«¡Cállate, facha!»

Nos acababan de tirar una lata de cerveza que impactó en el brazo de una chica. Esta vez tuvimos suerte porque el bote estaba vacío. Al ver esa agresión empecé a gritar: «¡Libertad, libertad, libertad!», con todas mis fuerzas. Un chico que estaba entre los «odiadores» me miró con cara de ira, con ojos de violencia y me dijo: «Tú, sí, tú». Extendió sus brazos al aire para que los viera bien, me mostró sus dedos corazón y espetó: «¡Cállate, facha!».

No olvidaré ese momento jamás en la vida porque mostró el odio e ignorancia de los «odiadores» que increparon a Ciudadanos en la manifestación del Orgullo. El acoso sufrido por Ciudadanos no es nuevo. Ese mismo odio lo sentí en Alsasua, cuando los proetarras hacían sonar sus motosierras para intimidarnos. Querían que bajáramos la cabeza y renunciáramos a pedir igualdad y libertad para todos los españoles. Diferentes formas de acoso pero idénticos rostros de violencia.

Ese odio volvió a brotar como un virus en Madrid en un par de ocasiones más: una, cuando Begoña Villacís, embarazada de 9 meses, fue «escrachada» por una asociación antidesahucios en la Pradera el día de San Isidro; otra, cuando en Lavapiés nos acorralaron y lanzaron objetos en un acto político contra la «okupación». Mis compañeros Jordi Cañas, Sofía Miranda e Ignacio Aguado tuvieron que protegerse mientras daban sus discursos porque la lluvia de objetos era constante.

Me preocupa profundamente que el virus del odio campe a sus anchas por toda España. El sectarismo, la violencia y los gritos se imponen a la razón, la argumentación y a la imparcialidad. Como catalán, he visto cómo empezó el odio de los sectarios «indepes» y ahora veo las mismas actuaciones que se replican en diferentes partes de España. Incluso los cargos políticos alientan a los sectarios con las mismas tropelías: Quim Torra pide a los CDR «apreteu» y Grande-Marlaska afirma que las decisiones políticas de Ciudadanos «deben tener consecuencias».

Las consecuencias que pedía el Ministro Marlaska quizá se las pueda explicar una afiliada de Ciudadanos que nos acompañó a la manifestación del Orgullo. Entre empujones, gritos y lluvia de objetos reconocí a una señora de baja estatura, que apenas se podía hacer un hueco entre nosotros. Sus canas plateadas me ayudaron a reconocerla y con sinceridad me preocupé cuando la vi entre la multitud. Me acerqué a ella y la rodeé con mi brazo, y pregunté cómo estaba. La señora, la cual me ha pedido que no dé su nombre, me miró con aspecto desencajado pero con firmeza y convicción me dijo: «ya he salido del armario una vez y no me volverán a encerrar en uno». Las palabras del Ministro dieron alas a los violentos de siempre que intentaron callar y amedrentar a una persona que había luchado por los derechos y libertades sexuales a lo largo de su vida. ¿Esas son las consecuencias que quería el señor Marlaska?

Lo que Ciudadanos ha vivido en el Orgullo de este año se puede resumir de la siguiente manera: algunos quieren que estemos dentro de un armario, a ser posible en el fondo, pero esta vez el armario es ideológico. Éste es mi mensaje para los «odiadores» profesionales: en España, no vamos a dejar que exista ningún tipo de armario, ni sexual ni ideológico. La libertad sexual, la libertad de expresión y la libertad de pensamiento se deben defender hasta las últimas consecuencias. Y como dijo un Presidente de Estados Unidos:«La libertad no está a más de una generación de extinguirse. No se la transmitimos a nuestros hijos a través de la sangre. Debemos luchar, protegerla y entregársela a ellos para que hagan lo mismo». Ni un paso atrás en derechos ni libertades. O paramos los pies a los populismos y sectarismos o la libertad de los españoles se verá comprometida en menos tiempo de lo que podemos pensar.

Sergio Brabezo es diputado regional por Ciudadanos en la Asamblea de la Comunidad de Madrid.

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