Cábala y puñal

Por Xavier Bru de Sala (LA VANGUARDIA, 06/12/03):

Unos hacen cábalas, otros lanzan cables. Esperemos que las expectativas del lector ávido de vericuetos adivinatorios no queden del todo defraudadas. Vamos allá. Barbeta levantó con gran acierto el telón del guión cambiado para ERC, a cuyos dirigentes el resultado del 16-N pilló a contrapié de un pacto que ya tenían "coll avall".

¿Qué tal si tiramos un poco de la misma cuerda, pero en el escenario de otros partidos? CiU tenía dos guiones. El más probable consistía en que la suma de sus diputados y los de ERC no alcanzara la cifra mágica de los sesenta y ocho. En tal caso, apaga y vámonos. El segundo contemplaba alcanzar la ansiada meta, aunque no fuera la fuerza ganadora. Para ello tenían que rozar los cincuenta y ERC acercarse a los veinte. Pues bien, la suma se ha dado, por mérito exclusivo de Esquerra, que sacó lo que a CiU le faltó. Y encima Mas es el ganador de los comicios, a cuatro diputados de Maragall. No se trata aquí de un guión cambiado, sino del mejor de los posibles, y aún mejorado. La pérdida de diez diputados quedó en casi nada al lado de la victoria y la mayoría nacionalista. Euforia justificada, Mas consolidado, Carod obligado a mantener a CiU en el poder. ¿Y el guión socialista? Cambiado, muy cambiado. Las caras largas de la noche electoral contrastaban con las de CiU. Nadie ha insinuado siquiera los motivos de sus cuantiosas pérdidas (el origen de las de CiU sí está claro, castigo al pacto con el PP), pero vamos a dejarlo para otro día. Maragall perdió y todo estaba perdido. Pero a veces, sólo a veces, los muertos resucitan mientras los vivos se van al hoyo, y no es lo mismo bregar desde el hoyo que en el sillón presidencial. Añadamos un par de líneas para constatar que el PP e IC salieron con su guión validado, y entremos en la cuestión clave: la decisión de Carod. Lo dicho hasta aquí resume, con cierta aproximación, las circunstancias de entrada. Pero claro, ustedes quisieran saber algo de las de salida, o sea quién será president. La pregunta lleva parte de la respuesta incorporada. ¿Cómo es que ahora no está claro si lo estaba hace diez días? Porque ahora, todos vemos más lejos, empezando por los que se la juegan, que son los políticos.

El 16-N levantó una barrera contra el "pacte d'esquerres", pero luego se vio que no era infranqueable. Ahora estamos –están– calculando pros y contras. Si la barrera fuera fácil de saltar, podríamos pensar que a ERC le conviene situarse en el ámbito de la izquierda, ya que de su credibilidad nacionalista nadie duda. Luego están las argumentaciones siguientes: que, para Carod, puede ser mejor contar con un president resucitado por él mismo, mucho mayor y con menos legitimidad catalanista. Por otra parte, poco voto le puede quitar, en el futuro, el PSC a ERC, lo que no puede decirse de CiU (de donde los dan, también pueden recibirlos). Mas es más joven que Carod y su principal rival de futuro, por lo que podría aprovechar la oportunidad de darle un puñalada a la primera de cambio... Todo eso ya no pertenece al ámbito de los cambios de guión. Antes del 16-N, y en los primeros días, nadie lo había pensado. Luego se ha ido viendo, con la perspectiva que deja ver más allá de la barrera, con la sustitución de la evaluación emocional por el sistema de cábalas y calibrado de cables.

Pero no se alarmen más de la cuenta los partidarios del Govern nacionalista o nacional. Los inconvenientes de aupar a Maragall pesan por lo menos tanto como los de convertir a Mas en president. De entrada, aplastan. Ya dije que, por mucho que la decantación de ERC a la izquierda sume setenta y cuatro diputados contra los sesenta y nueve nacionalistas, Mas ha ganado, y no es lo mismo descabalgar a CiU vencedora en Catalunya que al PP en la Comunidad de Madrid, Aragón o Baleares. Si la derecha tiene un partido y la izquierda varios, mal harían si sumaran mayoría y no lo aprovecharan. En caso contrario, sucedería lo mismo. Pero resulta que ERC tiene una alma bicolor y, como dijo Carod la noche electoral, no quisiera optar por uno de ellos dejando al otro de lado. Sin embargo, o mucho se equivoca la variante del juego del prisionero, a cuyas principales jugadas estamos asistiendo, o tendrá que hacerlo. Los dos prisioneros se niegan a colaborar, como manda el modelo –por mucho que les convenga, no empiezan a colaborar hasta que se han perjudicado muchas veces–. Mas pone las cosas fáciles de entrada, no hallarán al negociar con él menor escollo, y hasta se va a ver a Ibarretxe por su cuenta, porque Carod puede convertir su victoria en derrota. Maragall y Montilla no las pueden poner tan fáciles, porque ahí está el PSOE (lo que es ventaja para ERC, que así podría ponerlos contra las cuerdas día sí y día también). En caso de empate a diputados, a Carod le convendría virar a la izquierda. Pero, ahí empieza el guión de futuro, ahora no puede hacerlo sin apuñalar a Mas, que está montado en el carro de la victoria.

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