Cartas al Rey

Puede visitarse actualmente en el Palacio Real de Madrid una de las exposiciones más conmovedoras que el Estado español ha ofrecido al gran público, no solo por el inédito contenido sino por una soberbia presentación de un archivo documental que pocos países pueden poseer.

El asesinato en Sarajevo en 1914 del heredero del imperio austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando y su mujer desencadenó el estallido de la Primera Guerra Mundial en la que se enfrentaron los imperios alemán y austrohúngaro a la coalición de naciones como Francia y Reino Unido con el Imperio Ruso a los que posteriormente se sumaron a la cruel contienda otros países.

En ese momento la Corona Española y su Rey Alfonso XIII debió mantener un difícil equilibrio por sus estrechas relaciones familiares con las dinastías reinantes en aquellos países involucrados en el conflicto, pero no obstante nuestra monarquía y el entonces Gobierno de España declaró oficialmente la neutralidad de nuestro país, hecho por el cual el pueblo español se libró de una de las mayores masacres de la población que imaginarse pueda, unida a una enorme y cruel devastación del territorio, ciudades, patrimonio y recursos naturales, sin que España hubiera podido reponerse por sí misma, hecho por el cual el país hubiera caído en manos de los bloques políticos que tanto alteraron la constitución geográfica de fronteras, estados y países europeos y del mundo.

En ese escenario por decisión e impulso personal del Rey Alfonso XIII se constituyó la Oficina de la Guerra Europea estableciéndose la sede en el mismo Palacio Real bajo la directa supervisión del monarca. Cabe resaltar que con el inestimable apoyo e implicación del cuerpo diplomático español y embajadas en los países en conflicto, se llevó a cabo una operación de extraordinaria relevancia con las constantes visitas de inspección de la diplomacia española a los campamentos de prisioneros en toda Europa así como el fundamental apoyo de la sociedad civil.

Todo ello propició la tramitación de miles de peticiones de ayuda, expedientes y material gráfico, generándose un archivo documental de España y la Gran Guerra que puede considerarse de capital importancia histórica y que hoy nuestro país tiene el honor de conservar en el Archivo General de Palacio.

En el recorrido por la exposición, al margen del carácter pedagógico que para un ciudadano tiene el conocer nuestra historia, la monarquía y raíces familiares en todas las realezas europeas, personalmente experimenté una profunda sensación y, por qué no un fuerte impacto emocional similar al que tuve en su día visitando en la sede de Cruz Roja Internacional en Ginebra los archivos y expedientes de millones de almas humanas destruidas en las guerras mundiales.

Sentirse transportado a los dramáticos escenarios en que soldados y población civil imploran información al Rey de España, cuando no mediación ante condenas a muerte, estados límites de salud o contagios, de personas desaparecidas, detenidas sin localización de destino o fe de vida, es un verdadero ejercicio de sentimiento humanitario que todos los ciudadanos deberíamos experimentar observando los efectos que conlleva la destrucción de la convivencia con la ruina y la muerte física y anímica de tantos seres humanos.

Cuánto horror y desamparo produce el impresionante material fotográfico en el que la desesperación de los rostros, la miseria de los soldados en el barro tan solo con precarias polainas de lana harapientas, ojos de asombro adolescente que parecen preguntar el porqué de tanta crueldad. Y ello me recuerda la famosa sentencia del fotógrafo y piloto de caza alemán de la Segunda Guerra Mundial Erich Hartmann. «La guerra es un hecho monstruoso del crimen tolerado y organizado en el que jóvenes que no se conocen ni se odian, se matan siguiendo las órdenes de personas viejas que sí se conocen y se odian, pero no se matan».

Cuando ese lamento resuena en los oídos del visitante de la exposición como el tronar de fondo de los cañones, uno se pregunta cómo la humanidad ha podido repetir sucesivamente esas masacres alimentadas por el odio y el poder a sabiendas que por mucha mortandad que ello conlleve, jamás apagará el fuego de la ambición y la soberbia de dictadores o caudillos.

El patrimonio cultural e histórico español, inabarcable y en gran medida inédito para la población, es uno de los valores que España ha generado a lo largo de sus gestas en el tiempo y la riqueza que ha ofrecido al mundo entero es imposible de dimensionar, por lo que una vez más he podido enriquecer mi sentimiento de pertenencia a mi país aunque solo sea desde la humildad de un ciudadano de generación de postguerra que, aunque estamos viviendo épocas convulsas y a excepción de la locura terrorista asesina, no hemos sufrido el desgarro de la carne o el crepitar del fuego de la destrucción entre países hermanos que hemos recorrido juntos el camino de la historia.

Debemos sentirnos orgullosos de tener en España el organismo público denominado Patrimonio Nacional como instrumento garante de la integridad, conservación y difusión de las enormes riquezas que España ha acumulado en su historia y que gracias a nuestra organización social y Estado de Derecho, son patrimonio de todos los españoles, siendo de ensalzar la brillante labor que con su equipo lleva a cabo su presidente Alfredo Pérez de Armiñán.

Sinceramente debo reconocer que después del impacto que en mí provocó la visita y conocimiento de la exposición Cartas al Rey, no he podido resistirme a publicar toda la carga emocional que estalló en mí. Si fuera posible su itinerancia por todos los territorios de España y países de la actual Europa, considero sería como un verdadero antídoto para ciertos venenos que pueden impulsar a algunos sectores radicales, sociales o políticos, a repetir dramas de carácter global.

La Paz es nuestro bien más preciado siendo una mayúscula obligación conservarla por siempre. Amén.

Mariano Gomá es fundador del Foro España.

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