Carta abierta al Presidente del Gobierno

Presidente del Gobierno y distinguido amigo: me permito dirigirme a usted desde estas páginas para hacerle llegar mi más profundo reconocimiento personal y político al final de esta X legislatura de nuestra democracia. Y lo hago, tras el tiempo político transcurrido desde la última vez que nos vimos en el Congreso de los Diputados, con el convencimiento, hoy igual que entonces, de que la lealtad en ocasiones raya con la crítica y esta puede interpretarse como olvido de las ideas que nos son propias. En mi caso, las liberales, moderadas y regeneracionistas.

No goza, señor presidente, de buena prensa en nuestro país el regeneracionismo político. Y es una verdadera lástima dado que es el concepto de la teoría política más evocado, y ansiado, por tantos y tantos que hacen de su nombre un pretexto para hacer más presentables sus intereses, legítimos, de poder y ganas de gobierno.

Usted ha tenido unas enormes dificultades esta legislatura; la mayor, qué duda cabe, la económica. Ciertamente que toda su gestión en esta materia puede ser discutida y discutible, como lo es todo en la política, pero de modo inequívoco usted ha contribuido con sus políticas a que España renueve la confianza económica, la creación de empleo y la salida posible de una crisis profundísima que llevó a nuestro país a una sima de muy improbable salida. No reconocérselo a usted, señor presidente, es una simpleza política impropia de cualquiera que algo entienda de este viejo arte de convertir en posible lo que es necesario.

Detesto, y así lo manifiesto, los descalificativos personales contra usted que se han vertido por tirios y troyanos a lo largo de estos años. Algunos faltos a la educación más elemental en una persona de su educado y elegante trato personal con todo el mundo. Creo que el insulto en política es abominable y además torpe como estrategia, si alcanza a serlo, de laminación de los oponentes políticos a los que convierte de adversarios en enemigos y después en víctimas.

La sucesión a la Jefatura del Estado del modo ordenado, constitucionalmente impecable y acordado con el principal partido de la oposición de aquel momento, fue, sin duda, memorable porque siempre lo es en nuestro país, presidente, el funcionamiento ordinario de la normalidad constitucional. Yo me felicité profundamente por ello y por lo que implicaba para el futuro de la Corona en la persona del Rey Don Felipe VI, cuya ilustración y compostura han hecho de su persona un regalo para la sociedad española consciente de su historia.

Se le ha criticado a usted, presidente, su falta de tiempo para la acción política en sentido estricto imbuido como estaba en la gestión económica. Y, naturalmente, estoy hablando fundamentalmente de su negativa en esta legislatura a iniciar una posible reforma constitucional y a su política con respecto al problema catalán.

Con respecto a la primera cuestión creo que la reforma de nuestra Constitución deberá llevarse a cabo en un tiempo razonable. Pero siempre, y en ello coincido con su planteamiento político, dentro del marco de reforma que establece la Carta Magna y del clima de entendimiento, acuerdo y consenso político que la hagan posible. Ciertamente, en esta legislatura ello hubiese sido de todo punto imposible. Los que contradicen esa posición saben muy bien qué intereses políticos les guían ,pero entre ellos no se encuentra la lealtad debida al propio orden constitucional ni a la estabilidad de la nación española.

Con respecto al espinoso desafío de la situación catalana discrepo de los que afirman que usted no ha hecho política en esta materia. Sí la ha hecho. No la que esperan unos que realizase, llenar la Diagonal de tanques, o reformar la Constitución variando el estatus catalán con la apresurada introducción de una adicional, en el sentido federal o confederal como deseaban otros. Pero la prudencia, el sentido común, el complejo manejo de los tiempos políticos le han acompañado siempre y afirmo, creo que con cierto conocimiento de causa, que en este delicadísimo asunto también.

Creo, presidente, que la estabilidad de España es un bien escasamente valorado por la sociedad española a lo largo de nuestra historia. Del mismo modo que afirmo la necesidad de reformas que afectan a la credibilidad, decencia pública y regeneración democrática de partidos e instituciones constitucionales. Confío en que sean posibles dentro del orden constitucional y no desde la aporía política de las diversas arcadias con las que algunos pretenden salvar la democracia española.

Presidente, confío en que pueda continuar usted al frente del Gobierno español. Y cuente usted con mi confianza, mi voto, y mi amistad personal.

Joaquín Calomarde Gramage, exdiputado del PP al Congreso por Valencia.

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