Cataluña: buscar soluciones

Los españoles están viviendo con incertidumbre el conflicto territorial abierto por la iniciativa independentista planteada en Cataluña. Un dirigente socialista me dijo hace tiempo que el tema territorial está en el ADN de los españoles y que se reabría, con mayor o menor crudeza, cada cierto tiempo.

Hace 35 años la Constitución Española dio una respuesta razonable al problema, al diseñar un modelo territorial, el Estado autonómico, abriendo un proceso de descentralización política sin precedente en nuestra historia. El Estado autonómico ha sido un éxito de nuestra democracia. Alfonso Guerra, en una reciente entrevista en EL PAÍS, decía que los partidos nacionalistas aceptaron hace 35 años este modelo, renunciando al derecho de autodeterminación. El tiempo, ha demostrado que, el problema de fondo subyace, alimentando las reivindicaciones de los nacionalistas.

La decisión de Artur Mas de convocar un referéndum para que Cataluña pueda decidir convertirse en un Estado independiente ha reabierto, con mayor gravedad, el conflicto territorial. La iniciativa de Mas es irresponsable y tenemos el derecho a pensar que actúa en el escenario político como una cortina de humo ante los problemas económicos y sociales provocados por los recortes y ajustes del Gobierno catalán. Ha servido para tapar el análisis de las causas profundas de la crisis, de sus verdaderos responsables, y a extender un velo de confusión sobre las políticas antisociales de la Generalitat.

Pero, más allá de la iniciativa del presidente catalán, el problema de fondo existe: un sector importante de la sociedad catalana comparte un sentimiento independentista. No voy a referirme a la gestión del Estatuto de Cataluña y a la sentencia del Tribunal Constitucional, pero sí señalar que el anticatalanismo y el antiespañolismo han alimentado aquel sentimiento. La “teoría del expolio” de Cataluña por España —el foro España contra Cataluña, una mirada histórica es una buena muestra— y la catalanofobia desatada por sectores de la derecha española representan claros ejemplos. En este contexto, quiero aportar algunas reflexiones:

1. Tengo serias dudas, de que el referéndum vaya a celebrarse. Mucho menos en un contexto de ilegalidad constitucional. Y veo imposible un acuerdo con el Gobierno para su autorización, no solo por razones constitucionales, ya que atentaría contra el artículo 2 de la CE, sino también por razones políticas que, son tan obvias como evidentes.

2. Las dos preguntas para el referéndum no eliminan estas dudas. Están en la senda de la fuga hacia delante de Mas y los nacionalistas. Inducen a la confusión de los ciudadanos y más bien parecen responder a las diferencias internas de los partidos que apoyan el referéndum sobre el derecho de autodeterminación.

3. Estamos asistiendo a posiciones de enroque tanto del presidente del Gobierno como del presidente de la Generalitat. La fuga hacia adelante de Mas no puede ser excusa para una actitud inmovilista de Rajoy: el problema no se soluciona dejando pasar el tiempo. Haya o no consulta, el problema continuará estando ahí.

4. La decisión sobre la consulta está conduciendo a Mas a un callejón sin salida. Se ha visto desbordado por la presión cívica que él mismo ha provocado. Da la impresión de que ha perdido el control de la situación y se suma a la dinámica impulsada por la Asamblea Nacional de Cataluña. La experiencia ha demostrado que, cuando haces una determinada política que no ha sido históricamente la tuya, la gente prefiere el “original” a la “copia”, lo que explicaría la intranquilidad de muchos dirigentes de CiU ante el ascenso electoral de quien tiene el “pedigrí” independentista, ERC.

5. La fractura existente entre los catalanes evidencia que una buena parte de esta no quiere la independencia y prefiere que Cataluña siga jugando un papel importante en España y con esta en el proceso de construcción europea. Ahora bien, estos ciudadanos se han encontrado desasistidos. Tienen dificultades para encontrar un referente político que pueda encauzar esta corriente cívica. No lo es el PP catalán por su marginalidad en Cataluña ni Ciutadans por su carácter minoritario y la ausencia de un proyecto de Estado. La pregunta surge de inmediato: ¿puede serlo el Partido Socialista de Cataluña (PSC)? Creo que puede y debe serlo, a pesar de todas las dificultades y errores. EL PSC ha sido mucho tiempo el partido mayoritario, ha representado y representa los intereses de las capas más débiles, tiene una clara trayectoria catalanista, participa junto al PSOE en un proyecto de España que apuesta por soluciones federales al problema territorial y mediante la clarificación de sus mensajes y propuestas está avanzando en el reto de recuperar la centralidad en el seno de la sociedad integrando a todos los catalanes.

Es necesario, en fin, restablecer los vínculos entre catalanes y el resto de los españoles como parte de la solución del problema. Que todos nos sintamos respetados y queridos. Sobra la amenaza y el chantaje por parte de nadie. Nadie puede eludir su responsabilidad y, al hablar de referentes políticos, es fundamental el papel del Gobierno y del PSOE. Deben ponerse de acuerdo y enviar un mensaje esperanzador a los catalanes. Hoy existen escasas condiciones para ello. Pero lo que hoy aparece como imposible puede dejar de serlo: es cuestión de política. El Gobierno debe tomar la iniciativa. Cuando Rajoy alega que no reforma la CE porque los nacionalistas siempre quedarán insatisfechos está trasladando un mensaje negativo a los catalanes: la CE como instrumento de enroque y cierre. Pero la CE es la clave de la solución del problema, pero solo lo será a través de su reforma federal, dialogada y consensuada, como nuevo lugar de encuentro de territorios y de ciudadanos.

Manuel Chaves, expresidente de la Junta de Andalucía, es diputado por Cádiz.

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