Cambios en su sistema político

Por Luciano Zaccara, Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos TEIM-UAM (LA VANGUARDIA, 30/04/06):

En Irán existen instituciones electivas –Presidencia, Parlamento y Asamblea de Expertos– y no electivas –Consejo de Guardianes, Consejo de Discernimiento y Consejo de Seguridad Nacional–. El complejo entramado de controles recíprocos hace que ninguno de estos organismos tenga por sí solo la capacidad absoluta para decidir sobre temas fundamentales en política interna y exterior. El sistema político iraní se caracteriza por la disputa del control de las diferentes instituciones antes mencionadas por parte de las facciones político-clericales, cuyas definiciones ideológicas son flexibles, y cuyos intereses de grupo y vínculos de parentesco y regionales son los que determinan las lealtades políticas. Así, mientras el actual presidente Ahmadineyad y el jefe del Parlamento Haddad Adel son laicos y de una generación más joven que los clérigos fundadores del actual régimen, los unen lazos de parentesco muy firmes con ellos. El primero es yerno de Ahmad Jannati –jefe del Consejo de Guardianes– y el segundo es consuegro de Ali Jamenei –líder espiritual–.

Desde la muerte de Jomeini, Irán funciona como un sistema de equilibrios de poder, que intenta eliminar o neutralizar cualquier tendencia que pudiera perturbarlo, tanto en el sentido de una apertura interna que hiciera peligrar la estabilidad de la elite política, como externa, que pudiera amenazar la integridad territorial. Por ello los nombres de muchos de los funcionarios claves de los diferentes organismos han sobrevivido a los cambios presidenciales. La estabilidad y continuidad es una garantía del mantenimiento de una política de Estado en cuestiones básicas y es respaldada por las diferentes facciones.

Con la llegada de Ahmadineyad a la presidencia en el 2005 ha habido algunos cambios a este respecto. La mayoría de los embajadores en Europa y otros ministros fueron designados personalmente por él sin consultarlo ni siquiera con su propia facción política, Abagdaran –coalición por el desarrollo islámico de Irán–. El Ministerio de Petróleo, puesto clave para el sector económico y exterior iraní, fue uno de esos cargos que Ahmadineyad pretendía nombrar sin contar con su entorno político.Ysu desconocimiento de esa regla tácita de consenso estatal explica que incluso su facción en el Parlamento haya rechazado hasta en tres ocasiones los nombres por él propuestos. Últimamente, muchos de los nuevos gobernadores que está designando la presidencia provienen de ambientes relacionados con la seguridad y servicios de inteligencia, y afines a los basijíes que militan activamente apoyando las iniciativas presidenciales. Éstas podrían ser señales de una tendencia que parece confirmarse en Irán: existe una fuerte disputa por el poder entre Ahmadineyad y la propia elite político-clerical que apoyó su victoria.