Calidad, rapidez y coste inferior

En los últimos años el turismo médico, término de amplio uso internacional para referirse a los pacientes que viajan a otros países para obtener tratamiento médico, se ha convertido en un fenómeno global de enorme crecimiento. La combinación de facilidad de acceso, calidad de los servicios médicos, rapidez de la atención y un coste del tratamiento inferior en muchos casos al del país de origen del paciente son factores que contribuyen a explicar el auge de este fenómeno, que algunos estudios sitúan en un volumen económico mundial de unos 100.000 millones de dólares para el año 2010.

Sin ninguna duda, Estados Unidos es el país en el que el turismo sanitario tiene mayor relevancia. Las peculiaridades del sistema sanitario norteamericano, en las antípodas de los sistemas sanitarios europeos en cuanto a las coberturas sanitarias y garantías económicas que ofrece, explican que según algunas estimaciones durante el año 2009 más de tres millones de ciudadanos norteamericanos hayan viajado a diversos países para recibir un tratamiento médico de calidad que en su país no podían costearse. El crecimiento previsto los próximos años es exponencial, aunque habrá que ver el impacto de la reforma sanitaria del presidente Obama.

En Estados Unidos el turismo médico es una actividad cada año mayor, especialmente hacia México, India, Tailandia, Filipinas, Brasil, Singapur, Dubái o Costa Rica, donde fundamentalmente los turistas médicos van a buscar intervenciones de prótesis de cadera o de rodilla, recambios de válvulas cardiacas, implantes dentales o procedimientos de cirugía estética. Los hospitales que los tratan han sido acreditados previamente por agencias evaluadoras internacionales, a fin de garantizar a los pacientes una atención médica segura y de calidad, homologable a la que podrían recibir en Estados Unidos, pero por un precio que, para un mismo tratamiento, incluyendo el viaje y la estancia, puede llegar a ser diez veces inferior.

Europa tampoco escapa al fenómeno del turismo médico y, aunque de dimensión más modesta, también ha ido al alza en los últimos años. La propia Unión Europea lo pretendía favorecer con una nueva directiva que facilita la libre circulación de pacientes entre países, para que puedan ser atendidos en cualquier Estado de la UE sin necesidad de una autorización previa en su país de origen y debiendo ser resarcidos de los costes del tratamiento a su regreso. Pero la directiva ha sido bloqueada recientemente por diversos países capitaneados por el Gobierno español, que ha esgrimido como razones para ello que llegado el caso podría verse obligado a pagar el tratamiento dispensado a un hospital privado, no contratado por el sistema público, y por la eventualidad de que los extranjeros residentes en España recibieran tratamiento en su país de origen y a su regreso se debería reembolsarles el importe de la atención sanitaria recibida. Para la ministra de Sanidad, el coste de estas medidas podría ser de unos 2.000 millones de euros adicionales para el sistema sanitario, cantidad seguramente imposible de asumir.

El caso de España es ciertamente peculiar por el número notable de ciudadanos de otros países, mayoritariamente jubilados europeos que, atraídos por el clima, el coste y la calidad de vida, inferior al de sus países de origen, viven buena parte del año en el litoral y archipiélagos españoles. Estos ciudadanos residentes en España usan los servicios sanitarios cuando tienen necesidad y no faltan voces críticas por el coste que para el erario público significa la atención sanitaria que reciben. La realidad es que entre los países europeos hace ya bastantes años que se establecieron mecanismos de compensación de los gastos sanitarios de sus ciudadanos.

No obstante, la experiencia española no se circunscribe exclusivamente a los turistas extranjeros; Barcelona, Madrid y sus grandes centros hospitalarios también han recibido y tratado a pacientes provenientes de otras comunidades. Las quejas por el coste de estos tratamientos y la insuficiente compensación económica percibida de las otras comunidades también han sido un latiguillo habitual.

El incremento del turismo médico en los próximos años parece fuera de toda duda, por lo que además de velar para evitar los desajustes en los presupuestos públicos que pueda ocasionar, quizá convendría aprovechar la oportunidad que puede suponer para los hospitales españoles y los profesionales médicos que disfrutan de una reputación internacional. En España, la iniciativa de mayor calado para atraer a pacientes extranjeros es la que desde hace años aglutina a los centros médicos privados más reconocidos de Barcelona. De modo parecido, en Estados Unidos, pacientes de todo el mundo con notable capacidad adquisitiva acuden atraídos por la reputación de los hospitales norteamericanos y contribuyen decisivamente a su sostenimiento económico.

Manel Peiró Posadas, doctor en Medicina y vicedecano académico de Esade.