No le voté pero di un gran respiro con su victoria, aunque creo que esta debe mucho al voto del miedo y de castigo (miedo al PP y castigo a ETA). Hoy, como simple ciudadano, quisiera decirle lo que pediría para votarle en los próximos comicios.
1. En primer lugar que España renuncie totalmente al comercio de armas. Pase que las tengamos para nuestra defensa, pero es intolerable colaborar con esa lacra mundial. Hoy se habla mucho de patrias; pero si mi patria ha de lucrarse vendiendo armas prefiero ser apátrida. Cabe aducir razones económicas para esa ignominia; pero entonces no hablemos de progreso ni de que estamos en una sociedad laica. Estamos en una sociedad profundamente religiosa, con su credo oficial: la llamada religión del mercado.
2. Coincido con los que afirman que nuestra ley electoral es injusta y necesita profunda reforma (no es justo que un partido con el triple de votos que otro, tenga un tercio de escaños). Pero añado otro detalle que también tiene que ver con la religión del mercado: en la economía de mercado, todo trabajo es remunerado por el empleador, sin más consideración que la de oferta y demanda. El trabajo humano está convertido en mercancía: y a la hora de los balances figura sólo como un gasto más (igual que la maquinaria), que se debe recortar para ampliar los beneficios del capital. Ya lo sabe usted. Pero luego resulta que nuestros políticos son los únicos trabajadores cuyo salario no viene asignado por su patrón (el pueblo a quien dicen servir con la boca llena), sino... ¡por ellos mismos! Eso es simplemente injusto. Debería existir un organismo representante del pueblo (constituido quizá por asociaciones profesionales, de consumidores, de vecinos, etcétera), que determine el sueldo de los políticos, negociando con representantes de estos. Y al que no le interese que deje la política.
3. Siga usted la propuesta de Rajoy y exima de impuestos a todos los que ingresen menos de 16.000 ¤ anuales. Pero complete la propuesta cargando mucho más los impuestos de todos los multimillonarios del país: los ortegas, albertos, botines, pizarros y demás familia impúdica. El humanista Juan Luis Vives escribe: "Todo aquel que no reparte a los pobres lo que le sobra de los usos necesarios, es un ladrón". Y esa fue siempre la enseñanza cristiana. El reparto a los pobres no puede funcionar ya a través de la ambigua limosna; pero, si el poder civil no asume en serio esta tarea, seguiremos en una sociedad confesional, que profesa la religión del mercado. Sé que esto implicará una dura negociación en Europa para abolir los paraísos fiscales: quisiera verle trabajando en este sentido. Más adelante será momento de discutir qué uso social debe darse a esa devolución de lo que los millonarios retienen injustamente. Pienso, verbigracia, en algunos aspectos de la medicina pública como la odontología, que es una de las mejores maneras de "montarse en el dólar" (hace poco destiné una limosna fuerte que se me dio, a que un pobre sin techo se arreglase la boca. ¡Si supiera usted el fortunón!
Y es más importante conocer esto que el precio de un café, créame).
4. Me parece imprescindible que, de una puñetera vez, tenga este país una ley de educación consensuada por todos los grupos políticos y que no varíe con cada cambio de gobierno. Debe usted intentar eso. Y si no lo consigue, que quede muy claro que no fue por falta de voluntad, sino por esa incapacidad para dialogar y saber ceder, que ha evidenciado el PP, confundiendo el consenso y la colaboración con "que haga lo que yo le digo". Usted presume de que para el 2012 España tendrá más trenes AVE que nadie: pero muchos preferirían que fuéramos superiores en ACE (alta calidad educativa).
5. Finalmente, le pido modificar la ley de Partidos en lo referente al terrorismo. Esa ley fue injusta por no ser de todos: excluyó a grupos minoritarios, pero importantes en este campo. Creo que usted se equivocó al no modificarla cuando llegó al poder en el 2004, y que eso influyó en el fracaso de su loable empeño de buscar solución definitiva a la barbarie etarra.
Termino con una explicación personal. En 1982, voté al PSOE porque Felipe González había prometido que España no entraría en la OTAN. Yo deseaba eso mismo pero me preguntaba si no sería ingenuo. Al ver que un líder político lo ponía en su programa me animé. Y resultó que, o Felipe mintió, o era un ingenuo que no sabía lo que prometía. En cualquier hipótesis, decidí no fiarme más de él. Se lo cuento para que comprenda que cumplir lo dicho es muy importante a la hora de recabar votos. Y ello implica saber lo que uno promete.
Mis mejores deseos para esta legislatura y para su loable afán de ser tolerante, de dialogar y no crispar a este extraño país.
José Ignacio González Faus, responsable de teología de Cristianisme i Justícia.