Calidad democrática en tiempos de tergiversación

Cerca de 1.800 investigadores de 82 países están reunidos en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, desde el pasado 7 de julio, para reflexionar sobre comunicación, tecnologías y dignidad humana. No es un reto menor. En las últimas décadas la tecnología ha supuesto innumerables avances para la sociedad. Las oportunidades que la comunicación digital ha traído, trascendiendo barreras espacio-temporales, han hecho progresar ideas y derechos en muchos rincones del mundo. La población del planeta está más conectada que nunca y el acceso a internet se sitúa en el 60 por ciento. Sin embargo, es paradójico que de nuevo el derecho a la información vuelva a estar en cuestión en este momento de mentiras, bulos y oligarquías digitales.

Nunca hemos estado a la vez tan cerca y tan lejos de que los derechos humanos estén garantizados. Los derechos civiles avanzan, a pesar de la vulneración manifiesta de muchos de ellos, y cada vez son más los reconocimientos a la libertad, a la igualdad de género -con un movimiento feminista más vigoroso que nunca-, a los compromisos y avances en pro de la justicia en todo el mundo, a la conciencia medioambiental y ante el cambio climático, a la aprobación de legislaciones igualitarias, a la supresión de la pena de muerte en más países o a los derechos de colectivos en general. Pero no podemos obviar que existen signos de control informativo: la actualidad ofrecida a los internautas está a merced de los algoritmos, se producen ataques cibernéticos y de contenidos en procesos electorales, WikiLeaks es víctima de un bloqueo y hay jueces que exigen que los periodistas revelen sus fuentes. La censura vuelve a ponerse de moda, aunque los peligros de la libertad de expresión siempre han estado presentes: en China, en el año 215 a. C., Shih Huang Ti mandó quemar todos los libros para que se creyera que él fue el primer emperador de la historia.

La falta de garantías de esta libertad en muchos países sigue demostrando que la universalidad es un objetivo, es «el objetivo» del logro de derechos. Hong Kong es hoy referente en este sentido. Se desvanece el proyecto de «un país y dos sistemas» y su realidad se mueve entre el yugo chino y la lucha por la libertad. Hong Kong tiene el séptimo índice de desarrollo humano más alto del mundo y sus libertades civiles y políticas son incomparables con las chinas. No hay control sobre internet, a diferencia de lo que ocurre en China continental, las universidades están libres de interferencias del gobierno y no hay censura. Sin embargo, hay claros indicios de que su libertad y su calidad democrática están en peligro. Los periódicos críticos tienen problemas para conseguir publicidad, las librerías que solían vender obras que cuestionan a China han cerrado, y aquellos que critican al país tienen dificultades para entrar en Hong Kong. La respuesta de la calle llegó con la «revolución de los paraguas» y, hace pocos días, con manifestaciones y la toma del Parlamento. El impacto retumbó en todo el mundo gracias a los medios de comunicación y las redes sociales.

El periodismo tiene un papel medular en las transformaciones sociales para garantizar el derecho al acceso a información veraz, a través de cualquier soporte. Ante un escenario de información y desinformación instantánea, cabe preguntarse si somos de verdad conscientes de todo lo que estamos viviendo y del papel fundamental que juegan los periodistas en este momento. Por todo ello, es una oportunidad única la celebración del congreso de la Iamcr (International Association for Media Communication and Research) para que los máximos exponentes profesionales y académicos reflexionen sobre el papel del periodismo en la sociedad actual y muestren el necesario protagonismo de la comunicación hoy, que concierne también a los futuros profesionales que hoy están formándose en el mundo universitario.

Lo que es incuestionable es que en la sociedad digital, los ciudadanos del siglo XXI necesitamos más que nunca a los periodistas. La calidad democrática lo requiere.

Jorge Clemente, decano de la Facultad de Ciencias de la Información Universidad Complutense de Madrid.

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