Capacidad y acceso a la universidad

Acaba de finalizar la redistribución de las plazas universitarias públicas según el rendimiento académico y los resultados de las pruebas de acceso a la universidad, el único criterio de admisión de los futuros estudiantes universitarios. Si hemos de juzgar la importancia social de este proceso, podemos atender al impacto mediático que produce. De esta redistribución siempre se hacen eco los diarios y espacios informativos que cada año nos presentan los rankings de las mejores notas y de las carreras más solicitadas, con especial atención a las notas de corte. Hay quien considera que este procedimiento para acceder a la universidad pública es la mejor solución para conciliar dos fenómenos de naturaleza tan distinta: los recursos limitados de la universidad y los deseos circunstanciales –quizá caprichosos, pero legítimos, y parece ser que inasumibles socialmente– de los universitarios y profesionales del futuro.

Analizando lo que ha sucedido en las recientes ediciones, podemos concluir que este procedimiento de acceso a la universidad está rodeado de numerosas confusiones, falsas creencias y errores de interpretación. Estas confusiones influyen negativamente en la elección de las carreras que realizan los estudiantes, y son previsibles sus malas consecuencias futuras. Son varios los elementos que destacan en el núcleo de estas confusiones: el significado de las notas de la selectividad, el significado de los puntos de corte, la interpretación de la relación entre ambas puntuaciones y, por último, la atribución que se hace a la dificultad y el éxito de determinadas carreras y profesiones. La puntuación de la selectividad es la combinación del rendimiento académico logrado en los últimos cursos del bachillerato y el obtenido en las pruebas específicas realizadas por los estudiantes aspirantes a la universidad. Esta nota refleja la capacidad intelectual del estudiante, sus conocimientos y habilidades académicas, pero también se incluyen los efectos de otros factores, como el rigor de los evaluadores, la motivación académica de los aspirantes y su mayor o menor acierto el día de las pruebas.

Todos estos elementos son muy cambiantes, a excepción de las capacidades, pero todos son necesarios para alcanzar un rendimiento determinado, que se resume en la puntuación final de la selectividad. El resultado de computar la nota obtenida por el estudiante que, habiendo solicitado una plaza del total de las que ofrece cada carrera en cada centro, ha sido admitido en último lugar en la misma es lo que se denomina popularmente la nota de corte. ¿Se pueden comparar ambas puntuaciones? ¿Tienen algo en común? Poca cosa, ya que una es el reflejo del rendimiento, y la otra, de una coyuntura institucional.

La carrera y el centro con la nota de acceso más alta este año es Física y Matemáticas, de la UAB, con un 8,8, por encima de las tradicionales de los estudios de Medicina. La razón es que, de los estudiantes que habían solicitado esta opción, el último admitido para las 10 plazas que se ofertaban tenía una puntuación de 8,8. El punto de corte, pues, no se relaciona con las capacidades, aptitudes y motivaciones de los aspirantes, ni tampoco con las exigencias propias de cursar una carrera determinada. Los 10 admitidos están todos por encima de 8,8, pero, si se hubiesen ofertado 500 plazas, ¿cuál sería la nota de corte?

La creencia errónea, pero muy extendida, es que la nota de acceso refleja la capacidad mínima necesaria o los conocimientos y habilidades exigibles para seguir unos determinados estudios, que estos requisitos se encuentran resumidos en la puntuación de selectividad y que, por ello, se ponen en concordancia ambas puntuaciones. Nada más lejos de la realidad. La nota de acceso no refleja la capacidad mínima necesaria o los conocimientos y habilidades exigibles para seguir unos estudios determinados, requisitos resumidos en la puntuación de la selectividad; la nota de acceso depende de una coyuntura anual, de cuántos alumnos piden esa opción, del número de plazas que se ofertan y de las calificaciones obtenidas ese año en la selectividad por los solicitantes de una plaza determinada.

La nota de acceso es, en definitiva, la nota del último admitido en una titulación según las plazas que ésta oferta. Dicho de otro modo, el resultado de aplicar una fórmula que relaciona el número de plazas ofertadas y las puntuaciones obtenidas en la selectividad por los solicitantes. A partir de aquí cabe preguntarse: ¿el único buen Predictor del éxito universitario es el rendimiento obtenido en los estudios de secundaria y las pruebas de la selectividad? ¿Qué hay de la idea de que ciertas carreras requieren determinadas capacidades, más elevadas que otras o más específicas, para alcanzar un futuro profesional exitoso?

Todo esto nada tiene que ver con la selectividad y el acceso a la universidad. El sistema de acceso a la universidad pública –sometida a un profundo cambio conocido como el plan Bolonia– es un lastre importante, y lo es especialmente para el ejercicio de la legítima autonomía universitaria en uno de los pasos más delicados de su acción: la selección de estudiantes. Este déficit condiciona la eficacia de la actividad docente y formativa de la universidad. Hay mejores alternativas, más eficientes y flexibles, para el acceso a la universidad, para que los estudiantes rindan tanto como sus capacidades y motivaciones les permitan en los estudios y centros donde ellos quieran desarrollar su carrera universitaria.

A. Andrés Pueyo, catedrático de la Facultad de Psicología de la Universitat de Barcelona.