Carta abierta de un represaliado ucraniano a los españoles

Os escribo como antiguo preso de conciencia. De joven pasé diez años, de 1977 a 1987, la época de Leonid Breznev, en un gulag. Mi "crimen", que me valió el título de "criminal especialmente peligroso", fue el de ser cofundador del Grupo Ucrania-Helsinki de Derechos Humanos. Poco después de mi liberación, fui testigo de la disolución de la URSS, lo que para el actual líder de Rusia significó "la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX". Aunque para nosotros, las naciones no rusas libres por fin del comunismo, aquello fue una emancipación.

A partir de 1991, Ucrania y Rusia marcharon en diferentes direcciones. Ucrania empezó a seguir el camino de Europa, superando el trauma comunista. Rusia, sin embargo, decidió ir hacia su propio pasado autoritario. Vladímir Putin propuso su modelo autocrático como el único posible para las naciones eslavas del Este, y por ello el modelo ucraniano empezaba a resultar intolerable para Rusia. Nosotros ya veíamos que nada bueno podría venir de esto.

Putin tenía otro motivo más para ir contra Ucrania. Rechazó públicamente la identidad nacional de los ucranianos y su realidad subjetiva como Estado. La restauración del Imperio ruso se convirtió en su idea conductora y esta es imposible sin Ucrania. Tras Pedro I y Catalina II, la legitimidad histórica y religiosa rusa reside precisamente en la ciudad de Kiev.

El pasado 24 de febrero, Putin puso en práctica su plan regresivo e inició una guerra criminal contra Ucrania. Después de la Segunda Guerra Mundial, Europa dijo "nunca más". Hoy, Putin dice "¡volveremos!". Y, efectivamente, volvemos a vivir horrores similares a aquellos.

Ucrania sufre los misiles que matan a civiles y de los que no se salvan ni los niños. Se están librando encarnizadas batallas por la capital y por otras ciudades importantes a lo largo de la frontera con Rusia. En los territorios ocupados, la Administración invasora utiliza el terror. El régimen ruso permite el corredor humanitario, pero cuando los civiles lo atraviesan, les disparan. En algunos lugares de Ucrania, las tropas rusas han causado una verdadera catástrofe humanitaria. El objetivo es forzar la rendición de los ucranianos.

La propaganda rusa se basa en la mentira. Putin creyó que Ucrania caería como un castillo de naipes y que las tropas rusas ocuparían Kiev en dos horas. Hoy, vamos ya por el decimotercer día de guerra, y ninguna de las principales ciudades atacadas por el Kremlin han caído. La nación ucraniana, que pudo tener dudas sobre qué dirección tomar, la europea o la rusa, está hoy increíblemente unida en la idea de defenderse de sus supuestos protectores. Protectores a los que nadie ha invitado y que sólo han traído muerte.

El momento actual es terriblemente difícil para Ucrania. Las noticias de la guerra rusa llegan a todos los habitantes de Europa y del mundo. Estamos muy agradecidos a todos vosotros por la ayuda militar y humanitaria con que nos apoyáis en la defensa de nuestro país. También agradecemos mucho que acojáis a nuestros refugiados.

No obstante, también es importante que reparéis en que no sólo estáis ayudando a Ucrania a defenderse. Estáis ayudando, por extensión, a defender el orden democrático y liberal. El régimen de Putin ya ha demostrado ser un régimen criminal. No hay acuerdo internacional que no haya violado. El Kremlin ha roto las bases del orden mundial y este no puede ser restaurado con la dictadura rusa en vigor. Sólo la caída de este régimen, y el juicio ante un tribunal internacional por los crímenes cometidos, podrá librar al mundo del mal que se ha hecho.

Myroslav Marynovych fue vicerrector de la Universidad Católica de Ucrania en Lviv. Es cofundador de Amnistía Internacional Ucrania y presidente del Centro Ucraniano del PEN Internacional. Traducción del texto original por Armando Zerolo.

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