En el edificio de Madrid donde la policía registró el jueves las oficinas de Oleguer Pujol Ferrusola y de su socio Luis Iglesias, se rodaron las primeras escenas de la película ‘Carne trémula‘, estrenada en 1997 por Pedro Almodóvar. Paseo de Eduardo Dato, 18. Un elegante inmueble, obra del arquitecto Mariano Cardereza, que fue propiedad del marquesado de Oquendo. Almodóvar filmó a la actriz italiana Francesca Neri en el piso de abajo de las oficinas de Drago Capital. El periodista David Placer, del diario ‘Economiadigital’ fue uno de los primeros en apercibirse de la coincidencia. La localización puede verificarse en la web dedicada a la obra de Pedro Almódovar.
El director de cine ha negado, de manera tajante, la indirecta relación familiar que un cable de agencia, posteriormente rectificado, le atribuía con el señor Iglesias, que a su vez es yerno de Eduardo Zaplana, expresidente de la Comunidad Valenciana y exministro de José María Aznar. Cuando un registro policial se efectúa con tantos focos como los del jueves, todos los pequeños detalles brillan. Almodóvar se sentía muy incómodo y Eduardo Zaplana vio su apellido de alguna manera relacionado con una nueva entidad denominada ‘clan Pujol‘, expresión que algunos utilizan como la estaca que había que clavar en el corazón de Drácula, para asegurarse de su muerte. Sonroja e incluso provoca cierta repugnancia verla escrita y pronunciada por antiguos pujolistas. Al ritmo que vamos, dentro de pocos meses nadie habrá sido pujolista en Catalunya. Este país es así.
Jordi Pujol y Eduardo Zaplana mantuvieron una fluida comunicación en los años noventa en tanto que presidentes de las dos Generalitats. Solían verse discretamente en Madrid, para evitar escenas tensas en Barcelona o Valencia. En algunas ocasiones, el democristiano Joan Rigol actuó de intermediario político. Años 1993-96. Pujol intentaba preservar la cultura catalana en Valencia y una mínima unidad normativa del idioma. Zaplana, el más ágil y versátil de los aznaristas, sabía que al Partido Popular no le interesaba romper del todo con Convergència i Unió y que debía graduar el populismo anticatalanista en Valencia, después de engullir a la excitada Unió Valenciana, máxima expresión del regionalismo conservador. Zaplana y Pujol estuvieron de acuerdo en la creación de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, encargada de la normativa lingüística del valenciano, de acuerdo con las Normes de Castelló, codificación aprobada en 1933 sin un radical alejamiento de las normas ortográficas del catalán. Con mano izquierda, ambos políticos evitaron un cisma cultural irreparable. Se veían en Madrid.
Veinte años después de aquella entente, sus apellidos vuelven a cruzarse. Las relaciones de parentesco siempre interesan a la prensa, pero no constituyen prueba de cargo. Hay que atenerse a los hechos conocidos. Oleguer Pujol, el joven nacionalista que en 1992 portó la antorcha olímpica junto con un cartel que decía ‘Freedom for Catalonia‘, es hoy un potente hombre de negocios con plaza en Madrid, asociado a un ejecutivo muy bien anclado en la capital de España. Los dos están siendo investigados por supuesto delito fiscal y blanqueo de capitales y esta semana han pasado –sobre todo el primero– por el torno del telediario. Gran despliegue. Registro en Barcelona con perros amaestrados para localizar billetes de banco escondidos. Una contundente acción judicial llevada a cabo a instancias de una denuncia presentada por los grupos Podemos y Guanyem. Atención a este dato.
Tangentópolis. Momentos equivalentes a los golpes de escena del fiscal Antonio Di Pietro en Milán. Hay registros discretos y hay registros vistosos. Depende del director de escena. Como han explicado los periodistas Manel Pérez y José María Brunet en La Vanguardia, las distintas investigaciones sobre la familia Pujol confluyen, en la práctica, en un macroproceso coordinado por la Fiscalía Anticorrupción. El enorme cráter abierto en Catalunya por la caída a los infiernos de esta familia emitirá radioactividad durante mucho tiempo.
La monumental escenografía del caso –horas y horas de televisión– ha potenciado el impacto negativo de todas las demás estafas, irregularidades y sospechas en curso. El desglose de las tarjetas negras de Caja Madrid ha tenido un efecto verdaderamente demoledor en la opinión pública española, en tremenda coincidencia con el contagio de ébola, felizamente superado hace unos días. En Madrid llegaron a percibirse hace apenas diez días aires de motín.
Bolas de billar. Después de las millonarias fianzas a Miguel Besa y Rodrigo Rato, el inesperado rebote del caso Bárcenas. Nuevos datos sobre la caja B del Partido Popular, imputación del ex ministro Ángel Acebes y del ex alcalde de Toledo, José Manuel Molina, en territorio de la actual secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal. Otro cráter radioactivo. Toda España agujereada. Basta repasar las portadas de los diarios regionales para ver un verdadero paisaje lunar.
Traspasado un determinado umbral, los asuntos feos no suman. Multiplican. Es lo que ocurrió en Italia, con tres puntualizaciones: los sindicatos quedaron allí a salvo, mucha gente pasó por la cárcel preventiva y hubo suicidios. Tangentópolis se convirtió en una gigantesca bola de nieve que arrolló a casi todo el sistema político. En España puede pasar algo parecido y en estos momentos una enorme preocupación en los partidos a medida que se van conociendo las primeras encuestas de otoño. Carne trémula.
Enric Juliana