Bonos para los banqueros

Desde la crisis financiera global, los reguladores se han esforzado por hacer que los grandes bancos del mundo sean más seguros. El problema fundamental es bien conocido: los bancos más importantes tienen grandes incentivos para asumir un riesgo excesivo. Si sus apuestas riesgosas resultan bien, sus accionistas se benefician considerablemente, al igual que los CEO y los gerentes sénior de los bancos, que son recompensados extremadamente bien en acciones bancarias. Si las apuestas no arrojan buenos resultados y los bancos quiebran, el gobierno probablemente termine pagando la cuenta.

Esta confluencia de incentivos económicos para asumir riesgos hace que los gerentes de los bancos no sean buenos guardianes de la seguridad financiera. Sin duda no quieren que su banco quiebre; pero, si la ventaja potencial es lo suficientemente grande, tal vez sea un riesgo que estén dispuestos a asumir.

Se han planteado varias soluciones para este problema, y algunas -como mayores requisitos de capital y restricciones a las inversiones riesgosas- van camino a ser implementadas. Más recientemente, han aparecido otras dos soluciones importantes.

Según la primera propuesta, más desarrollada, los bancos asumirían obligaciones importantes a través de bonos a largo plazo, que sólo se pagarían si sus operaciones son sólidas. En efecto, los tenedores de bonos a largo plazo garantizarían el resto de las deudas de un banco, incluyendo las más riesgosas. Si el banco flaqueara, los tenedores de bonos, que ejercen de garantes, estabilizarían los elementos más problemáticos de la firma. Los tenedores de bonos -no las operaciones nucleares del banco- asumirían el golpe.

Quienes proponen esta solución esperan que pueda aliviar el costo sistémico de una quiebra bancaria. También esperan que las garantías motiven a los tenedores de bonos a monitorear las actividades de los bancos y presionar a los gerentes de las instituciones bancarias a limitar sus operaciones riesgosas.

La segunda solución que está ganando terreno consiste en revisar la compensación de los banqueros. Los gerentes sénior de los bancos no serían recompensados en efectivo o en acciones, sino en bonos del banco a largo plazo, lo que haría que, desde un punto de vista financiero, estuvieran más interesados en la estabilidad a largo plazo del banco y no en su valor accionario a largo plazo. Si el banco quebrara, no podría pagar los bonos y los gerentes que tuvieran bonos tendrían todo ese dinero menos.

Los reguladores bancarios en Estados Unidos y otras partes hoy están considerando seriamente estos cambios, pero todavía tienen que determinar cuán abarcadora debería ser la transformación de las compensaciones. Sin embargo, una parte sustancial de las compensaciones de los banqueros sénior en general se diferiría varios años. Si el banco no lograra sobrevivir tanto tiempo, los gerentes perderían ese dinero.

Esto podría lograrse mediante obligaciones no fondeadas de planes de pensiones, que no exigen que los bancos aparten el dinero con antelación. Los bancos supervisados por los gerentes que tenían mayores pensiones no fondeadas capearon mejor la crisis financiera que sus pares, supuestamente porque tenían un mayor incentivo para mantenerlos a salvo.

Una estrategia más agresiva compensaría a los banqueros con los mismos bonos que avalan las deudas volátiles, riesgosas y a corto plazo de sus instituciones. Como resultado, los gerentes de los bancos tendrían un interés financiero personal en asegurar que las obligaciones riesgosas no crecieran, como sucedió durante la crisis financiera de 2007-2008. Si las obligaciones se deterioraran y el banco quebrara, los gerentes se quedarían sin cobrar. Como las obligaciones estarían garantizando el resto de las operaciones del banco, los gerentes, es de esperarse, se preocuparían especialmente por asegurar que las operaciones básicas estuvieran a salvo.

Al vincular el pago de los gerentes sénior a la estabilidad del banco, el sector financiero, sostienen quienes defienden la idea, estaría obligado a vigilarse a sí mismo. Esta regulación basada en incentivos podría fomentar la estabilidad económica de manera más efectiva que si se espera que los reguladores se ocupen de vigilar las actividades riesgosas de los bancos.

La propuesta no es perfecta -en particular porque la compensación de los gerentes de los bancos seguiría estando asociada a las ganancias-. Si a un banquero le dicen que este año será recompensado enteramente en bonos, y que las ganancias anuales del banco son las que determinan la cantidad de bonos a recibir, el banquero sin duda querría fomentar las ganancias de este año -aunque esto implicara asumir mayores riesgos.

Después que el banquero recibe su primer pago en bonos, los incentivos se vuelven más complejos. El banquero quiere que le paguen los bonos del año pasado (creando un incentivo para salvaguardar la estabilidad), pero quiere un pago alto este año (creando un incentivo para maximizar la ganancia, lo que normalmente conlleva asumir riesgos).

Es más, los banqueros podrían encontrar maneras de vender los bonos a largo plazo. Si bien los reguladores pueden exigir que los bonos no sean pagados por el banco, e inclusive que los banqueros demuestren que no los han vendido, los banqueros sénior son adeptos a encontrar resquicios. Podrían, por ejemplo, retener la titularidad de los bonos, pero vender su interés económico. Los ejecutivos de los bancos que tienen grandes cantidades de esos bonos tendrían un incentivo para presionar para diluir la garantía de los bonos. Si la condición financiera del banco se deteriorara, sus tenencias de bonos podrían impulsarlos a ocultarlo y esperar un giro radical antes de que sus bonos fueran liquidados.

Todo esto resalta el imperativo de que los reguladores desarrollen una estrategia inteligente e integral para supervisar este tipo de sistema de compensaciones. De lo contrario, perdería su efectividad. Compensar a los banqueros con bonos ayuda a promover la seguridad, pero no desliga a los reguladores de su responsabilidad.

A pesar de estos desafíos, una nueva estrategia de compensaciones basada en bonos podría mejorar la estabilidad bancaria considerablemente. Aunque no existe el santo remedio para la regulación bancaria, implementar un sistema de estas características con cuidado y vigilancia sería un paso importante en la dirección correcta.

Mark Roe, a professor at Harvard Law School, is an expert on securities law and financial markets. He is the author of numerous studies of the impact of politics on corporate organization and corporate governance around the world.

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