Buenos tiempos en América Latina

En América Latina, 2011 fue, en términos de Frank Sinatra, un muy buen año... y 2012 no parece venir mucho peor. Para una región no siempre acostumbrada a que las cosas vayan bien, se trata de una situación un tanto extraña.

Tres elecciones se llevaron a cabo en América Latina en 2011. Dos -en Argentina y Perú- han ido bien, y otra -en Nicaragua- se vio empañada por el fraude flagrante y la torpe intervención del gobierno en favor del titular. Aún así, dos de tres no está mal en una región donde, previamente, si las elecciones se llegaban a celebrar, la norma eran las disputas sobre los resultados.

En términos económicos, los altos precios de las materias primas impulsaron un fuerte crecimiento en América del Sur en 2011, y la modesta recuperación de EE.UU. benefició a los países vecinos. En Chile, Perú, Argentina, Uruguay, Bolivia y, en menor medida, Brasil y Colombia, la voraz demanda de materias primas y alimentos por parte de China e India elevó las reservas internacionales, permitió un fuerte gasto del gobierno y sostuvo altos niveles de importaciones. Todo esto llevó a tasas de crecimiento en promedio muy por encima del 4%.

Pero también dio lugar a nuevas dudas sobre la sabiduría de depender de las exportaciones de productos básicos. El economista y político chileno Carlos Ominami, en su completo libro de memorias Secretos de la Concertación, se pregunta qué pasaría si la economía de China se desacelera o estalla su burbuja de bienes raíces. A finales del año, es lo que parecía estar sucediendo: los precios de las materias primas y las tasas de crecimiento estaban cayendo, y 2012, si bien todavía promete buenos resultados económicos, no estará a la par del éxito de este año. Si los precios siguen bajando, puede que los errores del pasado pasen cuentas en estos países.

Los países disonantes fueron Venezuela, a pesar de los altos precios del petróleo, y la Cuenca del Caribe: México, América Central y las islas. Exportan productos manufacturados a EE.UU., del que también dependen para el turismo y las remesas y carecen de la geografía o la geología para convertirse en grandes exportadores de productos básicos (o, como México, exportan todo su petróleo a EE.UU.).

Pero incluso ellos disfrutaron de un crecimiento decente este año. Si EE.UU. evita una nueva desaceleración, puede que les vaya mejor que a América del Sur en 2012. En total, con la excepción de 2009, toda la región ha experimentado una década completa de crecimiento ininterrumpido, algo no visto desde los años 70.

El auge alimentó la expansión de las clases medias de América Latina. Entre 1950 y 1980, las clases medias de la mayoría de los países latinoamericanos comprendían entre un cuarto y un tercio de la población. Luego vino la crisis de la deuda de la década de 1980, las reformas estructurales extremas y el colapso financiero de la década de 1990, y una nueva caída global en 2001. Sucesos traumáticos que sumieron a estos países en la llamada "trampa de los ingresos medios": no poder crecer ni seguir ampliando sus clases medias.

Sin embargo, todo cambió en la segunda mitad de la década de 2000: la prolongada estabilidad macroeconómica, los competentes gobiernos de centro-izquierda o centro-derecha, las sensibles políticas sociales, y el crecimiento económico global permitieron que países como México, Brasil, Chile, Uruguay e incluso Argentina dieran el siguiente paso gigante. Para alrededor del año 2008, cerca del 55% de la población de estos países pertenecía a la clase media, medida por cualquier definición que se utilizara.

El acceso al crédito, más puestos de trabajo, las remesas, el auge de los productos básicos, y las transferencias condicionadas de dinero en efectivo hicieron posible que millones pudieran pagar una casa, un coche y una vida mejor. No era una clase media inspirada en precedentes del Atlántico Norte, y el estado de sus miembros es precario y reversible; además, su nivel de vida es muy inferior al de sus contrapartes en países más ricos. Pero es una clase media.

Estos sectores de ingresos medios constituyen una parte aún mayor del electorado, ya que sus índices de participación son más altas que las de los pobres. Los candidatos políticos deben involucrarlos, de vez en cuando consentirles, y adaptar su mensaje para ellos, todo lo cual dirige a los líderes y partidos hacia posiciones moderadas. No hay garantías de que esto perdure, pero se trata uno de los logros más impresionantes de la región en los últimos años.

América Latina será testigo de dos importantes elecciones en 2012, en Venezuela y México, y una no-elección, en Cuba. En Venezuela, los opositores al presidente Hugo Chávez se unirán en torno a un solo candidato para las elecciones presidenciales de octubre. Pero todo depende de la salud de Chávez, que, como la de Fidel Castro en Cuba, es un secreto de estado celosamente guardado.

¿Permitirá el cáncer que Chávez vaya de candidato (es tan formidable como candidato como terrible gestor económico), gane y gobierne hasta el 2030? ¿Va a ser un sustituto de su hermano más radical (y sucesor designado), Adán? ¿O estará demasiado enfermo para participar? En ese caso -y lo más importante- ¿aceptarían él, Adán, y toda la elite "bolivariana" la derrota en las urnas?

En Cuba no habrá elecciones, pero las cosas pueden llegar a un punto importante el año que viene. Las reformas económicas de Raúl Castro no han sido implementadas o no han dado los resultados esperados; la isla sigue dependiendo de los subsidios de Venezuela, las remesas de Miami y los turistas europeos.

Los octogenarios hermanos gobernantes de Cuba no puede durar para siempre. Algo tendrá que ocurrir en la isla, especialmente si su benefactor venezolano ya no está en el poder.

Luego está México, que tendrá las cuartas elecciones democráticas de su historia en un contexto de creciente delincuencia organizada, atroz violencia y creciente escepticismo acerca de la guerra del presidente Felipe Calderón contra las drogas. El resultado es muy incierto con tres partes en conflicto, una ley electoral terrible, falta de segunda vuelta y una frustración considerable con 12 años de gobiernos de centro-derecha y gobiernos a menudo ineficaces.

Dicho esto, las instituciones políticas de México han sobrevivido tiempos difíciles, la clase media rechaza el extremismo y EE.UU. está cerca. Uno preferiría que los candidatos presidenciales de México ofrecieran plataformas con ideas y propuestas que respondan a los desafíos que enfrenta el país, pero este déficit de sustancia ocurre en todas partes ahora, casi todo el tiempo.

Para una región que ha sufrido tanto tiempo la frustración y desesperación por sus fracasos, los actuales se cuentan entre sus mejores tiempos. América Latina debe concentrarse en lo positivo y, al mismo tiempo, recordar que nada dura para siempre.

Por Jorge G. Castañeda, ministro de Exteriores de México de 2000a 2003 y actualmente Profesor Global Distinguido de Política y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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