están enterrados, pero el camino se les hace mucho más largo y amargo que a las madres de los etarras. Aquellas solo pueden rezar a una tumba, mientras que estas pueden verlos, oírlos y besarlos. Otegi ha podido besar y abrazar a su padre a la salida de la cárcel. Los hijos de Isaías Carrasco no pueden abrazarlo a pesar de que los restos de su padre están tan cerca de su domicilio.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra, expresidente de la Junta de Extremadura.

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