Carcajadas desde Londres

Cada año visitan Catalunya numerosos periodistas extranjeros con el objeto de hacer un reportaje para los medios de comunicación en los que trabajan: diarios, semanarios, revistas generales, emisoras de radio y de televisión. Suelen entrevistarse con gente diversa, más o menos relevante, recogen sus opiniones, las confrontan con las de los demás, se pasean por las calles, conversan con quien pueden, leen periódicos y revistas locales.

Al poco tiempo publican su reportaje, en el que mezclan informaciones y opiniones, y que podrá ser más o menos brillante y acertado, según el juicio, por supuesto subjetivo, de quien lo lea. En fin, todo ello es algo normal, ha sucedido en el pasado y seguirá sucediendo en el futuro.

Hace unas semanas viajó por España Mike Reid, periodista de The Economist, prestigioso semanario liberal británico, una de las más influyentes publicaciones del mundo. Reid permaneció tres semanas en España, con una estancia en Barcelona de cuatro días. Habla perfectamente el castellano, es especialista en Latinoamérica. Como de costumbre, a los pocos días publicó su reportaje. No se puede decir que España saliera bien parada del mismo, el periodista describió con bastante exactitud el difícil momento de la economía española y la mirada del británico no fue muy complaciente, como es natural si se quiere ser veraz.

Nadie, en el resto de España, ha prestado más atención de la que es normal al reportaje, uno más de los muchos que se escriben cada año y que pueden gustar más o menos, es la grandeza y el riesgo de la libertad de expresión. En cambio, el Govern de la Generalitat, haciendo el más espantoso de los ridículos, saltó enseguida indignado y trató a The Economist como en la Catalunya oficial se suele tratar a Jiménez Losantos y a la Cope: el semanario británico ya ha pasado a engrosar la cada vez más numerosa lista de "enemigos de Catalunya". Las carcajadas que tal reacción provocó en Londres se pudieron oír desde la plaza Catalunya.

El asunto sería de tono menor si no pusiera claramente de relieve, una vez más, dos graves cuestiones: la escasa calidad de los miembros del Govern y sus débiles convicciones democráticas. Del primero al último, porque ahí todos se han mojado.

En efecto, la primera reacción fue de la consellera Montserrat Tura, a la salida de la habitual reunión del Consell Executiu de los martes, hablando como portavoz del Govern. Tura se expresó de una manera insólita. Habló de que en el reportaje "se hacían afirmaciones difamatorias e insultantes respecto a la lengua propia y a los presidentes escogidos democráticamente" y que le preocupaba "el grado de desconocimiento que se tiene de nuestra nación".

Vamos a ver, consellera. Lo que se dice en el reportaje respecto al catalán, entre otras cuestiones menores, es que se ha convertido en una "obsesión para los nacionalistas" - cosa que es una obviedad y supongo que para los nacionalistas un elogio- y que en la escuela primaria y secundaria sólo se enseña en catalán, siendo tratado el castellano como una lengua extranjera, lo cual no sé si se cumple del todo - creo que en el colegio alemán, por ejemplo, también se enseña en alemán- pero es lo que dice la ley. ¿Se enfada, consellera, porque un periodista dice lo que la ley establece? ¿Es que le da miedo contemplarse en el espejo? En cuanto a las críticas al presidente escogido democráticamente, ¿es que en su concepción de la democracia no se puede criticar a un presidente escogido democráticamente? ¿Esta es, consellera, su íntima concepción de la libertad de expresión?

Además, la consellera Tura exigió al semanario británico "una rectificación", la cual, como queja formal, se haría efectiva a través del "pseudoembajador" de la Generalitat en Londres, un tal señor Solano. Y aquí viene una segunda parte que también tiene un gran interés. Primero porque la carta de Solano, que se filtró enseguida a la prensa, era todo un poema: "Catalunya es una nación pequeña, pero con una larga historia. En los últimos mil años, los catalanes han mostrado una clara voluntad de autogobierno (...)". En fin, dejemos estar al pobre Solano, porque la nota de mayor interés nos la dio el vicepresidente Carod-Rovira en su blog. Por si no lo sabían, aquí, en este pequeño país de mil años exactos de historia, los vicepresidentes tienen tiempo de tener hasta un blog.

Pues bien, en su blog, nuestro flamante vicepresidente pudo al fin justificar la necesidad de existencia de nuestras embajadas: son necesarias para defendernos de nuestros enemigos, por ejemplo, del periodista del The Economist: "A la hora de la verdad el Govern es quien defiende internacionalmente los intereses de los catalanes" y sólo a través de las embajadas "nos podremos dar a conocer y nos conocerán tal como somos, sin manipulaciones interesadas".

¡Fantástico! Ya lo saben, pues. Los periodistas que escriban un reportaje no deben hablar con gentes diversas, pasear por la calle, consultar datos, entrevistar a políticos, a escritores, a economistas. No, los periodistas ni siquiera tienen que venir a Catalunya, basta con entrevistarse con nuestros embajadores, allí les dirán la verdad, toda la verdad. ¡Fantástico! ¡Esto es tener mentalidad democrática! Me recuerda otros tiempos, las mentalidades de otros tiempos, los tiempos de un cacique de Galicia.

Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.