Camino a la UE de los 30

En menos de siete días tres Estados europeos han presentado su solicitud de adhesión a la Unión Europea. Entre el lunes 28 de febrero y el viernes 4 de marzo, Bruselas recibió sendas peticiones por parte de Ucrania, de Georgia y de Moldavia. Tres exrepúblicas soviéticas que, según la concepción geopolítica putiniana, habrían puesto en peligro la seguridad de Rusia con su acercamiento paulatino a Bruselas y, lo que es aún peor, a la órbita de la OTAN.

Desde Kiev los motivos para solicitar su adhesión al club de los 27 son más que evidentes: la invasión rusa y el consiguiente conflicto bélico. Por el contrario, en los casos georgiano y moldavo la motivación se resumiría, recurriendo al refranero popular, en que «cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar».

En efecto, los gobiernos de Tbilisi y Chisinau son conscientes de que la guillotina rusa pende sobre sus cabezas. De hecho, en 2008, Georgia ya experimentó en sus propias carnes cómo se las gasta el ejército ruso cuando parte de su territorio fue invadido bajo el pretexto de proteger a las poblaciones rusófilas de Abjasia y Osetia del Sur, dos regiones cuya independencia fue reconocida por Moscú siguiendo exactamente la misma hoja de ruta que en 2014 serviría para convertir la península de Crimea en territorio de la Federación Rusa.

Moldavia, por su parte, no ha sido (todavía) objetivo de los ataques armados dirigidos desde el Kremlin, simplemente porque a diferencia de Ucrania y Georgia ni un solo milímetro de su territorio comparte frontera con la «madre Rusia», aunque a nadie se le escapa que esta ventaja competitiva quedaría pulverizada con la victoria de Putin sobre Ucrania. Si este país cae, Moldavia sería el siguiente y la situación en la separatista y prorrusa región de Transnistria, independiente de facto de Moldavia, podría generar la tormenta perfecta para la llegada de las tropas moscovitas.

Independientemente de las simpatías ciudadanas y del interés geoestratégico que la adhesión de Ucrania, Georgia o Moldavia pueda despertar en cada una de las 27 capitales comunitarias, ninguno de estos tres Estados será objeto de una «adhesión exprés» a la Unión, al menos no como nuevos Estados miembros. Solo en el caso de Moldavia y siempre y cuando se hubieran impuesto con carácter previo y de forma mayoritaria, tanto en Bucarest como en Chisinau, los postulados de los unioniști (partidarios de la integración de Moldavia en Rumanía), los ciudadanos de este país podrían ver acelerada su conversión en ciudadanos comunitarios, aunque ello llevaría aparejada la desaparición de este país como Estado independiente. Es lo que se ha denominado como la «vía alemana» por sus semejanzas con el proceso de integración de los Länder de la extinta RDA a la República Federal de Alemania y, por tanto, su simultáneo ingreso a la Unión.

En cualquier caso, las reglas para la adhesión son sobradamente conocidas por los gobiernos de Kiev, Tbilisi y Chisinau y, en el escenario actual, todos ellos son conscientes de que, en el más favorable de los casos, sus expectativas comunitarias no podrán verse colmadas antes de 2030.

Luis Rodrigo de Castro es profesor colaborador doctor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales en la Universidad CEU San Pablo.

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