Carod reinventa su catalanismo

Por Wifredo Espina, periodista y ex director del Centre d’Investigació de la Comunicació.

Carod tiene mucha cara. O muchas caras. Para estar en el Govern es capaz de todo. Un día defendió la abstención de Esquerra Republicana en el referéndum del Estatut, que detestaba y combatía con su peculiar contundencia verbal, porque eso le habría permitido continuar en el gobierno del tripartito cuyos otros dos socios propugnaban el “sí”.

Como las bases de su partido, más coherentes, no le aceptaron ese juego de equilibrista, Carod tuvo que rectificar y pasar a defender el “no” con la misma contundencia, pues se exponía a ser destronado de la presidencia de su formación política. Para que esto no ocurriera, pasó a propugnar el “no”. Pero entonces fue todo su partido el expulsado del Govern por el President Maragall, obedeciendo indicaciones de Zapatero. Así que se quedó en la calle.

Se convocaron elecciones autonómicas, siguiendo lo dispuesto por Zapatero, que impidió que Maragall volviera a presentarse, y ante la perspectiva de volver al Govern Carod puso cara de buen chico (ya no hablaba de independentismo y esas cosas) para que le votaran, y aunque perdió cerca de ciento cuarenta mil votos, el tejemaneje de los tres partidos, de los cuales el PSC de Montilla sufrió el descalabro de perder doscientos cincuenta mil votos, les permitió satisfacer su ansia de poder reeditando sin rubor el fracasado tripartito. Está por ver si esta vez se pelearán menos y lo harán mejor a las órdenes de Pepe Montilla que se ve obligado a repetir una y otra vez que él mandará y controlará el nuevo gobierno, lo cual sería una buena noticia, pese a que objetivamente los elementos de profundas desavenencias sigan existiendo en sus respectivos programas, actitudes y personalismos.

Encima, resulta que antes de negociar sus programas y consensuar uno de común (aunque sea transitorio) para una buena acción de gobierno, lo primero que han hecho ha sido pactar volver a gobernar juntos. Es decir, coger el poder como sea –arrebatándolo, legal pero feamente, a un Artur Mas ganador, pero demasiado creido –, precisamente Carod alardeaba de que lo primero era el “programa”, cosa que no ha llegado a negociar ni con Mas ni con Montilla antes de agarrarse rápidamente al poder, incluso con disgusto de Zapatero al que puede perjudicar seriamente.

Como todos los tres partido (dos de ellos claramente perdedores) no querían desaprovechar la nueva oportunidad que les daba el juego de pactos (aquí mandan los partidos y no los electores), han pactado coger el poder y repartírselo. Y para hacerse perdonar los fracasos anteriores y aplacar las iras de mucha gente que fue a votar a un partido o a un candidato pero no a un segundo tripartito (que se han montado ellos), el futuro president Montilla se ve en el dilema de conservar a Carod, que le aporta los votos para barrar el paso a Artur Mas, pero restarle poder en el Govern, ya que no se FIA mucho de él. Y así, en lugar de nombrarle Consejero Primero, como establece la ley, se inventa una extraña vicepresidencia, que puede tener bastante de florero. Ahora la discusión está en qué atribuciones le concede, para que (como hizo con Maragall)  no se le vuelva a escapar a Perpignan.

Carod, que de tonto no tiene ni un pelo, pese a que le quedan pocos, ve que tiene que ganarse la confianza de sus socios de gobierno, y da un golpe de timón a su ideario nacionalista y se inventa un nuevo catalanismo, abjurando en cierta manera del que se presentó a las elecciones (entonces ¿qué votaron los que le votaron de buena fé?  Y tras argumentar que la cuestión nacionalista “está bloqueada” por los partidos socialista y convergente, y que ya no es la prioritaria, proclama “queremos un catalanismo renovado en sus discursos y en sus políticas; más abierto, más inclusivo, más atractivo(...); esta es una oportunidad para repensarse”. Es decir, que ya no habla de nacionalismo ni de independentismo, y ,además, descalifica el discurso que ha venido manteniendo siempre apuntando ahora que no era ni “abierto”, ni “inclusivo” ni “atractivo”, que “no tiene garantías de viabilidad en el nuevo entorno  marcado por la globalización, el pluralismo y la diversidad”, pues era “defensivo y resistencial” y es hora de “modernizarse” y de “repensarse”. Carod se reinventa el catalanismo, “su” catalanismo, pues otros hace tiempo que lo tienen inventado.

¡Lo que puede la ambición de poder! Por lo visto, estar en el Govern “bien vale todas las misas” que hagan falta...