Cambio de rasante

La historia se encargará de estudiar los casi cuarenta años del reinado de Juan Carlos, que acaba de abdicar de forma inesperada pero no imprevista. En el primer borrador de su trayectoria como Rey se puede afirmar que la aportación de Juan Carlos a la transición y a la paz política y social en España en su largo reinado es innegable. No se recuerda un periodo tan largo de libertades y progreso.

Procede del franquismo, y fue Franco quien le nombró, a pesar de que en su breve anuncio de abdicación dijo: “Heredo el legado histórico de la monarquía española de mi padre”. Las Cortes franquistas le nombraron Rey, pero fue él quien contribuyó a transformar una dictadura en una democracia de la mano de Adolfo Suárez y de una clase política que optó por la transición y no por la ruptura. Dio la cara para parar el golpe de Estado de 1981 y ha sido un árbitro en varios momentos críticos de la siempre convulsa historia española.

No estaba en el calendario que su abdicación se anunciara el lunes. La motivación oficial es abrir el paso a una generación que reclama su papel de protagonista, una generación más joven y con nuevas energías. Las causas son más complejas y van más allá de su decisión personal. Tienen un fondo político.

En septiembre del 2013 escribí que “sería bueno para el país y para la monarquía que se acelerase la abdicación. Es un acto personal que solamente lo puede decidir el Rey. Pero sería bueno que para su bien y para el de todos cediera el paso a su hijo. Vivir un tiempo indeterminado, largo, pendientes sobre el estado de su salud es innecesario y posiblemente inútil. Nadie es imprescindible. Ni siquiera el Rey cuando sus facultades se deterioran”.

Juan Carlos ha sido un embajador principal de los intereses españoles en el mundo. La transición fue un referente para cambios de regímenes dictatoriales a sociedades libres en muchas partes del planeta. Su campechanía y su experiencia le permitieron tratarse con normalidad con todos los presidentes norteamericanos, los líderes latinoamericanos, europeos y del resto del mundo. Su relación personal con los monarcas de Marruecos ha tenido importancia geopolítica y ha evitado entrar en conflicto con nuestro vecino del sur. La Marcha Verde marroquí para invadir el entonces Sáhara español, con Franco en su lecho de muerte, fue un aviso que no ha olvidado.

La abdicación de un Rey entra dentro de la normalidad en las monarquías parlamentarias europeas. El año pasado abdicaron la reina de Holanda y el rey de Bélgica. La abdicación de Eduardo VIII en 1936 causó una crisis política en Inglaterra, que va descubriendo que la renuncia no fue sólo por querer casarse con una divorciada, sino por razones políticas de fondo que tenían que ver con las sutiles simpatías del nuevo rey con el régimen nazi.

Desde Carlos V hasta Alfonso XIII han abdicado seis reyes españoles. Los cuatro últimos -Carlos IV, Isabel II, Amadeo de Saboya y Alfonso XIII- no lo hicieron de buen grado. Fueron forzados a abandonar el trono por sus equivocaciones políticas. El Saboya que se trajo el general Joan Prim i Prats se fue porque su protector caía asesinado en Madrid antes de que tomara posesión del trono.

Juan Carlos abdica por las razones que ha aducido en su mensaje de despedida pero también porque se ha visto incapaz de gestionar la crisis del Estado que tiene varios ramales a partir de la crisis económica que sacude a la sociedad desde hace más de seis años.

Los resultados de las elecciones europeas del 25 de mayo dibujaron un mapa político que enterraba definitivamente la transición. La victoria de Esquerra Republicana en Catalunya daba un impulso nuevo a un proceso que entra en colisión con la voluntad del Gobierno presidido por Mariano Rajoy. Al Rey se le tuvo que hacer muy cuesta arriba el arbitrar en el conflicto de más calado que tiene el Estado. Otro dato no menos relevante es que las urnas no dieron una mayoría a los dos partidos mayoritarios de la derecha y la izquierda. La implosión de nuevos partidos más a la izquierda de los socialistas y de grupos que se escindieron del Partido Popular visualiza un periodo de cierta ingobernabilidad en España en un futuro próximo.

El día en que el Rey pidió disculpas después de su accidentado viaje a Botsuana en el 2012, su reinado entraba en un proceso irreversible. Los escándalos que afectan a su yerno, que están en los tribunales y afectan directa o indirectamente a la princesa Cristina, también han contribuido.

Vamos a vivir tiempos convulsos. Si miramos por el retrovisor de la historia, será aconsejable no precipitarse en soluciones rápidas, radicales y rupturistas. Será una etapa en la que la normalidad, la tranquilidad, la reflexión y la legalidad democrática tendrían que ser tenidos en cuenta. El republicanismo quiere abrirse paso, una vez más. El futuro rey Felipe VI tendrá que ganarse, al igual que su padre, la legitimidad y el prestigio día a día. Tendrá que modificarse total o parcialmente la Constitución, habrá que encontrar una salida para Catalunya y el correspondiente equilibrio territorial en la pluralidad y diversidad de España. Su tarea será de gran envergadura. Una última reflexión que muchos recordamos: Juan Carlos fue el instrumento para devolvernos las libertades.

Lluís Foix

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