Bush en Latinoamérica

El domingo pasó volando por encima de donde me hallaba (El Salvador, en Centroamérica) el presidente George Bush camino de Guatemala. Venía de Uruguay, Brasil y Colombia, donde fue recibido con educación por los gobernantes y con encendidas protestas por parte del pueblo llano. El lunes terminó su periplo en Mérida, la capital de Yucatán, en México.

Analicemos los objetivos del viaje del presidente norteamericano a América Latina. El más vendido por la prensa de su país ha sido el de mostrar la amistad que le une a los estados latinoamericanos, a los cuales, con tanto Irak, Afganistán, Siria, Irán, Palestina, Israel y Corea del Norte, tenía muy abandonados. Siguiendo la tradición de los presidentes norteamericanos durante la guerra fría, que se pasearon arriba y abajo del continente para asegurar que sus gobernantes no cejaran en la lucha contra el comunismo, Bush se ha echado al camino para contrarrestar otra influencia amenazadora. Esta vez se trata del populismo de Hugo Chávez en esos países. No es fácil saber si los viajes del presidente de EEUU eran una réplica de los viajes del líder venezolano, o los de este una parodia de los de aquel. Cuando el domingo Bush se paseaba por las desiertas y blindadas calles de dos pueblos mayas, Chávez recibió un baño de multitudes de sandinistas recién regresados al poder en Nicaragua.

Este objetivo mimético no era necesario ni tan importante. Chávez combate al imperialismo norteamericano con escogidos insultos y medidas de solidaridad para beneficiar a los sectores más pobres de algunos países latinoamericanos. Eso ni quita ni pone al antiamericanismo de unas poblaciones que han sentido durante dos siglos los picotazos del águila imperial.

Quizá más importante para el presidente Bush ha sido el mantener la llama sagrada de la lucha contra el narcotráfico en los países por donde la droga procedente de Colombia y Perú transita masivamente hacia Estados Unidos: Guatemala y México. Los 3.500 millones de dólares que EEUU lleva gastados en Colombia para erradicar el cultivo y transformación de la coca (con tan escaso éxito) no sirven para nada si el tráfico encuentra paso franco por el istmo centroamericano y el norte de México. El asesinato de tres diputados salvadoreños y su chófer en suelo guatemalteco por policías de los servicios especiales del país está siendo relacionado por estas latitudes con la penetración de los narcotraficantes en el aparato del Estado en Guatemala. No sé si las promesas que le han hecho los gobernantes de extremar las medidas contra el narcotráfico le habrán convencido o no. Los observadores neutrales no les atribuyen mucha credibilidad o quizá capacidad para enfrentar el problema.

Vender los tratados de integración económica: el LAFTA, Área de Libre Comercio de América Latina, y el CAFTA, Área de Libre Comercio de Centroamérica y la República Dominicana, es otro de los objetivos de Bush en la región. Fomentar las exportaciones norteamericanas a los mercados tradicionales, ya muy penetrados por las exportaciones asiáticas, se ha convertido en una prioridad para la --no confesada-- política comercial de EEUU. A falta de un tratado universal, como el que se intentó concluir en la ronda de Doha (hoy en dique seco), los tratados parciales constituyen la opción norteamericana. Pero mientras el tratado con los países grandes, liderados por Brasil, está todavía muy verde, el CAFTA con países menores ha sido ratificado por cuatro de sus miembros (excepto Costa Rica). En Guatemala al presidente le montaron un show a base de agricultores que han mejorado su suerte exportando frutas y verduras al mercado norteamericano.

Bush tenía que estar preparado para decir algo de los emigrantes latinoamericano en EEUU --de los que, solo de Centroamérica, puede haber hasta cinco millones-- porque los gobernantes que le recibieron no tenían más remedio que sacar el tema. Los países quieren que se legalice a los emigrantes que ya están en suelo norteamericano y que se abran los cupos de emigración legal, se facilite la instalación de negocios y el envío de remesas a los familiares que se han quedado en el país. Miles y miles de familias le pedirían eso al presidente Bush si tuvieran acceso a él. Pero el presidente se contentó con registrar su preocupación y que "mirará a ver que puede hacer". O sea, nada.

Todos estos objetivos son problemáticos y difíciles de lograr. Pero hay uno que parece fácil de lograr y tiene mucha importancia para los norteamericanos: la producción de etanol. En Brasil, Bush obtuvo la promesa de Lula de doblar la extensión dedicada a la producción de caña de azúcar, de donde extraen etanol. Colombia se ha comprometido a dedicar 6 millones de hectáreas a la producción de un millón de litros de etanol. En Guatemala, El Salvador y en toda Centroamérica está aumentando la producción de caña de azúcar (aunque el precio del azúcar no está muy alto) precisamente como materia prima para el etanol. Bush les ha dado su bendición porque coinciden los intereses de los países, que lo tienen tanto para consumo doméstico como para exportarlo a Estados Unidos. Es una carta en su enfrentamiento con Venezuela, de la que todavía depende mucho de sus envíos de petróleo.

Luis de Sebastián, profesor honorario de Esade.