Caso Canal, la última ocasión del PP para renovarse

En el sentido clásico del pensamiento político, la corrupción política era el abuso autoritario del poder, hasta llegar incluso a su ejercicio tiránico. En cambio, ahora el mencionado término hace referencia a otra cuestión como es el enriquecimiento ilegal o ilegítimo de los políticos. Un fenómeno que vino para quedarse en nuestro sistema democrático. Vivimos rodeados de porquería, como demuestra el hecho de que cada día nos desayunemos con la noticia de un nuevo procesamiento o un nuevo caso de corrupción.

La clase política supura corrupción por los cuatro costados, eso sí, para unos más que para otros. Tal es así, que si hacemos caso a los resultados del primer balance anual sobre delitos de corrupción en España realizado por el Poder Judicial, cada día se procesan dos personas por estos hechos. Aunque, hay que advertir que esta cifra se ha reducido respecto a los últimos datos que se poseen, por tanto en este país quien no se consuela es porque no quiere. Sin embargo, continúan siendo muchos cuando a lo que se aspira es a normalizar el sistema democrático.

Todo ello está haciendo que, según el barómetro del CIS, se dispare la preocupación de los ciudadanos por la corrupción y el fraude, más aún tras las declaraciones judiciales por el caso Gürtel y el visto para sentencia por las tarjetas opacas de Bankia. Y cuando parecía que se volvía a retomar una aparente calma, ha saltado a la luz un nuevo caso de corrupción, el del Canal de Isabel II, y lo que es más grave, la detención del expresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, por su presunta implicación.

De nuevo el PP se ve salpicado por otro escándalo de corrupción. Con Ignacio González, ya son cuatro los expresidentes autonómicos populares que han sido encausados por encontrarse implicados en presuntos delitos. Primero fue Francisco Camps, luego Jaume Matas y Pedro Antonio Sánchez, y ahora se les une González.

De manera que el PP parece empeñado en patrimonializar la corrupción en nuestro país, aunque eso no significa que el resto de partidos estén libres de culpa. No se puede obviar que la corrupción es un fenómeno transversal y sistémico. No obstante, este último caso está llevando a algunos a aventurarse a afirmar, como Albert Rivera, que los populares tienen una “mochila de corrupción” o que “esto sólo es la punta del iceberg” o que “el PP de Madrid se descompone”. Lo cierto es que Madrid se ha convertido en el epicentro de la corrupción política con 21 casos, destacando las tramas del extesorero del PP, Luis Bárcenas, el caso de Bankia, la Gürtel o la Púnica, sólo por citar algunos ejemplos.

Lo curioso es, que pese al impacto que están teniendo estos procesos entre la ciudadanía y en los medios de comunicación, no han encontrado su reflejo en los resultados electorales. No obviemos que el PP continúa siendo la primera fuerza política en España y en Madrid, y en ambos casos ha contado con el apoyo de Ciudadanos. Lo que viene a demostrar que los españoles protestan mucho pero luego son extraordinariamente condescendientes con los escándalos políticos cuando acuden a las urnas.

Ahora sólo queda saber qué consecuencias va a tener este nuevo presunto caso de corrupción en el que se ha visto salpicado el PP madrileño y también la petición de comparecencia de Mariano Rajoy por el caso Gürtel. Todo dependerá del alcance de los mismos.

Rajoy se va a convertir en el primer presidente del Gobierno en comparecer ante un tribunal de Justicia mientras está en el cargo. Aunque eso sí, no se le acusa de nada. Otra cuestión es el caso del Canal de Isabel II, en principio, el gran implicado parece Ignacio González, pero si a medida que avance la investigación se procesa a otros altos cargos de Madrid, las consecuencias podrían ser bien distintas para los populares.

Tal vez, por eso, la actual presidenta del PP de Madrid y de la Comunidad no haya querido esperar a salir ante los medios de comunicación para manifestar la total predisposición del partido a  colaborar con la Justicia, y desmarcarse con ello de la trama corrupta. Ahora mismo no hay mejor estrategia que esa para intentar apaciguar el impacto mediático, pero sobre todo, para salvaguardar su pacto de gobierno con Ciudadanos, que de momento parece no correr peligro. Otra cosa sería si el alcance del escándalo va a más y las medidas que adoptan la presidenta de la Comunidad y del PP madrileño no son ejemplares.

La repercusión electoral que podrá tener para el PP este nuevo caso de corrupción es una incógnita. Afortunadamente para esta formación no hay ninguna cita electoral a la vista, ni se prevé que la haya. No obstante, aunque así fuera, la experiencia nos hace pensar que el impacto, en principio, no sería tan grande como cabría de esperar, más si la situación económica del país continúa mejorando. De todos es sabido que la corrupción, normalmente, sólo encuentra castigo en tiempos de crisis.

Pero de lo que no cabe duda es que el PP tiene la obligación irremediable de iniciar una verdadera revolución interna para terminar de una vez por todas con este tipo de casos y poder disputar con otra imagen futuras citas electorales. El congreso nacional y los congresos regionales recientemente celebrados no han cumplido con tal cometido, simplemente han supuesto un parche. El PP no debería seguir aplazando por mucho más tiempo ese cambio de rumbo, si no, podría correr el peligro de una cierta descomposición.

Gema Sánchez Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.

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