Brexit: dilemas esquivados

El compromiso de David Cameron de convocar un referéndum de permanencia antes del final de 2017 es el último ejemplo de una política europea de Reino Unido marcada por la duda persistente sobre si la construcción europea es mejor intentar controlarla desde dentro o quedarse observándola desde fuera. Este nuevo episodio no sólo plantea una nueva relación de Reino Unido con la Unión Europea sino que, además, plantea una nueva UE basada en unos principios diferentes. Lo más importante del planteamiento de Reino Unido es que todas las propuestas van en la dirección de “menos Europa”, y esto supone un cambio de filosofía gigantesco respecto al principio de “una unión cada vez más estrecha” que ha guiado la integración europea desde 1951. El modelo de Unión Europea que plantea Reino Unido es un gran mercado interior más competitivo, con menos burocracia y con limitaciones a la inmigración intracomunitaria que no están previstas en el Tratado, gobernado por una Comisión y un Parlamento europeos más débiles, limitados en su capacidad de iniciativa por los parlamentos nacionales en los que seguiría residiendo en exclusiva la legitimidad democrática. Esta iniciativa tiene la virtud de poner sobre la mesa varios dilemas que son transversales a todas sus propuestas y cuyo debate ha sido esquivado por las instituciones europeas, tales como homogeneidad versusheterogeneidad, organización internacional o supranacional, legitimidad propia, o límites a la libertad de movimiento de personas.

El elemento clave en todos estos dilemas es la convergencia económica. Los Tratados fueron aprobados con hipótesis demasiado optimistas sobre la convergencia y, como resultado, son demasiado homogeneizantes. La evidencia empírica muestra que esta convergencia no se ha producido en las últimas décadas. Esto plantea graves problemas a la UE y también problemas específicos a la eurozona, que revisten aún mayor gravedad que los primeros. Debería hacerse un ejercicio de realismo y adaptar la ambición de la construcción europea a un contexto mucho más heterogéneo.

Ahora bien, si es cierto que la UE puede y debe adaptarse —aunque no resignarse— a la falta de convergencia, la eurozona no puede hacerlo ni intentarlo. Como ha demostrado la Gran Recesión, la zona euro no puede abandonar el principio de “una unión cada vez más estrecha”. Para sobrevivir en el contexto de una UE más heterogénea, la eurozona deberá crear instituciones democráticas propias que puedan ostentar sus propias responsabilidades políticas y ganar legitimidad. Los avances en este sentido tienen que hacerse, necesariamente, a costa de la soberanía de los Estados.

Por otra parte, el buen funcionamiento de la libertad del movimiento de personas dentro de la UE depende también de la hipótesis de convergencia. Si ésta no se produce a través del impulso de las políticas adecuadas, se producirá de una manera vicaria mediante la emigración masiva hacia los países más desarrollados. Convendría reflexionar sobre la dispar eficacia de los Fondos Estructurales (FF EE) en España e Irlanda, dos de los mayores receptores per cápita de dichos Fondos entre 1985 y 2005. En España, los fondos comunitarios financiaron infraestructura del transporte y proyectos medioambientales. En Irlanda financiaron el sistema educativo. Como resultado, España tiene una de las mejores infraestructuras de transporte del mundo, pero su nivel de capital humano es muy bajo. Irlanda tiene una de las peores infraestructuras de transporte de Europa, pero ha conseguido un nivel de capital humano muy alto. Dado que el capital humano es el principal determinante de la productividad, del desarrollo económico y social y de la convergencia, no debería extrañar que España no haya convergido mientras que Irlanda sí lo ha hecho. La UE debería establecer unos nuevos FF EE que orientaran y cofinanciaran los sistemas educativos de los países con mayores dificultades para converger. Ello es vital para la eurozona.

Una última reflexión. La UE es un experimento político sin precedentes en la historia. Algunos conciben su desarrollo en el marco de un futuro Estado gigantesco; otros, en el marco de una federación, o de una confederación. Debería considerarse también otra perspectiva basada en otro precedente histórico: el Sacro Imperio. Competencias poco claras, electores, príncipes y obispos y heterogeneidad por doquier. Pero duró mil años, porque era útil.

César Molinas es matemático y economista, y Fernando Ramírez Mazarredo es consultor de gestión estratégica y financiera. Están escribiendo un libro sobre el futuro de la UE.

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