Carta abierta a José Luis Rodríguez Zapatero

Por Adolfo Suárez Illana, hijo del ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez (EL MUNDO, 06/11/05):

El autor de este artículo, hijo del ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez, se dirige esta vez de manera personal y directa al jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, para plantearle su absoluta discrepancia con que impulse la reforma del Estatuto de Cataluña, sin contar con el apoyo del Partido Popular y los casi 10 millones de votantes que representa esta formación política.Suárez Illana pide a Zapatero que reflexione sobre su posición política, y que sólo dé luz verde a la reforma estatutaria catalana si cuenta, al menos, con el mismo apoyo que tuvo a finales de los años 70. El autor reprocha al presidente que caiga en el error de gobernar sólo para la mitad del país, de lo que ya advirtió en otro artículo publicado en julio en este diario.

Estimado señor Presidente:

Le puedo asegurar -y no hace falta ser más explícito en este punto- que si mi padre estuviera en condiciones, no sería yo quien firmase esta carta. Por ello, me impongo hacerlo, si cabe, con mayor respeto hacia todo lo que usted representa.

Bien conoce -al menos eso creo- la historia reciente de España a la que constante referencia hace. Si indaga un poco, verá que la inmensa mayoría de los graves problemas políticos que hemos sufrido como pueblo, han tenido su origen común en la imposición de una determinada visión de España de unos sobre otros. En unos casos aprovechando la coyuntura de una matemática parlamentaria favorable, en otros, por el simple uso de la fuerza.

Tras escuchar con suma atención todo el debate en el Congreso, permítame decirle, con el respeto debido, que usted está a punto de hacer lo mismo. Rompiendo el espíritu de la Transición, quebrará el buen entendimiento que ha sustentado las relaciones entre los dos partidos mayoritarios en los temas que afectan a las grandes decisiones de Gobierno como es el modelo territorial.Lo decía uno de sus socios en el Congreso: se trata de aprovechar la oportunidad que brinda la matemática parlamentaria para sacar adelante este Estatuto y profundizar en las reformas. El problema en esta ocasión tiene dos aliados: uno, el chantaje independentista al que está usted sometido para permanecer en el Gobierno y, dos, su aparente concepción federal del Estado, que nunca nos ha aclarado a los demás.

Quiero dejar bien claro en este punto que mi padre nos ha sabido transmitir su profundo cariño y respeto por Cataluña y sus gentes.Un cariño y un respeto bien demostrado cuando auspició en primera persona la vuelta del entrañable y muy querido presidente Tarradellas, restaurando la Generalidad y aprobando un extraordinario Estatuto de Autonomía que otorgaba unos niveles de autogobierno jamás conocidos por los catalanes.

Señor presidente, hoy los números le pueden sonreír a la hora de aprobar ese proyecto de nuevo Estatuto, pero no debe usted hacerlo. Al menos, en la forma en la que lo planteó en el Congreso.Está modificando, a sabiendas, el modelo de Estado y privando al pueblo español de su derecho a pronunciarse al respecto, sabedor de su falta de apoyos a nivel nacional.

Quizá, pueda usted hacerlo -y es evidente que puede-, pero incurrirá una vez más en el gran error de nuestra historia: una parte de España impone a la otra su parcial visión del Estado. Veo que muy poco ha aprendido de ese Adolfo Suárez a quien tanto alaba, alabanza que le agradezco. Aquel Adolfo Suárez, en apenas dos años -casi lo que usted lleva en el poder-, consiguió convencer a las Cortes franquistas para que se autodisolvieran, aprobar en referéndum la Ley para la Reforma Política, legalizar todos los partidos políticos, convocar las primeras elecciones democráticas y, después de ganarlas, negociar y aprobar con todas las fuerzas parlamentarias, todas, una Constitución en la que, por fin, no había vencedores ni vencidos y obtener, finalmente, el refrendo casi unánime de todos los españoles. Insisto, casi en el mismo tiempo que usted lleva en la Presidencia, con un Gobierno en minoría y bajo una presión asesina de ETA como, afortunadamente, no se ha vuelto a conocer. En muy poco tiempo más, conseguiría la aprobación consensuada con todos los partidos de los Estatutos de Autonomía. Consiguió unir a los españoles y los alejó de los viejos fantasmas del pasado. En todo lo anterior tuvieron una participación muy activa significadas personas de su partido.

Creo, señor presidente y, se lo digo con profundo respeto hacia la institución que representa y hacia su persona, que no es razonable aprobar, por mucho que pueda, una reforma de tan profundo calado sin el consenso de un partido que representa a diez millones de españoles -en términos generales, media España- y sin consultar directamente al pueblo español si está o no de acuerdo con el cambio de modelo de Estado que supone esa reforma estatutaria.

Todavía está a tiempo. Le ruego que, en nombre de la paz, el progreso, la concordia y la libertad que han supuesto para todos los españoles la Constitución y los Estatutos de Autonomía aprobados con el consenso de todas las fuerzas políticas, apruebe el nuevo Estatuto sólo si tiene el mismo consenso alcanzado por el anterior en las Cortes y entre todo el pueblo español. No se trata sólo de creer que se tiene razón, sino de convencer. Si no lo hace, no soy capaz de predecir las consecuencias políticas, ni quiero hacerlo; lo único evidente es que habrá entrado usted de lleno en ese grupo de políticos que, representando a media España e incapaces de pactar con la otra media, decidieron imponer sus convicciones a todos. Ninguno de ellos trajo nada bueno y ninguno de ellos merece un digno sitio en nuestra historia común. No deseo, se lo digo con el corazón en la mano, ver a nadie más en esa lista; menos aún, a un presidente que, como usted, despertó tantas esperanzas el día de su elección.

Reciba un cordial saludo junto a mis mejores deseos.