Catecismo del buen progresista

Dime, hijo, ¿cómo te llamas? -Pedro, Juan, Francisco… (Fulano). -¿Qué deseas? -Que me mostréis lo que debo hacer para llegar a ser un buen progresista. -Es necesario que creas en las verdades infalibles del progresismo y las defiendas siempre, oigas lo que oigas, porque, en todo tiempo y lugar, nuestros enemigos nos combaten y persiguen.

-¿Cuáles son esas verdades? -Te voy a mostrar algunas, que te servirán como llaves de oro para abrir las puertas del paraíso progresista. Comencemos por nuestra historia.

El descubrimiento de América supuso un genocidio, el exterminio de pacíficos indígenas, que poseían una cultura muy superior a la de sus conquistadores. Cristóbal Colón fue un aventurero sin escrúpulos y un peligroso asesino: no merece honores ni recuerdos.

Nos debe avergonzar el llamado Siglo de Oro porque se basa en una sanguinaria Inquisición y da lugar a una merecida y justa leyenda negra.

Catecismo del buen progresistaAvancemos en el tiempo. La segunda República fue un período feliz de paz, prosperidad y democracia: un paraíso completo.

Franco fue un rebelde contra el gobierno democrático y se convirtió en un dictador sanguinario.

Si no hubiera sido por la intervención de las tropas fascistas italianas y de las alemanas nazis, la sublevación militar hubiera fracasado, ante el empuje de todo el pueblo.

Después de la guerra, el franquismo fue un período de negrura total, miseria cultural y moral. La censura y la represión impidieron que pudiera existir ninguna manifestación cultural de mínimo valor.

La llamada Hispanidad fue un invento del franquismo para extender su régimen opresivo. No debemos decir nunca Hispanoamérica, sino Latinoamérica.

La transición a la democracia fue solamente una trampa, urdida por las oligarquías tradicionales para mantener sus privilegios.

La monarquía ha sido una imposición del régimen franquista, no la ha elegido el pueblo.

Hay que concluir con los restos del franquismo sociológico, que conservan todavía el poder económico.

Debemos desterrar los dogmatismos: todo vale. Las encuestas deben decidir, en cada momento, lo que defienda un partido y lo que proclame su líder.

No tiene fundamento el orgullo de Occidente. No existen unas culturas que sean superiores a las demás. El multiculturalismo es la nueva creencia universal.

España es un concepto discutido y discutible, una nación de naciones, una suma circunstancial de nacionalidades, un estado plural. Hablar de la patria es algo propio de nostálgicos fascistas y franquistas.

Los símbolos del Estado tienen escasa importancia: el himno es sólo una cutre pachanga; la bandera, una reliquia franquista; el escudo, un aguilucho anticonstitucional.

Hoy en día, en un mundo que siente un profundo amor por la paz, el ejército es una reliquia inútil; la policía, la antipática herencia de un régimen autoritario.

Los jueces deben mancharse las togas en el fango del camino para construir la justicia universal.

El ecologismo es la nueva religión del mundo entero: todos debemos ser fervorosos creyentes.

El ser humano no es superior en nada a los animales. El jamón es, en realidad, «cerdo muerto»; la Tauromaquia, un resto del más cruel fanatismo.

ETA fue una consecuencia lógica del franquismo, por eso la apoyaron muchos demócratas. Hoy, ya no existe. En el conflicto vasco, hubo excesos por los dos bandos. Debemos superar viejas confrontaciones.

No se debe judicializar la cuestión catalana, que se ha agravado por la intolerancia de la derecha. Hacen falta diálogo, comprensión y soluciones políticas. Es imprescindible encontrar una fórmula de encaje, para que los catalanes se sientan a gusto. Madrid nunca los ha entendido.

El terrorismo internacional es una consecuencia del capitalismo. Tenemos que hacer examen de conciencia, empatizar con los terroristas, mirarlos a la cara con simpatía, como a seres humanos oprimidos.

El predominio de la lengua castellana se debe sólo a que el franquismo la impuso: debe estar al mismo nivel de todas las demás lenguas del Estado.

La situación de la educación española es una herencia del franquismo. Son fascistas los que hablan de esfuerzo y exigencia. La educación ha de ser democrática, igualar a todos los alumnos. No queremos causarles un problema psicológico ni herir su autoestima. Los suspensos no deben ser una barrera. Es preciso que se destierre la memoria. Para enseñar, no hace falta saber; lo imprescindible es la pedagogía.

La paridad femenina, en todos los órdenes, debe ser obligatoria. Es necesario llevar a la práctica una discriminación positiva, para que haya el mismo número de hombres y mujeres en todos los cargos y puestos de trabajo.

El lenguaje machista perpetúa la opresión de la mujer. Es un deber moral usar el femenino de cada palabra, junto al masculino, en todas las colectividades. Hay que promover el empoderamiento de las mujeres.

La exhumación de los restos del dictador Franco significa una urgencia democrática, por la que está clamando el pueblo entero.

Todas las confesiones religiosas merecen la misma consideración, sin privilegios. Los niños deben estudiarlas todas. Son iguales las mezquitas y las sinagogas que las catedrales.

Todos los pueblos del Estado tienen derecho a la libre autodeterminación.

Estamos viviendo un momento histórico extraordinario: un cambio hacia la normalidad democrática que era absolutamente imprescindible.

No hay sociedad posible sin progresismo.

Si aceptas y defiendes con fe absoluta todos estos preceptos, hijo mío, serás feliz, como buen progresista.

Andrés Amorós es catedrático de Literatura Española.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *