Campamentos por asentamientos

Por Xavier Rubert de Ventós (LA VANGUARDIA, 06/09/04):

Conocida es la leyenda que Hegel retoma bajo el título Dialéctica del amo y el esclavo. Según ésta, el poderoso vence al débil y lo hace su servidor, su esclavo. El amo consigue así liberarse de los duros afanes cotidianos, pero su vida “indolente” le va distanciando de la realidad hasta acabar dependiendo del esclavo: siervo de su propio siervo. Un siervo que perdió su libertad en el campo de batalla, pero que comienza ahora a recuperarla gracias a su contacto directo con la realidad. Y así es como lo que uno ganó en la guerra lo pierde en la paz (y viceversa), gracias a ese círculo virtuoso en cuya virtud las cosas vienen a igualarse y arreglarse por sí mismas...

Es mucho lo que esta leyenda explica; y mucho también lo que no tiene en cuenta. No tiene en cuenta, por ejemplo, que, gracias a esa transferencia del trabajo mecánico al esclavo, el amo está en condiciones de acumular un saber y una información con los cuales puede reforzar y perpetuar su poder. El anterior círculo virtuoso, que tendía a superar las justicias y contradicciones, se ve así cruzado por un círculo vicioso de efectos contrarios. Y la cuestión es saber qué ocurre entonces: ¿se neutralizan ambos círculos?, ¿vence uno al otro?, ¿acaban tal vez amalgamados por eso que llamábamos dialéctica y hoy gusta de llamar sinergia?

Escribo esto en Jerusalén. Tras deambular entre controles, caminos cortados y un muro a medio levantar, llego a esos “territorios” palestinos de Cisjordania trufados de enormes conglomerados judíos sobre las colinas. Son como fortines o castillos medievales que jalonan y segmentan el territorio palestino al tiempo que se han hecho con el control de los recursos estratégicos y los mejores acuíferos. En los últimos tres meses se han anexionado más de 200.000 m² de Cisjordania y Gaza. Aquí el Ayuntamiento de Barcelona ha construido un parque de la Paz que no hay modo de inaugurar. ¿Estará entero aún? No puedo comprobarlo, pues no me permiten entrar en el área donde este mes de mayo los tanques y helicópteros israelíes lanzaron sus misiles contra la población civil y han seguido, según Acnur, “el ejercicio rutinario de derribar viviendas, en especial con habitantes dentro”, hasta que el conflicto ha prendido entre los propios palestinos. Y aquí es donde el círculo acaba por mostrar su carácter autoperpetuante y vicioso: los esclavos y sus familiares se quedan sin casa, sin empleo, y a menudo sin hijos. En el ínterin, los fuertes han tenido tiempo y medios para justificar su acción destructora y diseñarle incluso la coartada: unos “túneles para el contrabando de armas” que nadie ha visto y que vienen a ser algo así como las “armas de destrucción masiva” en Iraq, que tampoco nadie acertó a encontrar.

Con todo, el círculo vicioso no acaba de cerrarse gracias a la única riqueza de los palestinos, la prole. En otro lugar he explicado que la palabra “proletario” se utilizó para nombrar a aquellos que sólo tenían prole –prole-tarios–, en contraposición a quienes tenían propiedades – propie-tarios–. El destino del proletario era el trabajo, ciertamente, pero su arma secreta era la prole misma, como lo sigue siendo en el Tercer Mundo. Ahora bien, éste sí es un recurso que cumple con la tesis hegeliana del círculo virtuoso. De ahí que los israelíes no estén dispuestos a aceptar el retorno general de los palestinos expulsados de sus casas en 1946 y diseminados hoy en míseros campamentos. El hecho es que, aún sin su vuelta masiva, la tasa de natalidad de los palestinos les daría pronto la mayoría en el propio Israel..., con lo que el esclavo palestino ganaría en la pacífica reproducción lo que en la guerra había perdido, cumpliendo así con la profecía hegeliana.

A menos..., a menos que sea verdad, como piensa Amos Oz, que “tanto los judíos israelíes como los árabes palestinos van ahora mismo por delante de sus líderes”, de modo que cuando los líderes de ambos lados reconozcan el derecho a la existencia del otro país, “encontrarán a sus dos pueblos tristemente preparados para un acuerdo. No felizmente, pero preparados”.

Y para muestra, un botón: la iniciativa de paz The People's Voice, auspiciada por Sari Nusseibeh (rector de la palestina Universidad de Al Quds) y por Ami Ayalon (ex comandante de la Armada israelí), ha conseguido ya 115.000 firmas de palestinos y cerca de 160.000 de judíos. Un número creciente de judíos este, que sin escrúpulo alguno suscriben hoy las palabras de Oz: “Si de nuevo percibiera que existe un peligro real de que mi país sea borrado del mapa y mi gente masacrada, lucharía otra vez, aunque ya soy viejo. Pero sólo lo haría si pensara que es una lucha a vida o muerte, o que alguien está intentando convertirme –a mí o al de al lado– en esclavo. Nunca lucharía –prefiero ir a prisión– por más territorio. Nunca lucharía por un dormitorio más en la nación”. (En los últimos cuatro meses los israelíes han construido más de 300.000 dormitorios sobre territorio palestino).

Todo ello supone, claro está, que unos y otros renuncien al Sueño milenario o la mítica Razón que creen encarnar y alcancen un sordo compromiso. El compromiso, por ejemplo, de que cada uno ha de comerse a los suyos. Los palestinos, aceptar que los exiliados vuelvan a su nuevo Estado, aunque no necesariamente a la casa y la tierra de las que fueron expulsados. Y los israelíes, repatriar, uno a uno, los habitantes de sus asentamientos, incluidos muchos de los llamados legales. Acordar pues una solución más ajustada que justa, más viable que buena, más razonable que deseable por ninguna de las partes.

Quienes firmaron el acuerdo de Ginebra o se reunieron en Barcelona el pasado abril mostraron que existe en ambos lados gente capaz de idealizar no lo grandioso o mesiánico, sino nada más (y nada menos) que lo posible. Personas con sueños antiheroicos, conscientes de que la única seguridad que puede alcanzar un colectivo reside en las esperanzas y expectativas que pueda mantener todavía su rival de sobrevivir como individuo y como pueblo. ¿O no es cierto que cuando en Oslo, Camp David y Madrid parecieron abrirse esas expectativas el activismo suicida de Hamas se desvaneció y su ala moderada pareció recomponerse?

De la dialéctica del amo y del esclavo hemos de pasar pues a esta dialéctica del gobierno ante sus propias gentes. En efecto; a partir de unas mínimas condiciones de seguridad y expectativas de vida, cada gobierno ha de sacrificar la fantasía de omnipotencia y violencia de sus partisanos. En un caso, se trataría de reabsorber a quienes transformaron el kibutz en asentamiento. En el otro, aplacar la nostalgia de los habitantes de los campamentos que guardan todavía la llave de su casa como han hecho por tantos años algunos sefardíes españoles y que, como aquéllos, podrán tener una patria a cambio de no recuperar su hogar. En todo caso, entre unos y otros deberán conseguir que los propios habitantes de Israel lleguen a ser por lo menos verdaderos sionistas; gente que haga aterrizar la Torá de una santa vez transformando así su mesiánico mensaje en un país normal y terrenal que no favorezca ya la competencia mimética entre su propio fundamentalismo y el de sus vecinos.