Dirigimos esta carta a las personalidades políticas y empresariales, así como a la opinión pública en general. Este año hemos presenciado fenómenos climáticos extremos en muchas regiones del planeta. Nadie puede asegurar con certeza que el cambio climático se encuentre en el origen de acontecimientos tales como las inundaciones de Pakistán, los episodios climáticos sin precedentes en algunas partes de Estados Unidos, la ola de calor y la sequía de Rusia o las inundaciones y los corrimientos de tierra del norte de China. Sin embargo, estos acontecimientos constituyen una severa advertencia. Los fenómenos climáticos extremos aumentarán de frecuencia e intensidad a medida que lo haga la temperatura del planeta.
En las reuniones de la COP 15 celebradas en Copenhague durante el mes de diciembre pasado no se alcanzaron acuerdos vinculantes. De hecho, la filtración de unos correos electrónicos intercambiados por científicos de la Universidad de Anglia Oriental, que según las voces críticas demostraban la manipulación de los datos, fueron objeto en ese momento de una gran atención pública, al igual que los errores contenidos en los volúmenes redactados por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC). Muchos periódicos, sobre todo los situados en la derecha política, publicaron titulares afirmando que el calentamiento global se ha detenido o ha dejado de ser un problema.
Nunca se subrayará de modo suficiente que los hallazgos científicos básicos acerca del cambio climático inducido por el hombre y de los peligros planteados para nuestro futuro colectivo permanecen inamovibles. El hecho más importante se basa en unas mediciones indiscutibles: la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera se encuentra en su nivel más elevado desde hace al menos medio millón de años. Ha aumentado en un 30% desde el inicio de la época industrial, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles. Si el mundo sigue dependiendo de este tipo de combustibles en el mismo grado que en la actualidad, el CO2 duplicará el nivel preindustrial en los próximos cincuenta años. Este incremento da lugar a un calentamiento a largo plazo cuyas causas físicas son conocidas y demostrables en el laboratorio.
Los datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOOA) de Estados Unidos muestran que el 2010 va a ser el año más caluroso en términos globales desde el inicio de sus registros en 1880. Junio del 2010 fue el tricentésimo cuarto mes consecutivo con una temperatura terrestre y oceánica superior a la media del siglo XX. Un informe de la NOOA publicado en el 2009 analizó las conclusiones de más de cincuenta mediciones independientes del cambio climático a partir de más de diez índices separados. Los diez indicadores mostraron una clara tendencia al calentamiento a lo largo del último medio siglo.
Se hace necesario un renovado impulso que saque al mundo de su sopor. Los acontecimientos catastróficos mencionados más arriba deberían servirnos de estímulo. Las inundaciones de Pakistán han dejado sin hogar a unos 20 millones de personas. No podemos dejar que Pakistán se vaya a pique; ni Pakistán ni otros países pobres, muchos de los cuales son vulnerables a los sucesos climáticos catastróficos. Los dirigentes mundiales deberían acelerar los debates actualmente en curso para proporcionar fondos a gran escala con objeto de que los países pobres puedan desarrollar infraestructuras con las que enfrentarse a catástrofes futuras.
Estados Unidos y China son, de lejos, los mayores contaminadores del planeta, y contribuyen a más del 40% de las emisiones mundiales totales. La Unión Europea, por su parte, lleva a cabo políticas progresivas para contener las emisiones de carbono de sus estados miembros. Sin embargo, por mucho que hagan la Unión Europea y el resto del mundo, si Estados Unidos y China no modifican sus actuales políticas, habrá pocas o ninguna esperanza de contener el cambio climático. Estados Unidos, con un 4% de la población mundial, produce el 25% de las emisiones de carbono planetarias. Con o sin legislación federal, ese país tiene que asumir un mayor protagonismo en los esfuerzos mundiales para poner freno al cambio climático. El presidente Obama debería subrayar que la contención del cambio climático es una de las mayores prioridades de su gobierno. Están apareciendo iniciativas positivas en el plano de las comunidades locales, las organizaciones no gubernamentales, las ciudades y los Estados. Esos grupos deben ejercer presión en muchos planos diferentes con objeto de promover una importante reducción de las emisiones del país.
Los dirigentes de China muestran una creciente conciencia de la vulnerabilidad de su país al cambio climático y están invirtiendo de modo sustancial en tecnologías renovables y energía nuclear. No obstante, las emisiones de carbono chinas no dejan de aumentar. China tiene el derecho y la necesidad de desarrollarse, pero son necesarios planes mucho más claros que los que parecen existir hoy para que el país muestre de qué modo piensa abandonar la actual senda de elevadas emisiones de carbono. La dirección política china debería formular esos planes, hacerlos públicos y abrirlos al examen internacional. El actual énfasis en la mejora de la eficiencia energética es importante, pero dista mucho de ser suficiente para trazar la nueva senda. Rusia es el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero después de Estados Unidos y China. El presidente Medvedev ha propuesto los objetivos que debería adoptar el país, pero tal como están ahora son unos objetivos vacíos. Calculados en relación al año 1900, se justifican sencillamente por el declive de las poco competitivas industrias pesadas del país. Por encima de todo, lo que se necesita es un renovado ímpetu en favor de la colaboración internacional. Las reuniones de las Naciones Unidas celebradas en diciembre pasado en Cancún no permiten por el momento ser demasiado optimistas acerca del inicio de políticas a la escala necesaria. Estados Unidos, China, la Unión Europea y otros estados importantes, como Brasil e India, deberían colaborar para, sin dejar de prestar atención a los intereses de los países más pequeños, introducir un mayor sentido de urgencia en el proceso. Por último, la limitación de las emisiones de carbono no se producirá únicamente mediante la regulación y será esencial el establecimiento de objetivos (de innovación, sociales, económicos y tecnológicos). Los dirigentes empresariales más perspicaces deberían redoblar sus esfuerzos en esa dirección.
Las acciones necesarias para contrarrestar esta amenaza - la transición a un estilo de vida dependiente de una energía limpia y eficiente-crearán múltiples oportunidades económicas nuevas.
Anthony Giddens, ex director de la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres y profesor del King´sCollege, Cambridge, y Martin Rees, director del Trinity College, Cambridge, y presidente de la Royal Society, Londres. Traducción: Juan Gabriel López Guix.