Carta al director de la RAE

Profeso el mayor respeto a la Real Academia Española y a todas las ilustres personas que forman parte de la corporación que tan dignamente dirige. Precisamente en virtud de ello me permito expresarle encarecidamente un ruego. Lo voy a decir lisa y llanamente: declinen, por favor, la invitación del Gobierno de elaborar un dictamen sobre la revisión del lenguaje de la Constitución.

Lo pueden hacer cortésmente. Conforme a sus estatutos vigentes (sancionados por el Rey Juan Carlos I por Real Decreto de 9 de julio de 1993) no figura ni directa ni indirectamente entre sus atribuciones y misiones la evacuación de este tipo de dictámenes. Escapa de sus competencias. Tampoco figuraba en sus precedentes estatutos, los de 1715, 1848, 1859 y 1977. La Real Academia Española ni ha sido ni es un órgano consultivo del Gobierno y, por lo tanto, no está obligada a satisfacer el requerimiento a la Docta Casa que los españoles hemos conocido por boca de la vicepresidenta del Gobierno.

Pero, además, me lo parece así, declinar la invitación del Gobierno es un deber de la institución. La gloriosa historia de la Real Academia Española y su prestigio acreditado a lo largo de sus tres siglos de vida se deben en buena parte por haber sabido mantener una escrupulosa independencia de los poderes, fuese cual fuese el régimen político de nuestra azarosa historia. Y preservar ese prestigio es vital para una institución que cumple una función tan fundamental en lo que es el más precioso tesoro que tenemos los españoles: su lengua, hablada por más de 550 millones de personas. Y es un tesoro que además no nos pertenece. Porque, señor director, el dictamen solicitado es una trampa, que puede ser letal para la institución. Sea cual sea su contenido, indefectiblemente la Real Academia Española se verá involucrada en una batalla político-ideológica de alcance imprevisible. Y lo estará a petición de parte. Líbreme Dios que se piense que esté defendiendo una institución muda. En absoluto. La Real Academia Española debe hablar, como ya lo hace, en los temas que atañen a la unidad de la lengua, a su corrección, a la evolución de sus usos y de su léxico, cuando lo considere conveniente, con plena libertad y con la autoridad que muchos le reconocemos. Vivimos en unos momentos muy delicados de la vida nacional. Son esos momentos cuando adquieren mayor valor las instituciones de que a lo largo de nuestra historia nos hemos ido dotando. Preservar su carácter, su independencia y su prestigio resulta más necesario que nunca. Ningún gobierno debe entrar en ellas como elefante en cacharrería. Y entiendo que esta iniciativa del Gobierno es de una gran osadía y muestra una falta de conocimiento y de consideración a lo que la Real Academia Española es y representa. Acepte estas reflexiones, querido director, por mi aprecio a la institución que dirige. Nacen de la grave preocupación que me ha suscitado el planteamiento del Gobierno de cambiar el lenguaje de la Constitución. Porque sé que tal operación va mucho allá que cambiar su lenguaje.

Eugenio Nasarre, expresidente de la Comisión de Educación y Cultura del Congreso de los Diputados.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *