Brotes rojos en la economía

Los datos de afiliación y paro registrado de noviembre añaden nuevas evidencias de que la economía va a menos. El número total de afiliados aún crece (+2,3% interanual) y el de parados registrados todavía cae (-1,7%). Pero conformarse con ese análisis superficial solo postergaría un disgusto que llegará si no se hace nada por evitarlo.

Partamos de la base de que España tiene más de tres millones de parados, un millón de los cuales busca empleo desde hace más de dos años. En ese contexto, que el incremento de la afiliación haya perdido fuerza hasta tener el menor crecimiento desde octubre de 2014 (el 2,3% antes indicado) no es algo positivo.

Aunque esa pérdida de vigor comenzó en abril pasado, los datos de afiliación fueron capaces de ir superando los registros de los mismos meses de 2007, que eran los máximos históricos anteriores. El mes pasado eso dejó de ser así: en noviembre último hubo menos afiliados a la Seguridad Social que en el mismo mes de 2007.

En octubre, por primera vez desde agosto de 2012, subió el paro de inmigrantes. Ahora ya son dos los meses en que sube el paro de ese colectivo en la comparación interanual. Si nos restringimos al colectivo de mujeres inmigrantes, el incremento del paro ya encadena cuatro meses. La subida del paro ya no es algo que alcance solo a los inmigrantes. Por primera vez en siete años, subió el paro entre los menores de 25 años (+0,4% interanual).

Hubo una caída generalizada en la firma de contratos: se firmaron menos contratos fijos y temporales, de varones y de mujeres, de tiempo completo y de jornada parcial. De todos ellos, los que sufren la mayor caída son los contratos indefinidos, con un descenso interanual de 13,1%. Ya no se trata de un mal dato aislado: la firma de contratos fijos ha caído en nueve de los últimos diez meses.

La tendencia descendente en la firma de contratos fijos ratifica la menor confianza que tienen las empresas. En la Industria, la confianza global viene en descenso desde junio de 2018. En el Comercio, los once primeros meses del año mostraron una confianza inferior a la del mismo mes de 2018. En los Servicios, la confianza global encadena 17 meses en retroceso. Incluso la Construcción, que se venía recuperando con fuerza, exhibe un recorte interanual de la confianza en los últimos tres meses.

Es algo elemental: si las empresas no tienen confianza, invierten menos o dejan de invertir. Cuando la inversión es menor, no hay necesidad de ampliar las plantillas, por lo que el crecimiento del empleo se debilita y la firma de contratos cae. Por eso no deben llamar la atención los malos datos de afiliación y paro. Lo que debe llamar la atención es que, a la vista de una reducción persistente de la confianza, el Gobierno no haya actuado para revertirla.

Podría haber una explicación: que el Gobierno basara su análisis económico en ideas tales como que la “avaricia” de los empresarios les llevará a invertir en cualquier contexto o que la riqueza es algo que ya existe y que el único problema es distribuirla con “equidad”.

Sea como fuere, la realidad es la que dibujan los datos recién conocidos. El Gobierno buscará chivos expiatorios (Trump es el principal candidato, aunque no se descartan otros) y se extenuará para encontrar algún “brote verde”. Los demás ya vemos con claridad “brotes rojos”.

Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados.

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