Cataluña, ¿una democradura perenne?

El autor del término democradura es el historiador e intelectual francés Pierre Rosanvallon. Su trayectoria académica y su obra escrita están indefectiblemente unidas a la historia de las democracias liberales y a su evolución. El barbarismo hace referencia al sistema político dominante en el mundo occidental, la democracia, pero también a las dictaduras. De hecho, para Rosanvallon, la sincrética palabra es la resultante de ensamblar la democracia liberal y la dictadura por aclamación popular. Exactamente, el apreteu (apretad) del loco de Quim Torra dirigido a los comandos separatistas (CDRs) que agredían a personas no afines a la causa independentista, cortaban las carreteras y asaltaban estaciones de tren y aeropuertos del Estado, por ejemplo.

Es un dato objetivo que Cataluña recuperó su autogobierno a raíz de la Constitución Española de 1978, hoy tan vilipendiada por los soberanistas. Pues bien, este país ha ido reculando en casi todo en estos últimos 10 años. Ya no es la locomotora económica de España, tampoco es sinónimo de innovación y progreso, aún menos lidera las corrientes intelectuales españolas, no es espejo donde mirarse, ya no es tierra donde domina el sentido común sino el histrionismo, ni tampoco es ejemplo de nada.

Cataluña, una democradura perenneEsta sociedad enfermiza, un tanto mucho patas arriba, poco leída, y que vive de manera voluntaria en la estupidez e ignorancia imperante en las redes sociales, en la dulce decadencia de quien fuera, hace un par de décadas, uno de los cinco motores económicos de Europa, está llamada a las urnas para proveer su Parlament. Ni antes ni después del golpe de Estado llevado a cabo por JxCat, ERC y la CUP, los electores han enmendado su error. Por el contrario, ayudados por un sistema electoral dominado por las hectáreas y no por los votos, el narcicismo impera entre sus ciudadanos, en sede parlamentaria y, aún más, en sede gubernamental, gracias al ciberpopulismo atrapavotos.

Llegados aquí, uno debe preguntarse, en materia de fake news, si Trump fue el primero o tal vez lo fueron Òmnium Cultural, la Asamblea Nacional de Cataluña, los Mas-Puigdemont-Torra, los de ERC o los de la CUP, y debe responderse, porque así lo señalan los hechos y el calendario, que el independentismo catalán fue el primero en practicar la democratura, una enajenación colectiva provocada por la paparruchada y la sinrazón, bien canalizada por Twitter, Facebook, YouTube o Instagram.

¿Cómo se presentan las elecciones autonómicas en Cataluña? Pues a día de hoy, cuando escribo esta tribuna, bajo la sombra maléfica de la abstención. Todo indica, desde los sondeos conocidos por publicados hasta el olfato político preservado, que es tan bronco el palpitar de nosotros, los catalanes, que alcanzar la cifra del 79,04% de participación del 21 de diciembre de 2017 aparece como una quimera imposible de mudarse en realidad. Hay un exceso de enfado, cabreo y decepción multidireccional de tal calibre que el porcentaje de presencia ante las urnas puede bajar 20 puntos o más. Este es mi parecer, y los últimos sondeos conocidos vienen a darme la razón, pues se observa retroceso de implicación activa respecto de los anteriores, singularmente los dados a conocer en diciembre o a principios de enero últimos.

El miedo al Covid-19 es una explicación, sin duda alguna, pero no es la causa primera ni tampoco la única. Sin negar su importancia, especialmente entre los jubilados, los ciudadanos de alto riesgo y las personas sin empleo o bajo un ERTE, el confinamiento perimetral por municipios decretado por el Ejecutivo catalán es una solemne tomadura de pelo. Una más del desgobierno de JxCat y ERC, porque el trasiego de autónomos, asalariados, directivos, propietarios y pícaros por toda la geografía es imperante, y los horarios de apertura y de cierre impuestos a la hostelería constituyen un insulto a la inteligencia. ¿O es que el virus tiene su propio horario? La mediocridad de los gobernantes catalanes tiene eso: sus actos y sus disposiciones constituyen prueba de su notable imbecilidad.

Dicho esto, propietarios, cocineros, camareros, comerciantes, etcétera, ¿van a convertir su voto en castigo efectivo de los independentistas? ¡Ah!, dicen algunos que esto es trigo de otro costal, aun siendo la gran cuestión. Porque, en democracia, la censura a un Gobierno se ejerce de verdad en las urnas y no se está a la espera de que lo sea en sede parlamentaria más adelante, por dos motivos: por dignidad personal y porque descabalgar a un Gobierno legitimado por las urnas y por el mismo Parlamento requiere de teje manejes no siempre éticos ni coherentes. ¿Se hallará mayoritariamente esta reprobación al actual Govern en el incremento del voto por correo, ya detectado, como lo fuera en las recientes presidenciales de Estados Unidos? Quizá. En cualquier caso, el Covid-19 ni es ni puede ser la excusa perfecta para no acudir a los colegios electorales una vez constatada la desvergonzaría de JxCat y ERC, bajo cobertura de la CUP, la existencia de ciudadanos insolentes saltándose las normas, y el tonto útil del conseller Tremosa defendiendo «viajes de un día» para ir a esquiar a las estaciones catalanas.

Fueron ciudadanos y políticos independentistas los que hicieron temblar toda la arquitectura democrática de Cataluña el 27 de noviembre de 2017. No todos se sentaron en el banquillo (o deberán sentarse en los meses venideros) o se dieron a la fuga. Los más, siguen aquí, vociferando, como Cuixart a la salida de la cárcel: «¡Ho tornarem a fer!» (lo volveremos hacer). Esta amenaza para la seguridad de más de la mitad de los catalanes y para el conjunto de España nunca más se llevará a cabo. Ahora ya saben lo que es un Estado de Derecho y que Europa entera les da la espalda. Sin embargo, no nos engañemos, el grito es un reconstituyente para sus antiguos (y necios) seguidores que hoy van zumbando sin saber hacia dónde. Les pasa lo que al Barça: interpone demanda contra EL MUNDO por haber publicado el contrato de Messi –es su derecho y también su obligación como medio informativo– sin saber que la presunta violación de la confidencialidad lo será en todo caso por parte de quien facilitó el documento y nunca por parte de quien la divulgó. Esto lo sabe hasta un iletrado, pero, claro, Madrid es el gran culpable de todo, y el barcelonismo, como el independentismo, ya tiene de antemano (y siempre) al convicto. El victimismo no hace un país, en todo caso lo deshace de su personalidad hasta destruirlo, pero en Cataluña cuesta admitirlo.

ASÍ QUE, volviendo a la nueva convocatoria electoral catalana, lo único cierto –parece– es que el ganador será la abstención. Una abstención que tendrá naturaleza transversal y afectará a todas las fuerzas políticas en liza a excepción de Vox, nuevo en la contienda. La causa, repito, no será el Covid-19, que en el mejor de los casos será excusa insuficiente, sino el cansancio, el disgusto, el desconcierto, la falta de motivación, la frivolidad, la banalización, la desconfianza, el desánimo, la desafección, el hartazgo, en suma, respecto de la política catalana y sus actores. El retraimiento electoral se debe en gran medida al Gobierno de JxCat y ERC. Todo el mundo, incluidos ellos mismos, sabe quiénes son los responsables del hundimiento de Cataluña.

Precisamente porque la crisis es grave, y no solamente en el ámbito sanitario, debería votarse cambio y no continuidad, certidumbre y no fabulación, moderación y no gesticulación, programa y no verbalismo, posibilismo y no radicalidad, diálogo y no encastillanismo, competencia y no ineptitud, y así hasta lo contrario de lo practicado en estos 10 últimos años. ¿Será de esta suerte, el 14-F? Veremos, porque el adoctrinamiento independentista ha sido mucho, aunque los logros sumen cero.

Josep López de Lerma es abogado, fue portavoz de CiU y vicepresidente del Congreso de los Diputados. Autor del libro Cuando pintábamos algo en Madrid.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *