California, inquietante futuro

Se suele ver en California, un estado cuya población es equivalente a la de España, el laboratorio de nuestro futuro colectivo. En Los Ángeles se creó la industria del entretenimiento y en Silicon Valley floreció el mundo de la informática y, posteriormente, el de las redes sociales. Los líderes políticos, que en este estado pertenecen por lo general a la izquierda demócrata, también lo convierten en un laboratorio de innovación social; por ejemplo, trato generoso a inmigrantes sin recursos y discapacitados, despenalización del cannabis y otras buenas causas de nuestro tiempo. Con el nombramiento como probable futura vicepresidenta de Estados Unidos de Kamala Harris, senadora por California y muy progresista, el modelo californiano podría convertirse en el modelo estadounidense. En esta visión de la sociedad tan políticamente correcta, en la que algunos conservadores ven más un antimodelo, la política energética con influencia ecológica es esencial. Además, ofrece a Europa, que parece estar tomando el mismo camino, muchas enseñanzas, que, en mi opinión, son generalmente negativas.

Durante los últimos diez años, California ha lanzado, a un alto coste para los contribuyentes, una estrategia antinuclear y absolutamente prosolar y proeólica. El gas natural, por ser local, sigue siendo de momento la principal fuente de energía (un tercio), mientras que la nuclear se ha reducido a la mitad en diez años y las energías renovables e intermitentes, eólica y solar, se han multiplicado por cinco en el mismo período. Actualmente, el objetivo del estado de California es llegar al 60 por ciento de energías renovables en 2030. Ya podemos medir los resultados que esta orientación ecológica tiene para la población: el precio de la electricidad es tan elevado que hace huir a las industrias hacia estados vecinos, sobre todo Nevada y Texas, y los cortes de corriente son incesantes, especialmente en este momento, la época de más calor.

En cuanto al primer punto, la desindustrialización de California está en marcha; resulta revelador que Elon Musk haya trasladado a Nevada las fábricas de Tesla, grandes consumidoras de energía. Las empresas que dominan en internet, como Google o Facebook, aún mantienen sus centros de investigación en los alrededores de Palo Alto, en la zona de la bahía de San Francisco, pero sus servidores y centros de datos, grandes consumidores de electricidad, generalmente se despachan más allá de las fronteras del estado. Por consiguiente, en California suele haber únicamente trabajos de investigación y diseño muy bien remunerados y, en el extremo opuesto, trabajos de servicios muy mal pagados; en lo que a remuneración se refiere, California es el estado más desigual de Estados Unidos.

En cuanto a la intermitencia de las energías alternativas, los californianos la padecen todos los días, debido a la sucesión de cortes. En esta estación del año, la gente vuelve a casa alrededor de las seis de la tarde y enciende el aire acondicionado. Por desgracia, el sol se pone una hora más tarde y en verano el viento está de permiso. En teoría, para compensar las caídas, las empresas proveedoras de electricidad privadas deben tomar el relevo, abasteciéndose, si es necesario, en las centrales de socorro. Estas, igualmente intermitentes, se encuentran en estados vecinos donde el sol no se pone más temprano y el viento no sopla más. Por lo tanto, las averías y los cortes son inevitables y empeorarán a medida que la energía renovable sustituya a la nuclear. Recordemos que en Alemania la situación es parecida, pero compensa el abandono de la energía nuclear in situ comprando electricidad en Francia; bonita hipocresía.

Esta aventura californiana ilustra cómo, en economía, los resultados reflejan mal las buenas intenciones; las buenas intenciones no conducen necesariamente a consecuencias felices. California también ilustra las deficiencias aritméticas del cálculo ecológico: los Verdes afirman que la energía eólica o la solar se pueden renovar indefinidamente y son casi gratuitas, pero no cuentan con los costes de fabricación antes y después, ni el precio de mantenimiento, ni las repercusiones negativas para consumidores y empresas. Si Joe Biden y Kamala Harris son elegidos y aplican su programa (cien por cien renovables en 2035), se recomienda encarecidamente a estadounidenses y europeos que quieran imitarlos que se abastezcan de velas.

Además, las noticias de actualidad nos informan de que California está siendo devastada por gigantescos incendios forestales, y la razón no es el calentamiento global, sino la anarquía de la urbanización. Los californianos construyen en cualquier lugar, especialmente en zonas boscosas con vistas al océano, y el estado lo permite. Por tanto, llama la atención el contraste entre el liberalismo extremo en la construcción, aun a riesgo de amenazar la seguridad de los habitantes, y el intervencionismo igualmente extremo para salvar el planeta con molinos de viento. El estado está presente donde es menos esencial y está ausente donde sería más necesario. Don Quijote, que se equivocaba sistemáticamente de causa, habría sido un excelente gobernador de California.

Guy Sorman

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