Catalán y castellano

El Word catalán, el diccionario de los ordenadores, no incluye por defecto la palabra Extremadura ni Estremadura. Y por lo tanto la subraya en rojo. Lo he comprobado.

Ya expliqué, como anécdota, en el Simposium Internacional organizado en la Feria del Libro de Frankfurt, que el Word estaba predeterminado generalmente en castellano, pero que la versión catalana también es mejorable.

No solo el Word: también el instinto de muchos catalanes trabaja con diccionarios bilingües o disléxicos. "Ep, mestre!", gritaba en catalán culto la gente a un hombre a punto de ser atropellado por un tranvía, pero el hombre no reaccionaba. "Compte!". Nada de nada, ninguna reacción por parte de aquel individuo con aire de profesor. Finalmente alguien dijo: "OJUUU!"... y Pompeu Fabra, el padre del catalán ortodoxo, se salvó. Esta anécdota, que puede no ser cierta, se refiere al catalán instintivo por contraposición al codificado, al catalán previo y al posterior al modernismo y sobre todo al noucentisme: el primero es el catalán vergonzante. Es el catalán de la Esquella de la Torratxa, un periódico satírico de la época. El del teatro de Pitarra. El segundo es el del diccionario.

Ahora no se trata de volver atrás. Ahora se trata de que todos los niños y niñas de Catalunya sepan catalán, castellano, inglés y si puede ser también francés (si los niños y niñas no entienden a Georges Brassens que era de la Catalunya francesa, se pierden una parte importante de nuestra cultura, por ejemplo aquella canción del cantante de Cotlliure que decía: "He perdut la tramuntana en perdent Margot / princesa vestida de llana / deessa amb sabatots" (traducción libre). Tenemos los mismos vientos, y eso cuenta*. Hace pocos días, en la fiesta del 80. º aniversario de Xavier Muñoz (que para mí siempre será el primo de Tere Muñoz), la doctora Ivonne Brestley cantó Brassens y Jacques Brel en catalán. ¡Qué maravilla!

Volviendo a lo que decía, sería deseable que las variantes dialécticas, como la valenciana y la que se habla en las Terres de l´Ebre, o en los Pirineos, fuesen conocidas por lo menos por los estudiantes de literatura y los profesores de la zona correspondiente.

"No puc posar en tela de judici", dijo un día un político catalán. Y ninguna de las palabras queda subrayada en rojo, pero lo cierto es que suenan un poco como Pitarra.

Todos nos equivocamos, sobre todo los de mi generación, los nacidos después de la Guerra Civil y hasta 1965. Los nacidos posteriormente ya hablan el catalán correctamente. Pero en cambio dicen cosas que para mí son eufemismos o innovaciones como ficar en vez de posar:"Em fico la jaqueta", o incluso "em fico nerviós"... y otras similares.

Además han desaparecido expresiones deliciosas que yo oía a mis padres y tíos: "em fa basarda" (por "angúnia"), "per llogar-hi cadires", "a cor que vols", "àdhuc" (para "fins i tot") - aunque estas dos resultan un poco amaneradas, demasiado poéticas fuera de los poemas-, "un munt de coses", etcétera.

Otra cosa es la riqueza dialectal y también la deformación de los nombres de los pueblos por parte de los oriundos, de lo que he hablado en otras ocasiones: Tarruella por Torroella, Bilcaire por Bellcaire, Fonalleres por Fonolleres, Rupi-à (con pausa) por Rupià, Palafurgell por Palafrugell, Pala-mós (también con paradinha)por Palamós, etcétera. Puede que la gente del campo no se fiara de los forasteros y una manera de saber si lo eran o no era observar cómo pronunciaban el nombre del lugar.

Ahora que llega Navidad y cantaremos villancicos en catalán - la religión católica fue el refugio de un cierto catalanismo y los curas como mossèn Batlle, mossèn Llumà y otros fueron los que lo mantuvieron- volveremos a creer en las raíces y a actuar como si tuviéramos convicciones heredadas. Y luego volveremos a hablar idiomas extraños que han acabado siendo propios.

Pasqual Maragall, ex presidente de la Generalitat de Catalunya.